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NAMASTÉ!!!

"Te advierto, quien quieras que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses." ORACULO DE DELFOS

domingo, 15 de enero de 2017

La Libertad Interior. 6ª Conversación 18 de Julio de 1968

¡MARAVILLOSA Semana!!!

Cuando nos marchamos la última vez, nos disponíamos a hablar sobre el placer. Al explorar ese importantísimo factor de la vida, tenemos también que comprender lo que es el amor, y, al comprender éste, tenemos asimismo que descubrir lo que es la belleza. Aquí hay, pues, tres cosas involucradas: hay placer, hay belleza, de la cual hablamos mucho y nos emociona tanto; y hay amor, esa palabra tan maltratada.

Examinaremos todo, paso a paso, más bien diligentemente, pero con indeterminación, por que estas tres cosas abarcan un campo muy vasto de la existencia humana. Y para llegar a cualquier conclusión, para decir «esto es placer» o «no debe uno tener placer», o bien «esto es amor, es belleza», me parece que se requiere la más clara comprensión y el sentido de la belleza, del amor y del placer. De modo que si somos bastante prudentes, tenemos que evitar toda fórmula, toda conclusión, o cualquier concepción determinada sobre este serio asunto. Entrar en contacto con la profunda verdad de estas tres cosas no es materia de intelección, ni de definición de palabras ni de ningún sentimiento vago, místico o parapsicológico.

Ya saben, yo no he examinado esto realmente, salvo que tengo una visión general de ello, por lo tanto, también estoy investigando con ustedes. No es que yo haya preparado una conferencia y venga aquí a soltarla, de modo que si vacilo y voy más bien despacio, espero que ustedes tengan igual cuidado e investiguen con lentitud e indeterminación.

Para la mayoría de nosotros es muy importante el placer y su forma de expresión. La mayor parte de nuestros valores morales se basan en eso, en el placer último e inmediato. Nuestras tendencias hereditarias o psicológicas y nuestras reacciones físicas y neurológicas se expresan en el placer. Si usted examina no sólo los valores y juicios externos de la sociedad, sino también mira en su propio interior, verá que el placer y la valoración del mismo es lo que perseguimos principalmente en nuestras vidas. Podemos resistir, sacrificar, lograr o negar algo, pero al final siempre está esa sensación de querer lograr el placer, la satisfacción, el contento de quedar complacido o satisfecho. La autoexpresión y la autorrealización son formas de placer, y cuando ese placer se frustra, se obstaculiza, hay temor, y de ese temor surge la agresión.

Por favor, observe esto en usted mismo. Usted no está escuchando meramente una serie de palabras o ideas; éstas no tendrían sentido. Usted puede leer en un libro una explicación psicológica, que no tendrá valor. Pero si investigamos juntos, paso a paso, entonces verá por usted mismo qué cosa tan extraordinaria surge de todo esto. Tenga en cuenta que no estamos diciendo que no debemos tener placer, que el placer sea malo, como sostienen los diversos grupos religiosos por todo el mundo. No decimos que usted tenga que reprimirlo, negarlo, dominarlo, trasladarlo a un nivel más alto, y todas esas cosas. Simplemente estamos investigando, y si podemos investigar muy objetiva y profundamente, entonces de ahí surgirá un estado mental diferente en que hay bienaventuranza, pero no placer. La bienaventuranza es algo totalmente distinto.

Sabemos lo que es placer: contemplar una bella montaña, un hermoso árbol, la luz en una nube perseguida por el viento a través del cielo, la belleza del río con su corriente límpida. Es grande el placer cuando se observa todo esto o se ve el bello rostro de una mujer, de un hombre o de un niño; y todos conocemos el placer que viene por el tacto, el gusto, la vista o el oído. Y cuando ese intenso placer está alimentado por el pensamiento, entonces surge la acción opuesta, es decir, la agresión, la represalia, la ira, el odio, nacidos del sentimiento de no poder lograr ese placer que perseguimos. De ahí el temor, también bastante obvio si lo observamos.

Cualquier clase de experiencia es alimentada por el pensamiento; por ejemplo, el placer de una experiencia de ayer, no importa cómo sea, sensual, sexual o visual. El pensamiento discurre sobre el placer, lo rumia, lo recorre una y otra vez creando una imagen o fotografía que lo sustenta, que lo nutre. El pensamiento es el sostén de ese placer de ayer, le da continuidad hoy y mañana. Observe esto, por favor. Y cuando se inhibe el placer sostenido por ese pensamiento, porque está limitado por las circunstancias, por diversas clases de obstáculos, entonces ese pensamiento se rebela, convierte su energía en agresión, en odio, en violencia, lo que es también otra forma de placer.

La mayoría de nosotros buscamos placer por la autoexpresión. Queremos expresarnos en pequeñas o grandes cosas. El artista quiere expresarse en el lienzo; el autor, en los libros; el músico, utilizando un instrumento, etc. ¿Es acaso belleza esta autoexpresión, de la cual se deriva una enorme dosis de placer? Cuando un artista se expresa, siente placer e intensa satisfacción, -¿es eso belleza?- Pero si no puede transmitir por completo al lienzo o en palabras lo que siente, hay descontento, lo cual es otra forma de placer.

¿Es, pues, placer la belleza? Y cuando hay autoexpresión de cualquier forma, ¿comunica ésta la belleza? ¿Es placer el amor? El amor ha llegado a ser ahora casi sinónimo de sexo y de su expresión, con todo lo que ello encierra olvido de sí mismo, etc. - ¿Es esto amor, cuando el pensamiento extrae de ello intenso placer? Porque cuando es contrariado se convierte en celos, ira, odio. El placer perpetúa el dominio, la posesión, la dependencia y, por lo tanto, el miedo. Por eso uno se pregunta si es placer el amor. ¿Es el amor deseo en todas sus formas sutiles - sexo, compañerismo, ternura y ese olvido de uno mismo? ¿Es amor todo eso? Y, si no lo es, entonces, ¿qué es el amor?

Si ha observado usted su propia mente en funcionamiento, dándose cuenta de la actividad misma del cerebro, verá que desde tiempos antiguos, desde el principio mismo, el hombre ha perseguido el placer. Si usted ha observado el animal, verá cuán extraordinariamente importante es el placer para él, cómo busca el placer y cómo se vuelve agresivo cuando se ve contrariado. Estamos hechos así; nuestros juicios, nuestros valores, nuestros requerimientos sociales, nuestras relaciones, etcétera, se basan en este principio esencial del placer y en su autoexpresión. Y cuando eso se frustra, cuando se refrena, se tuerce, se elude, entonces hay ira, agresividad, lo que se convierte en una forma más de placer.

¿Qué relación tiene el placer con el amor? ¿O es que el placer no tiene relación alguna con el amor? ¿Es el amor algo enteramente distinto? ¿Es el amor algo que no está fragmentado por la sociedad, por la religión, en elemento humano y divino? ¿Cómo va usted a descubrirlo? ¿Cómo va a descubrirlo por usted mismo? Sin que sea otro el que se lo diga, porque si alguien le dice lo que es y usted afirma: «sí, eso es verdad», entonces no es algo suyo, no es algo que usted mismo haya descubierto y sentido profundamente.

¿Que relación tiene el placer de la autoexpresión con la belleza y el amor? El hombre de ciencia tiene que conocer la verdad de las cosas. ¿Es la verdad algo estático para el ser humano, no para el filósofo especializado, el científico, el técnico, sino para el ser humano interesado en la vida diaria, en ganarse la vida, en la familia, etc.? ¿O es algo que descubre usted mientras avanza, algo nunca estacionario, nunca permanente, sino que siempre está en movimiento? La verdad no es un fenómeno intelectual, no es un asunto emotivo o sentimental, y nosotros tenemos que encontrar la verdad del placer, la verdad de la belleza y la realidad de lo que es el amor.

Uno ha visto la tortura del amor, su sujeción, el temor que produce, la soledad de no ser amado y la perpetua búsqueda de él en toda clase de relaciones, sin encontrarlo nunca en forma que nos satisfaga completamente. Pregunta uno, pues, si el amor es satisfacción y al mismo tiempo, un tormento cercado por la valla de los celos, la envidia, el odio, la ira, la dependencia.

Cuando no hay belleza en el corazón, vamos a los museos y conciertos, visitamos un antiguo templo griego y admiramos su belleza, con sus hermosas columnas, su proporción frente al cielo azul. Hablamos sin cesar de la belleza, perdemos del todo el contacto con la naturaleza, como lo está perdiendo el hombre moderno que busca más y más las ciudades para vivir. Se forman sociedades para ir al campo a contemplar las aves, los árboles y los ríos; como si formando sociedades para admirar los árboles uno fuera a palpar la naturaleza y a entrar en contacto extraordinario con la inmensa belleza. Como hemos perdido el contacto con la naturaleza, adquieren demasiada importancia la moderna pintura objetiva, los museos y los conciertos.

Hay una vacuidad, una sensación de vacío interno que siempre esta buscando la autoexpresión y lo que produce placer, creando así temor de no lograrlo por completo. Hay resistencia, agresividad y todo lo demás. Procedemos a llenar ese vacío interior y esa sensación de completo aislamiento y soledad que estoy seguro todos ustedes han sentido con libros, con conocimientos, con relaciones, con toda clase de tretas, pero al final, aun está ese vacío que no se puede llenar. Entonces acudimos a Dios, el último recurso.

¿Es posible el amor, la belleza, cuando existe esta vacuidad, esta sensación de vacío insondable? Si uno es consciente (aware) de ese vacío y no escapa de él, ¿qué ha de hacer entonces? Hemos intentado llenarlo con dioses, conocimientos, experiencias, con música, con cuadros, con extraordinaria información tecnológica; en eso estamos ocupados de la mañana a la noche. Uno se da cuenta de que ninguna persona puede llenar ese vacío. Vemos la importancia de esto. Si usted lo llena con eso que llamamos relación con otra persona o con una imagen, entonces viene la dependencia y el miedo de perderla; luego, la posesión agresiva, los celos y todo lo que sigue. Así que uno se pregunta: ¿Puede llenarse jamás ese vacío con alguna cosa, con la actividad social, con buenas obras, yendo a un monasterio a meditar o estando consciente (aware)? Esto también es un absurdo.

Si uno no puede llenar ese vacío, ¿qué va a hacer entonces? ¿Comprende la importancia de esta pregunta? Uno ha tratado de llenarlo con lo que se llama placer, con la autoexpresión, con la búsqueda de la verdad, de Dios; comprende que nunca podrá llenarse con nada, ni con la imagen que ha creado de sí mismo, ni con la imagen o idea que ha creado del mundo, con nada. Y así, uno ha utilizado la belleza, el amor y el placer para disimular este vacío. Y si no escapa más, sino que permanece con él, ¿qué va a hacer entonces? ¿Esta clara la pregunta? ¿Me han seguido ustedes por lo menos un poco?

¿Qué es esta soledad, esta sensación de profundo vacío interior? ¿Qué es y cómo nace? ¿ Es que existe porque estamos tratando de llenarlo o de eludirlo? ¿Existe porque lo tememos? ¿Es sólo una idea de vacío, y por tanto, la mente nunca esta en contacto con lo que ello es en realidad no sé si ustedes siguen todo esto - porque nunca esta en relación directa con ello?

Veo que ustedes no captan lo que quiero decir.

Descubro este vacío en mí mismo y dejo de huir pues está claro que escapar es una actividad sin madurez - me doy cuenta de ello; ahí está y nada puede llenarlo. Ahora me pregunto cómo ha nacido este vacío. ¿Lo habrá producido todo mi vivir, todas mis actividades y suposiciones diarias, etc.? ¿Es que el «yo», el «mí», el «ego», o como se le quiera llamar, se esta aislando de sí mismo en toda su actividad? La naturaleza misma del «mí», del «yo», del «ego» es el aislamiento; es separativa. Todas estas actividades han producido este estado de aislamiento, de hondo vacío en mí, de modo que es un resultado, una consecuencia, no algo que sea inherente a mí mismo. Veo que, mientras mi actividad sea egocéntrica y autoexpresiva, tiene que haber este vacío; veo que, para llenarlo, hago toda clase de esfuerzos cosa que también es egocéntrica - y el vacío se hace más extenso y profundo.

¿Es posible trascender este estado, no escapando de él ni diciendo, «no seré egocéntrico»? Cuando uno dice «no seré egocéntrico», ya lo es. Cuando ejercemos la voluntad para negar la actividad del «yo», esa misma voluntad es factor de aislamiento.

La mente se ha condicionado a través de siglos y siglos en su urgencia de seguridad y protección; ha creado, tanto fisiológica como psicológicamente, esta actividad egocéntrica que impregna su vida diaria en «mi familia», «mi empleo», «mis posesiones», y eso produce este vacío, este aislamiento. ¿Cómo va a terminar esta actividad? ¿Puede terminar alguna vez? ¿O tiene uno que rechazarla totalmente y dotarla de otra cualidad del todo distinta?

Me pregunto si están ustedes siguiendo todo esto. Veo este vacío, cómo ha surgido en mí. Comprendo que la voluntad o cualquier otra actividad ejercida para desechar al creador de este vacío es sólo otra forma de actividad egocéntrica. Eso lo veo muy claramente, objetivamente, y de pronto me doy cuenta de que no puedo hacer nada sobre ello. ¿Comprenden? Antes hice algo en relación con este vacío, escape o traté de llenarlo, me esforcé por comprenderlo y penetrarlo, pero todas esas son otras formas de aislamiento. Así, pues, súbitamente comprendo que no puedo hacer nada: que cuanto más trato de hacer sobre ello, tanto más estoy creando y construyendo murallas de aislamiento. La mente misma se da cuenta de que no puede hacer nada, que el pensamiento no puede tocar esto, porque tan pronto lo toca, engendra vacío de nuevo. De manera que observando con cuidado y objetividad, veo todo este proceso, y el mismo hecho de verlo es suficiente. Miren lo que ha sucedido. Antes he utilizado energía para llenar este vacío, he vagado por todas partes, y ahora veo su absurdo, la mente ve muy claro cuán absurdo es todo ello, de modo que ahora no estoy disipando energía. El pensamiento se aquieta; la mente se queda completamente serena: ha visto el mapa completo de esto, y así llega el silencio. En ese silencio no hay soledad. Cuando adviene tal silencio, ese silencio absoluto de la mente, hay belleza y amor, que puede o no - expresarse.

¿Han seguido esto del todo? ¿Hemos emprendido juntos el viaje? Señora, no diga que sí... Este problema, del cual estamos hablando, es uno de los más difíciles, y más peligrosos, porque, si usted es de algún modo neurótica, como lo somos la mayoría de nosotros, entonces se vuelve complicado y feo. Este es un problema enormemente complejo. Cuando usted examina su extraordinaria complejidad, se vuelve sencillísimo, y su misma sencillez le lleva a usted a decir: «¡Qué simple es!». Y cree que lo ha captado.

De modo que sólo hay dicha plena más allá del placer; y existe la belleza, que no es la expresión de una mente astuta, sino la belleza que se conoce cuando la mente está en completa quietud, en silencio.

Está lloviendo y pueden oír el ruido compasado de las gotas, lo pueden oír con los oídos y pueden oírlo desde el fondo del profundo silencio. Si lo oyen con la mente en completo silencio, entonces su belleza es tal que no puede expresarse en palabras ni en el lienzo, porque esta belleza está más allá de la autoexpresión. El amor evidentemente es bienaventuranza, la cual no es placer.

¿Quieren hablar sobre esto, explorarlo juntos?

Interlocutor: Cuando uno no está consciente todas las viejas respuestas vuelven a la mente. ¿Cómo va uno a impedir o inhibir o dejar de lado las viejas respuestas?

Krishnamurti: Digámoslo en otras palabras. Tal vez esto nos ayude. Hay estados de inatención y de atención. Cuando están en atención completa la mente, el corazón, los nervios, todo lo que usted posee, en ese momento no vuelven los viejos hábitos, las reacciones mecánicas; el pensamiento no participa de esto. Pero nosotros no podemos sostener esa atención todo el tiempo. De modo que casi siempre estamos inatentos, un estado en que no somos conscientes sin elección alguna.

¿Qué ocurre? Hay inatención y atención en raras ocasiones. Y nosotros tratamos de tender un puente entre una y otra. ¿Cómo puede mi inatención convertirse en atención? O bien, ¿puede haber completa atención todo el tiempo?

La inatención nunca puede convertirse en atención. ¿Cómo podría hacerlo? ¿Cómo puede usted convertir el odio en amor? No puede.

Pero investigue usted los caminos de la inatención, obsérvela, vea cómo crece, dése cuenta de la inatención y no trate de convertirla en atención. No haga nada. ¡Bien! Usted no está atento. ¿Qué pasa? Mírelo con mucho cuidado, dése cuenta de que no está atento, no trate de forzar su estado para convertirlo en atención, y se dará cuenta de que no está atento y entonces cambiará. Pero no puede hacerlo si dice: «quiero darme cuenta de que no estoy atento».

¿Comprende usted lo que digo? Por favor, obsérvelo, no llegue a ninguna conclusión. Primero observe. Hay dos estados: uno es la inatención y el otro, en raros momentos, es la atención completa, en que el pensamiento no participa en ninguna forma. En esos raros momentos descubrirá algo totalmente nuevo. En esa atención completa hay una dimensión del todo distinta. Si entonces eso llega a ser algo que usted ha conocido, que ha sentido, que guarda en la memoria, si llega a ser un recuerdo y usted se dice a sí mismo: «desearía poder captar eso otra vez, retenerlo, no dejarlo ir», entonces eso es de nuevo el estado de inatención. De modo que dése cuenta del estado de inatención, no de «la manera de estar atento». No haga nada con la inatención. Muy bien, no estoy atento, pero tengo mucho cuidado, lo estoy observando, no trato de darle una forma, no trato de cambiarlo, me limito a observarlo. Ese mismo acto de observar es atención..

Interlocutor: La mayor parte de nuestra vida diaria se vive sólo al nivel de los hechos, especialmente en el caso de los niños, que aprenden a conocer hechos en la escuela. ¿Es esta actividad real, que es diaria y necesaria, un impedimento para la libertad psicológica?

Krishnamurti: Señor, nada es impedimento para la libertad psicológica. ¡Nada! Un impedimento surge sólo cuando hay resistencia. Si no hay resistencia, entonces no hay problema psicológico. Si usted trata con resistencia, como un obstáculo, el vivir diario el ganarse la vida, educar los hijos, el fastidio de todo ello, la rutina, la tarea diaria de lavar platos - entonces todo se convierte en un problema. Pero cuando usted se da cuenta de todo este proceso del vivir con su rutina, sus habites, su aburrimiento, con sus ansiedades, disgustos, el miedo, la dominación, las posesiones - cuando usted se da cuenta de esto sin elegir nada (no puede hacer usted nada sobre esa lluvia o sobre el perfil de esas colinas) y si puede usted mirar su propia actividad de la misma manera, calladamente, sin ninguna elección, sin resistencia alguna, entonces no hay problema psicológico. De ahí sólo surge entonces la libertad.


Jiddu Krishnamurti, libro La Libertad Interior, 
Saanen 1968. Jiddu Krishnamurti en español.

domingo, 8 de enero de 2017

La Libertad Interior. 5ª Conversación 16 de Julio de 1968




¡MARAVILLOSA Semana!!!

Me gustaría saber si alguna vez usted se ha hecho una pregunta fundamental; la pregunta que, por el hecho mismo de hacerla, indica profunda seriedad; y cuya respuesta no depende necesariamente de otra persona, ni de ninguna filosofía, maestro, etc. Quisiera hacer esta mañana una de estas preguntas serias y fundamentales.

¿Hay alguna acción buena que lo sea en todas las circunstancias? ¿O es que sólo existe la acción como tal ni buena ni mala? La acción correcta varía con el individuo y las diferentes circunstancias en que éste se ve colocado. Al individuo en oposición a la comunidad, por ejemplo, al soldado, podría preguntársele: «¿cuál es la acción correcta?» Evidentemente, para él la acción correcta sería, mientras esté en el frente, matar. Y para el individuo encerrado con su familia, dentro de las cuatro paredes de la idea de «lo mío», de «mi familia», de «mis posesiones», también hay una acción correcta. Y también la hay para el hombre de negocios en la oficina. Y así, la acción correcta crea oposición: la acción individual, opuesta a la colectiva.

Cada uno sostiene que su acción es la correcta. El hombre religioso, con sus creencias y dogmas exclusivos, se dedica a lo que considera una buena acción, y ésta lo separa del incrédulo, de los que piensan o sienten lo contrario de lo que él cree. Existe la acción del especialista que está trabajando con arreglo a cierto conocimiento especializado. Dice él: «esta acción es la correcta». Están los políticos, con sus acciones buenas o malas, los comunistas, los socialistas, los capitalistas, etc. Existe toda una corriente de vida comercial, política, religiosa, familiar, y también una corriente de vida en que hay belleza, amor, bondad, generosidad, etc.

Uno se pregunta al ver todas estas acciones fragmentarias que engendran sus propios opuestos - al ver todo esto, se pregunta: ¿Qué acción es buena en todas las circunstancias? ¿O es que sólo hay acción como tal, que no es buena ni mala? Esta última es una afirmación muy difícil, incluso de hacer o de creer, porque evidentemente matar es una acción mala, y evidentemente también es una acción mala el estar cautivo de un determinado dogma y actuar de acuerdo con él.

Hay quienes, al ver todo esto, dicen: «somos activistas, no nos interesan las filosofías, las teorías, las diversas formas de ideología especulativa; nos interesa la acción, «actuar». Y hay los que dejan de «actuar» y se retiran a los monasterios, se vuelven a su interior y se escapan a su propio paraíso o se pasan años en meditación creyendo encontrar así la verdad para entonces actuar.

Cuando se observan estos fenómenos las acciones opuestas y fragmentarias de los que dicen «tenemos razón» y «esta es la acción correcta», «esto resolverá los problemas del mundo», y que, sin embargo, crean de ese modo consciente o inconscientemente, actividades opuestas, perpetuando así las divisiones y actitudes agresivas uno se pregunta: «¿qué vamos a hacer?»

¿Qué va uno a hacer en un mundo que es en realidad espantoso, brutal; un mundo en que hay tanta violencia, tanta corrupción, en el que importa enormemente el dinero, dinero, dinero, y en que uno está dispuesto a sacrificar a otro al buscar poder, posición, prestigio, fama; donde cada hombre quiere o se esfuerza por afirmarse, por llenar un cometido, por ser alguien? ¿Qué va uno a hacer? ¿Qué va a hacer usted?

No sé si usted se ha hecho esta pregunta: «¿Qué voy a hacer, viviendo en este mundo, viendo todo esto ante mí: la desdicha, el enorme sufrimiento que el hombre causa al hombre, el hondo sufrimiento por el que uno pasa, la ansiedad, el miedo, el sentido de culpa, la esperanza y la desesperación?» Viendo todo esto, si se da cuenta de ello de alguna manera, uno tiene que preguntarse: «¿Qué voy a hacer, viviendo en un mundo así?» ¿Cómo respondería usted a esa pregunta?

Si usted se formula esa pregunta con toda seriedad, si lo hace muy, muy seriamente, tendrá una inmediatez e intensidad extraordinarias. ¿Cuál es su respuesta a este reto? Vemos que la acción fragmentaria, la acción que es «correcta», conduce en efecto a la contradicción, a la oposición, a la separatividad: y el hombre ha buscado ésta, la acción correcta, llamándola moralidad, siguiendo un modelo de conducta, un sistema en el cual está preso y el cual lo ha condicionado. Para él hay acciones buenas y malas, las cuales a su vez producen otras contradicciones y oposiciones, de modo que uno se pregunta: «¿Hay alguna acción que no sea correcta ni incorrecta, sino sólo acción?»

Por favor, no se limite usted a oír una serie de palabras e ideas con las cuales esté o no esté de acuerdo, que acepte o rechace. Es un problema muy, muy serio, el que está involucrado en esto: cómo vivir una vida que no sea fragmentaria, una vida que no esté dividida en partes familia, negocio, religión, política, diversión, seriedad - ya saben ustedes, desmembrada constantemente.

¿Cómo vivir una vida completa, total? Espero que usted se haga esta misma pregunta. Si se la hace, entonces podemos seguir adelante juntos, podemos comunicarnos y estar en verdadera comunión uno con otro sobre esta cuestión que es muy fundamental, muy seria.

En Oriente tienen su propio patrón de conducta. Ellos dicen: «nosotros, los brahmines, tenemos razón, somos superiores, somos esto, aquello, nosotros sabemos». Afirman sus dogmas y creencias, su conducta y moralidad, y, sin embargo, todos en oposición, se «toleran» unos a otros y se matan en cualquier momento. Nos preguntamos, pues: «¿hay una vida de acción que nunca sea fragmentaria, nunca exclusiva, nunca dividida?» ¿Cómo vamos a descubrirla? ¿Se ha de descubrir por explicaciones verbales, o porque otro se lo informe a usted? ¿Se ha de descubrir porque usted, cuyas acciones han sido incompletas, esté tan cansado, agotado, desalentado, que por este cansancio y desesperanza quiera hallar otra cosa? Uno tiene que ser muy claro sobre el motivo que le impele a hacer esta pregunta. Si tiene un motivo de cualquier clase, la propia respuesta no tendría sentido alguno, por que el motivo dicta la respuesta.

Uno tiene que hacerse esta pregunta sin motivo alguno, porque sólo entonces se ha de hallar la verdad, la verdad de cualquier cosa. Al hacer esta pregunta uno tiene que descubrir su propio motivo. Y si se tiene alguno porque uno quiere ser feliz o quiere paz en el mundo; o porque ha luchado tanto tiempo, o bien, el motivo para buscar la acción completa es la fatiga, la desesperación, o diversas formas de anhelo, de escape, de autorrealización - entonces la propia respuesta será muy limitada, inevitablemente. Por lo tanto, uno tiene que estar consciente, en realidad, cuando se formula esta pregunta. Si usted la puede formular sin ningún motivo, en absoluto, entonces está libre para mirar. ¿Comprende? Está libre para descubrir, no está atado a una urgencia particular, a un apremio determinado. ¿Podemos seguir, partiendo de aquí? Es muy difícil estar libre de motivo alguno.

¿Cuál es, pues, la acción que no es fragmentaria, que no es buena ni mala y que no crea oposición, la acción que no es dualista? Por favor, siga todo esto. ¿Cuál es la acción que no engendra conflicto, contradicciones? Una vez que se haya hecho esta pregunta con toda seriedad, ¿cómo va a hallar la respuesta? Usted tiene que hallarla. Nadie puede hacerlo por usted. No seria entonces su propio hallazgo, no sería algo que hubiera encontrado usted mismo por haber mirado con claridad, y, por lo tanto, algo que no pudiera serle nunca arrebatado, destruido por la circunstancia.

Al hacer esta pregunta, el intelecto, con toda su astucia, puede decir: «Haré esto», una vez que se le den todos los datos, todas las circunstancias, y vea que toda acción contradictoria crea conflicto y, por tanto, desdicha. El intelecto puede convertir su respuesta en un principio, un patrón, una fórmula, con arreglo a la cual vivirá. Pero entonces usted vivirá de acuerdo con esa fórmula, como lo ha hecho anteriormente: entonces usted está otra vez creando contradicciones, imitando a otro, siguiéndolo, obedeciéndolo. Vivir de acuerdo con una fórmula, con una ideología, con una conclusión previsible, es vivir una vida de adaptación, de imitación, de conformidad y, por lo tanto, una vida de oposiciones, de dualidad, de interminable conflicto y confusión. El intelecto no puede contestar la pregunta que nos hemos formulado, ni puede hacerlo el pensamiento. Si usted ha examinado profundamente su pensamiento, verá que está siempre dividido. El pensamiento nunca puede producir unidad de acción. Y una acción integrada que sea producto del pensamiento creará, de modo inevitable, acciones contradictorias.

Vemos el peligro del pensamiento, que es la respuesta de la memoria, de la experiencia, del conocimiento, de la convicción, etc.; vemos cómo el pensamiento, que es la reacción del pasado, puede establecer una manera de vivir y por fuerza se ajusta a la fórmula que ideológicamente ha creado; y vemos que eso implica conflicto interno, porque en ello está lo correcto y lo incorrecto, lo verdadero o lo falso, lo que debería ser y lo que no es, lo que podría haber sido, etc., etc. De modo que si la mente, al hacerse esta pregunta, puede estar libre de motivo alguno, libre del peligro de la percepción intelectual y de la conformidad a una ideología que haya inventado, entonces puede formular tal pregunta, y la respuesta será totalmente distinta.

¿Es posible vivir tan plenamente, de manera tan completa, total, que no haya acciones fragmentarias? Como observamos, la vida es acción; sea lo que sea, cualquier cosa que usted haga, piense o sienta, es acción. La vida es movimiento, un movimiento incesante sin principio ni fin, y la hemos dividido en pasado, presente y futuro, en vivir y morir, así como en amor y odio, en nacionalidades, etc. Y nos preguntamos: ¿hay alguna forma de vida, no en el aspecto ideológico, sino en la realidad, en que se pueda vivir cada minuto del día sin contradicciones, sin oposiciones, sin fragmentación, esto es, en que el vivir mismo sea completa acción?

¿Ha reflexionado usted alguna vez lo que es el amor? ¿Es el amor esta tortura? Puede ser bello al principio, cuando usted le dice a alguien: «te amo», pero pronto degenera en toda forma de astucia, de relación posesiva, dominante, con su odio y sus celos, su ansiedad, su temor. Semejante amor es placer y deseo, el placer del sexo y la urgencia del deseo, alimentado por el pensamiento, que rumia aquel particular placer día tras día; eso es lo que llamamos amor. El amor al país, el amor a Dios, el amor al prójimo, todo eso no significa absolutamente nada. Son meras ideas. Cuando hablamos del amor al prójimo, en la iglesia o en el templo, no somos sinceros realmente. Somos hipócritas, porque el lunes por la mañana destruimos a nuestro prójimo en los negocios, por la competencia, por querer una mejor posición, más poder, etc., etc., etc. El amor en particular a la familia y el amor del hombre, fuera de ese círculo, es el amor como posesión: poseer a mi esposa, a mi marido, a mi hijo, dominándolos; o bien dejarlos en paz porque estoy demasiado ocupado, tengo negocios, otros intereses, tengo... Dios sabe qué más! De modo que no hay hogar; y aún cuando haya un hogar, hay una constante batalla por poseer y dominar al otro; hay miedo, celos, el intento de reafirmarse uno mismo por medio de la familia, por el sexo. A todos estos fenómenos los llamamos amor: no creo que exageremos. Nos limitamos a exponer el hecho real: puede ser que no nos guste, pero, ahí está.

En ese amor también están las acciones correctas e incorrectas que igualmente crean varias clases de conflicto. ¿Es eso amor? ¿Eso que aceptamos como tal, lo que ha llegado a formar parte de nuestra naturaleza? Instintivamente ocultamos este modo de ser del amor, más cuando usted lo mira en forma objetiva, muy seriamente, con claridad, ¿es eso amor? Es obvio que no. Y cautivos dentro del patrón de conducta establecido por nosotros mismos y por la sociedad durante siglos, no podemos escapar, no sabemos qué hacer y, de ahí el conflicto entre el amor «correcto» y el «incorrecto», entre lo que debería ser y lo que es. La «moralidad» de esa estructura es realmente inmoral. Y sabiéndolo así, creamos otra ideología y en consecuencia, el conflicto, al oponernos a la inmoralidad. ¿Qué es, pues el amor? No la opinión de usted, ni alguna conclusión suya, ni lo que piensa sobre el asunto. ¿Quién se preocupa de lo que se piense acerca del amor? Sólo puede usted descubrir lo que es cuando se libre por completo de la estructura en que se apoyan los celos, la dominación, el odio, la envidia, deseo de posesión, la estructura del placer.

El placer es algo que hay que examinar. No estamos diciendo que el placer sea malo o bueno, lo que también nos llevaría a varias conclusiones y, por lo tanto, a oposiciones. Más, para la mayoría de nosotros el amor está asociado, íntimamente enlazado con el placer sexual o de otra índole -. Y si el amor es placer, entonces es dolor. Cuando hay dolor, ¿hay amor? Lógicamente no lo hay, y sin embargo, seguimos con él, día tras día. ¿Puede uno romper con esta estructura la tradición - en que estamos presos, y descubrir o dar con ese estado de amor que no sea nada de esto? Está más allá, fuera de esta carpa, no está en este lugar, ni dentro de nosotros.

¿Es posible una vida en que el vivir mismo sea la belleza de la acción y del amor? Sin amor siempre hay acción correcta o incorrecta, lo que engendra conflicto, contradicción y oposición. Sólo hay una acción que proviene del amor; no hay ninguna otra que no engendre contradicción o conflicto. Ya sabemos, el amor es agresivo y no agresivo no me entienda mal - el amor no es una cosa pacífica, callada, que esté abajo, en alguna parte de la bodega, o arriba, en el cielo. Cuando ama, en usted hay vitalidad, impulso, intensidad y acción inmediata. ¿Es posible, pues, que nosotros, los seres humanos, lleguemos a envolvernos en esta belleza de la acción, que es amor?

Sería extraordinario que todos nosotros, los que estamos aquí, pudiéramos llegar a comprender esto no como idea, no como algo que se ha de alcanzar especulativamente - y desde hoy mismo saliéramos efectivamente a una dimensión distinta y viviéramos una vida completa, total, sagrada. Tal es la Vida religiosa, no hay otra vida, no hay otra religión. Una vida así resolverá todos los problemas, porque el amor es extraordinariamente inteligente y práctico. Y posee la más elevada forma de sensibilidad. Además, en él hay humildad. Esto es lo único importante en la vida: o uno está empapado de amor o no lo está.

Si todos pudiéramos llegar a esto de modo natural, fácil, sin ningún esfuerzo o conflicto, entonces tendríamos una vida distinta, de gran inteligencia, perspicacia, claridad. Es esta claridad la que constituye una luz para uno mismo; esta claridad resuelve todos los problemas.

Interlocutor: ¿Significa esto que no hay que hacer planes?

Krishnamurti: Me temo que no. Yo tuve que hacer un plan cuando me levanté esta mañana para venir aquí: usted tiene que hacer un plan cuando va a tomar el tren. Mire, la inteligencia responderá a estas preguntas. Habiendo vivido una vida de imitación, de aceptación, de obediencia, de conformidad a una fórmula, cuando eso se le quita por la fuerza, o lo rechaza porque ve su absurdo, usted está perdido y dice: «¿Es que no debo hacer esto, aquello» Y ¿qué ocurre? Al contrario, si observa usted íntimamente, si observa realmente la estructura, la fórmula, el sistema en que vive; si lo ve y lo siente y lo prueba, entonces de esa observación surge la inteligencia, y ésta actuará. Esta inteligencia, por su misma naturaleza, es libre.

Jiddu Krishnamurti, libro La Libertad Interior,
 Saanen 1968. Jiddu Krishnamurti en español.