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"Te advierto, quien quieras que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses." ORACULO DE DELFOS

domingo, 13 de enero de 2019

EL DIOS DE SER PURO. «YO SOY» (8/8 2da parte de 2) (Respuesta sagrada)

¡MARAVILLOSA Semana!!!
CONOCER A DIOS
El Viaje del Alma hacia el Misterio de los Misterios
Deepak CHOPRA

FASE SIETE:
EL DIOS DE SER PURO. «YO SOY» (8/8 2da parte de 2)
(Respuesta sagrada)


¿Cuál es mi reto en la vida?
Ser yo mismo.

Al parecer, nada podría parecer más fácil que ser uno mismo, pero todos nos quejamos constantemente de lo duro que es. Cuando somos pequeños, nuestros padres no nos dejan ser nosotros mismos, porque ellos tienen ideas distintas sobre el hecho de comernos pasteles de chocolate enteros o de dibujar en las paredes con lápices. Más tarde, los profesores tampoco nos dejan ser nosotros mismos. Luego se entrevé la presión que se ejerce sobre el adolescente y, finalmente, cuando la sociedad ha impuesto sus normas, la libertad es todavía más restringida. Quizá si estuviésemos solos en una isla desierta podríamos ser nosotros mismos, pero incluso allí nos perseguirían la culpa y la vergüenza. No hay forma de sustraernos a la herencia de la represión.
Todo se reduce a un problema de límites y resistencias. Alguien nos impone un límite y nosotros nos resistimos para seguir siendo libres, por lo que «ser uno mismo» se convierte en algo relativo, y a menos que alguien nos diga qué es lo que no podemos hacer no tenemos nada a lo que oponernos.
Por implicación, mi vida no tendría forma alguna, y yo daría satisfacción a todos mis caprichos, cosa que es una forma de prisión. El hecho de tener cien esposas y un espléndido banquete no es ser nosotros mismos, es ser nuestros deseos.
En la fase siete, el problema se termina en el momento en que se funden los límites y la resistencia. Para estar en unidad, no podemos tener limitaciones, porque somos un todo, y esto es lo que llena nuestra percepción. La opción A y la opción B son iguales ante nuestros ojos. Cuando esto es verdad, el deseo puede fluir a donde quiera: algunas veces nos podremos comer el pastel entero, tener las cien esposas y caminar sobre la hierba. Pero si nos privamos de estas realizaciones también es bueno, porque yo no soy mis deseos y ser yo mismo ya no tiene la más ligera referencia exterior.
Todo esto ¿no me priva de elegir mis opciones? Sí y no al mismo tiempo. En la fase siete, todavía hay preferencias. Una persona puede querer vestir y hablar de una forma determinada e incluso puede decidir sus preferencias y sus antipatías, aunque todas esas cosas son residuos kármicos del pasado. Como yo hablo inglés e hindi, provengo de una familia de médicos, viajo mucho y escribo libros, estas influencias podrían muy bien persistir en la fase siete. Pero pasarían a un segundo plano, convirtiéndose en una mera decoración de mi existencia real, que es simplemente existir.
¿Cómo podría ser capaz de decir que este estado es real? Un escéptico que mirase la fase siete pretendería que la unidad es solamente una forma de autodecepción. Toda esta charla sobre el Todo y la Nada no elimina las necesidades de este mundo y, de hecho, los grandes místicos se guardan de los adornos de la vida ordinaria. El problema de la autodecepción parece ser más complicado cuando nos damos cuenta de que el ego, en su necesidad de continuar como centro de toda actividad, no tiene problema en pretender ganar en iluminación.
Recordemos la historia del monje de la túnica azafrán. 

Había una vez un joven en la India que frecuentaba un grupo de discusión con sus amigos. Todos ellos se consideraban buscadores serios y sus discusiones versaban sobre temas esotéricos sobre el alma, la existencia de una vida posterior y otros temas similares.
Una noche la conversación fue calentándose y el joven salió al exterior para tomar un poco de aire. Cuando volvió a la habitación, vio a un monje vestido con una túnica azafrán sentado a un lado.
Ninguna otra persona en la habitación parecía darse cuenta de su presencia. El joven se sentó sin decir nada. La discusión siguió a gritos, pero el monje permaneció silencioso y nadie se dio cuenta de nada. Ya era más de medianoche cuando el joven se levantó para irse y, con gran sorpresa, el monje de la túnica azafrán se levantó también y le siguió. Durante todo el camino hasta su casa, el monje le acompañó. Cuando el joven se levantó a la mañana siguiente, el monje estaba sentado junto a la cama de su habitación.
Probablemente porque era muy espiritual, la visión ni asustó al joven ni le hizo temer por su cordura, sino que estaba encantado de contar con la apacible presencia del monje cerca de él.
Durante toda la semana que siguió fueron compañeros, constantes, a pesar de que ninguno de ellos dijo nada. Pero el joven tenía que contarle la historia a alguien y escogió al maestro J. Krishnamurti de cuyos escritos he tomado esta historia.
—Ante todo, la visión lo significa todo para mí —empezó diciendo el joven—. Pero no soy el tipo de persona que necesita símbolos e imágenes para adorar y desprecio la religión. Solamente me interesa el budismo debido a su purismo, pero incluso en él no encuentro fuerza suficiente como para hacer que lo siga.
—Lo entiendo —dijo Krishnamurti—. ¿Cuál es, pues, tu pregunta?
—Quiero saber si esta figura es real o es sólo una figuración de mi mente. Tengo que saber la verdad.
—¿Dices que te ha traído mucho significado?
El joven se mostró entusiasmado.
—He sufrido una profunda transformación. Me siento alegre y en paz.
—¿Está ahora el monje contigo? —preguntó Krishnamurti.
El joven asintió dubitativo.
—Para ser totalmente honesto —dijo— el monje está empezando a desvanecerse. Ya no es tan vivido como al principio.
—¿Tienes miedo de perderlo?
El rostro del joven mostró ansiedad.
—¿Qué quieres decir? He venido aquí en busca de la verdad, pero no quiero que te lo lleves. ¿Te das cuenta de cómo me ha consumido esta visión? Para poder tener paz y alegría pienso en la visión y viene.
Krishnamurti le replicó:
—Vivir en el pasado, aunque sea agradable y edificante, te priva de la experiencia de ¡o que es, porque para la mente es difícil no vivir en mil ayeres. Toma esta imagen que tú aprecias. La memoria te inspira, te deleita y te proporciona un sentido de liberación, pero es sólo la muerte que inspira la vida.
El joven estaba alicaído y melancólico.
—¿O sea que no era real?
—La mente es complicada —dijo Krishnamurti—. La tenemos condicionada por el pasado y
también por la manera en que ella querría que las cosas fueran. Por tanto, ¿es realmente importante si esta figura es real o proyectada?
—No —admitió el joven—. Sólo importa que me ha mostrado mucho.
—¿Ah, sí? No te reveló el trabajo de tu propia mente y te convertiste en prisionero de tu experiencia. Por decirlo de alguna manera, esta visión introdujo el miedo en tu vida porque tenías miedo de perderla y también introdujo la codicia porque tú querías atesorar la experiencia y por ello perdiste la única cosa que esta visión pudo haberte aportado: el conocimiento de ti mismo. Sin ello, cada experiencia es una ilusión.

Para mí, este cuento es bello y conmovedor y vale la pena contarlo en detalle. Antes de la fase siete, no se puede saber todo el valor que tiene el ser uno mismo y puede darse forma a la experiencia para que nos aporte una gran inspiración, pero a la larga no es suficiente, porque cada imagen divina sigue siendo una imagen, y cada visión nos tienta a aferramos a ella. Para ser libre de verdad no nos queda otra opción que ser nosotros mismos. Somos el centro vivo alrededor del cual suceden todos los acontecimientos aunque, sin embargo, no hay ningún acontecimiento tan importante como para abandonarnos voluntariamente a él. Al ser nosotros mismos abrimos la puerta a lo que es, que es el juego infinito de inteligencia cósmica que se curva hacia atrás para conocerse a sí misma una y otra vez. De esta forma, la vida permanece fresca y cumple con las necesidades de renovarse a sí misma a cada momento.

¿Cuál es mi mayor fuerza?
La unidad.
¿Cuál es mi mayor obstáculo?
La dualidad.

Como cualquier otro nivel, éste debe madurar. Muchas personas han tenido destellos de unidad, pero esto no es lo mismo que vivir ahí permanentemente. Un destello de unidad puede ser algo así como sangrar en el paisaje, pero a diferencia del autismo, que puede hacer que un niño pierda los límites de la identidad, la experiencia es positiva, porque el ego se expande y alcanza una visión más elevada. En lugar de la necesidad de intuir cualquier cosa, somos simplemente esa cosa. La fase siete nos aporta la forma definitiva de empatía.
Lo opuesto de la unidad es la dualidad. Actualmente, casi todo el mundo cree en dos versiones dominantes de la realidad. Versión uno: sólo existe el mundo material y nada puede ser real si no obedece a las leyes físicas. Versión dos: existen dos realidades, la terrenal y la divina.
A la versión uno se la llama la visión secular e incluso las personas religiosas la adoptan para su uso cotidiano, aunque el creer totalmente en el materialismo, como hemos visto, se ha hecho inaceptable por un sinnúmero de razones. Esta versión no puede explicar los milagros creíbles y testificados y experiencias de muerte aparente, experiencias extracorporales, el testimonio de millones de personas que han visto escuchadas sus plegarias y, lo más convincente de todo, el descubrimiento del mundo cuántico, que no obedece a las leyes físicas ordinarias.
La segunda versión de la realidad es menos rígida y permite experiencias espirituales y milagros que existen solamente en los límites del mundo material. En este momento, alguien oye la voz de Dios, tiene una aparición de la Virgen María o entra en la luz. Estas experiencias dejan aún el mundo material intacto y, esencialmente, incólume. Podemos tener a Dios y un Mercedes al mismo tiempo, cada uno en su propio nivel. En otras palabras, aquí tenemos la dualidad.
Muchas religiones, de las cuales el cristianismo es un ejemplo de primera, declaran que Dios está en los cielos, inalcanzable excepto por medio de la fe, la plegaria, la muerte o la intervención de los santos, aunque esta dualidad se destruye una vez que curamos la división entre cuerpo, mente y espíritu. La dualidad es otra forma de referirnos a la separación y en el estado de separación afloran muchas ilusiones, el vapor y el hielo, la luz del sol y la de la electricidad, los huesos y la sangre, son ejemplos de cosas que parecen totalmente diferentes hasta que conocemos la ley de las transformaciones que convierten unas cosas en otras. Esto también es válido para el cuerpo y el alma que en separación no pueden ser más diferentes, hasta que encontramos las leyes que transforman en carne al espíritu invisible, inmortal y no creado.
En la India ha habido una fuerte tradición de no dualidad durante miles de años que se conoce como Vedanta, palabra que significa literalmente «el fin de los Vedas», el punto en que los textos sagrados ya no pueden serte de más ayuda, donde termina la enseñanza y surge la consciencia.

—¿Cómo sabemos que Dios es real? —preguntó una vez un discípulo a su gurú.
El gurú le replicó:
—Miro alrededor y veo el orden natural de la creación, hay una tremenda belleza en las cosas más sencillas. Nos sentimos vivos y despiertos ante la infinita majestad del cosmos y cuanto más profundamente miramos más sorprendente encontramos la creación. ¿Qué más necesitamos?
—Pero nada de esto prueba nada —protestó el discípulo.
El gurú sacudió su cabeza.
—Dices esto sólo porque no miras de verdad. Si pudieses mirar una montaña o una nube de lluvia durante un minuto sin tener dudas que bloqueen tu camino, la evidencia de Dios se revelaría instantáneamente.
—Entonces, dime qué es lo que se revela —insistió el discípulo—. Después de todo tengo los
mismos ojos que tú.
—Algo sencillo, indiviso, nonato, eterno, sólido como una roca, ilimitado, independiente, invulnerable, extático y omnisciente —replico el gurú.
El discípulo sintió una oleada de desesperación.
—¿Tú ves todo esto? Entonces tendré que abandonar, porque es posible que yo no pueda aprender a percibir una maravilla así.
—No, estás equivocado —dijo el gurú—. Todos nosotros vemos la eternidad en todas direcciones, pero elegimos dividirla en trocitos de tiempo y de espacio. Existe una cualidad del todo que debería darte esperanza, porque quiere compartir.

Si la mente divina quiere compartirse a sí misma con nosotros y nosotros estamos dispuestos a aceptarlo, la fase siete está preparada para la unidad. El principal dogma de Vedanta es extremadamente sencillo: la dualidad es demasiado débil como para durar siempre. Tomemos cualquier pecado o engaño y a su debido tiempo terminará. Tomemos cualquier placer y a su debido tiempo empezará a empalagar. Tomemos un sueño, por profundo que sea, y a su debido tiempo tendremos que despertar. En Vedanta dicen que la única cosa real es el éxtasis eterno de la consciencia (sat chit ananda). Estas palabras prometen que lo intemporal me espera cuando lo temporal expire, el goce de los éxtasis de fuera de la vida y que la vigilia viene después del sueño. En esta simplicidad, toda la noción de dualidad se pliega, revelándonos la unidad que hay detrás de toda ilusión.

¿Cuál es mi mayor tentación?
Ir más allá de la tentación.

Cuando lo tenemos todo no podemos ser tentados. Y aún es mejor cuando no nos lo pueden quitar. El Vedanta se expresa en un famoso dicho: «Yo soy Esto, Tú eres Esto y Todo es Esto.»
Cuando los antiguos sabios se referían a Esto, se referían a un poder invisible pero muy real: el poder de la existencia. Lo tenemos para siempre cuando podemos decir: «Yo soy este poder, tú eres este poder y todo lo que está alrededor nuestro es este poder.» También se adaptan bien otras palabras como gracia, divinidad, la luz, alfa y omega, aunque ninguna de las cuales se equipara con la experiencia, que es muy personal y totalmente universal al mismo tiempo.
El sabio Vasishtha fue uno de los primeros seres humanos que se dio cuenta de que sólo percibimos el mundo que filtramos a través de nuestras mentes. Cualquier cosa que podamos imaginarnos es un producto de mi experiencia hasta este momento, y éste es el más ínfimo de los fragmentos de lo que podemos saber. Tal y como Vasishtha mismo escribió:

Hay mundos infinitos que van y vienen
en el vasto expandir de la conciencia,
como motas de polvo danzando en un rayo de luz.

Esto nos recuerda que el mundo material es solamente un producto de mi consciencia, tal y como lo es el cielo. Por lo tanto, tengo todo el derecho de intentar conocer a Dios, un viaje que empieza en el misterio y el silencio termina en mi mismo.
Durante nuestra estancia en la cueva sagrada que visité sobre el Ganges, no me di cuenta hasta el último momento de que en aquel lugar había alguien más. Nuestro grupo estaba perdido en el vasto silencio que allí se había formado y se había hecho evidente sin ninguna sombra de duda que Dios existía, no como una persona sino como una inteligencia infinita moviéndose a infinita velocidad a través de infinitas dimensiones, un creador con el que la física moderna también podría entenderse.
Pero en aquel momento, ninguno de nosotros pensaba nada, nos levantamos y en la penumbra sentimos que no estábamos solos y atisbando en la penumbra, descubrimos la forma apenas perceptible de otra persona que había estado allí durante todo el rato; se trataba del santo anciano que no pudo entregarnos la llave cuando llegamos. Estaba sentado en la posición del loto y no se había movido cuando nosotros entramos ni se había movido hasta aquel momento.
Partimos en silencio y, cuando salimos a la cegadora luz del día, comenzó a palidecer todo cuanto habíamos compartido. Mi mente empezó de nuevo a revolverse y durante unos minutos fue normal que las primeras palabras sonaran como ásperos címbalos. Las distracciones normales hicieron aparición, pero me quedó durante semanas un cierto sabor de aquella caverna en forma de una tranquila certidumbre de que nunca más habría nada que andará mal. Esto no es como ser nonato, eterno, duro como una piedra, ilimitado, invulnerable, extático y omnisciente, aunque estoy más cerca de ello, más cerca del origen. Por una vez, mi mente saltó la valla de la vida cotidiana y aterrizó en un lugar agradable, donde no es necesario esfuerzo alguno. Abrí la puerta del lado de la eternidad y ahora puedo apreciar las palabras de Rumi:

Cuando yo muera
me elevaré con ángeles.
Y cuando muera para los ángeles
no puedo imaginarme
qué será de mí.

DIOS ES COMO NOSOTROS
¿QUIÉN ES DIOS?
Fase uno. Respuesta luchar o huirDios protector
Vengativo
Caprichoso
Rápido en su ira
Celoso
Crítico decidiendo recompensa y castigo
Insondable
Algunas veces misericordioso
Fase dos. Respuesta reactiva: Dios todopoderoso
Soberano
Omnipotente
Justo
Quien responde a las plegarias
Imparcial
Racional
Organizado en normas
Fase tres. Respuesta de la conciencia en reposo: Dios de paz
Desapegado
Calmado
Ofrece consolación
Poco exigente
Conciliador
Silencioso
Meditativo
Fase cuatro. Respuesta intuitiva: Dios redentor
Comprensivo
Tolerante
Misericordioso
No crítico
Completo
Acogedor
Fase cinco. Respuesta creativa: Dios creador
Potencial creativo ilimitado
Control sobre el espacio y el tiempo
Abundante
Abierto
Generoso
Desea ser conocido
Inspirado
Fase seis. Respuesta visionaria: Dios de milagros
Transformador
Místico
Iluminado
Está más allá de las causas
Existe
Cura
Mágico
Alquimista
Fase siete. Respuesta sagrada: Dios de ser puro, «Yo soy»
Nonato
Inmortal
Inmutable
Inamovible
No manifiesto
Inconmensurable
Invisible
Intangible
Infinito
¿QUÉ CLASE DE MUNDO CREÓ DIOS?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: un mundo de mera supervivencia.
Fase 2. Respuesta reactiva: un mundo de competencia y ambición.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: un mundo de soledad interna y autosuficiencia.
Fase 4. Respuesta intuitiva: un mundo de percepción y de crecimiento personal.
Fase 5. Respuesta creativa: un mundo de artes, invención y descubrimientos.
Fase 6. Respuesta visionaria: un mundo de profetas, sabios y videntes.
Fase 7. Respuesta sagrada: un mundo trascendente.
¿QUIÉN SOY?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: un superviviente.
Fase 2. Respuesta reactiva: ego, personalidad.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: testigo silencioso.
Fase 4. Respuesta intuitiva: conocedor interno.
Fase 5. Respuesta creativa: co-creador.
Fase 6. Respuesta visionaria: conciencia iluminada.
Fase 7. Respuesta sagrada: el origen.
¿CÓMO ENCAJO EN ESTO?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: voy tirando.
Fase 2. Respuesta reactiva: gano.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: estoy centrado.
Fase 4. Respuesta intuitiva: entiendo.
Fase 5. Respuesta creativa: pruebo, intento.
Fase 6. Respuesta visionaria: amo.
Fase 7. Respuesta sagrada: yo soy.
¿CÓMO ENCONTRARÉ A DIOS?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: temor, devoción amorosa.
Fase 2. Respuesta reactiva: respeto, obediencia.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: meditación, contemplación silenciosa.
Fase 4. Respuesta intuitiva: autoaceptación.
Fase 5. Respuesta creativa: inspiración.
Fase 6. Respuesta visionaria: gracia.
Fase 7. Respuesta sagrada: trascendiendo.
¿CUÁL ES LA NATURALEZA DEL BIEN Y DEL MAL?
Fase 1. Respuesta luchar o huir
Dios es seguridad, confort, alimento, asilo y familia.
El mal es amenaza física y abandono.
Fase 2. Respuesta reactiva
El bien es tener aquello que deseas.
El mal es cualquier obstáculo para tener aquello que deseas.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo
Dios es claridad, calma interior, y contacto con uno mismo.
El mal es desorden interior y caos.
Fase 4. Respuesta intuitiva
Dios es claridad y ve la verdad.
El mal es ceguera y niega la verdad.
Fase 5. Respuesta creativa
El bien es un alto nivel de conciencia.
El mal es un bajo nivel de conciencia.
Fase 6. Respuesta visionaria
El bien es una fuerza cósmica.
El mal es otro aspecto de la misma fuerza.
Fase 7. Respuesta sagrada
El bien es la unión de todo lo opuesto.
El mal ya no existe.
¿CUÁL ES MI RETO EN LA VIDA?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: sobrevivir, proteger y mantener.
Fase 2. Respuesta reactiva: conseguir lo máximo.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: estar comprometido y desapegado.
Fase 4. Respuesta intuitiva: ir más allá de la dualidad.
Fase 5. Respuesta creativa: alinearme con el Creador.
Fase 6. Respuesta visionaria: obtener la liberación.
Fase 7. Respuesta sagrada: ser yo mismo.
¿CUÁL ES MI MAYOR. FUERZA?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: el coraje.
Fase 2. Respuesta reactiva: los logros.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: la autonomía.
Fase 4. Respuesta intuitiva: la percepción.
Fase 5. Respuesta creativa: la imaginación.
Fase 6. Respuesta visionaria: la santidad.
Fase 7. Respuesta sagrada: la unidad.
¿CUÁL ES MI MAYOR. OBSTÁCULO?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: miedo a perder, abandono.
Fase 2. Respuesta reactiva: la culpa, la victimización.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: el fatalismo.
Fase 4. Respuesta intuitiva: el engaño.
Fase 5. Respuesta creativa: mi propia importancia.
Fase 6. Respuesta visionaria: el falso idealismo.
Fase 7. Respuesta sagrada: la dualidad.
¿CUÁL ES MI MAYOR TENTACIÓN?
Fase 1. Respuesta luchar o huir: la tiranía.
Fase 2. Respuesta reactiva: la adicción.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo: la introversión.
Fase 4. Respuesta intuitiva: la decepción.
Fase 5. Respuesta creativa: el solipsismo.
Fase 6. Respuesta visionaria: el martirio.
Fase 7. Respuesta sagrada: ir más allá de la tentación.
PARA TENER LO QUE QUIERAS
Los siete niveles de la realización Dios es otro de los nombres de la inteligencia infinita. Para alcanzar algo en la vida, debemos ponernos en contacto y utilizar una parte de esta inteligencia; en otras palabras, Dios está siempre disponible. Las siete respuestas del cerebro humano son avenidas para realizar alguno de los aspectos de Dios, y cada uno de los niveles de realización prueba la realidad de Dios para ese nivel en concreto.
Fase 1. Respuesta luchar o huir
Realizamos nuestras vidas basándonos en la familia, la comunidad el sentido de la propiedad y el bienestar material.
Fase 2. Respuesta reactiva
Realizamos nuestra vida por medio del éxito, el poder, la influencia, el estatus y otras
satisfacciones del ego.
Fase 3. Respuesta de la conciencia en reposo
Realizamos nuestras vidas disfrutando de la paz, la concentración, la aceptación de uno mismo y el silencio interior.
Fase 4. Respuesta intuitiva
Realizamos nuestras vidas basándonos en la percepción, la empatía, la tolerancia y el perdón.
Fase 5. Respuesta creativa
Realizamos nuestras vidas teniendo en cuenta la inspiración, la creatividad expandida al arte o a la ciencia y a los descubrimientos ilimitados.
Fase 6. Respuesta visionaria
Realizamos nuestras vidas a través de la reverencia, la compasión, el servicio dedicado y el amor universal.
Fase 7. Respuesta sagrada
Realizamos nuestras vidas integrándonos y uniéndonos con lo divino.

Los siete niveles de los milagros

Un milagro es una exhibición de poder más allá de los cinco sentidos. Aunque los milagros tienen lugar en la zona de transición, difieren según los niveles. En general, los milagros se hacen «sobrenaturales» después de la cuarta o quinta respuesta del cerebro, pero cada milagro implica un contacto directo con el espíritu.
Nivel 1. Respuesta luchar o huir
Milagros que implican sobrevivir a un gran peligro, rescates imposibles, un sentido de la  protección divina. Ejemplo: una madre que corre a una casa en llamas para rescatar a su hijo o que levanta un coche que ha atrapado un niño.
Nivel 2. Respuesta reactiva
Milagros que implican logros increíbles y éxito, control sobre la mente o el cuerpo.
Ejemplo: hechos extremos de artes marciales, niños prodigio con dones inexplicables en música o matemáticas, el surgir de un Napoleón de poderes inmenso desde una cuna humilde (hombres del destino).
Nivel 3. Respuesta de la conciencia en reposo
Milagros que implican sincronicidad, poderes yóguicos, premoniciones, el poder sentir a Dios o a los ángeles. Ejemplo: yoguis que pueden cambiar su temperatura corporal o el ritmo cardíaco a voluntad; ser visitados por alguien que vive lejos y que acaba de morir o recibir la visita del ángel de la guarda.
Nivel 4. Respuesta intuitiva
Milagros que implican la telepatía, fenómenos extrasensoriales, conocimiento de vidas pasadas o futuras, poderes proféticos. Ejemplo: leer los pensamientos o el aura de los demás, hacer predicciones psíquicas o proyecciones astrales a otros lugares.
Nivel 5. Respuesta creativa
Milagros que implican la inspiración divina, el genio artístico o la realización espontánea de deseos (deseos que se hacen realidad). Ejemplo: la bóveda de la capilla Sixtina; tener un
pensamiento que repentinamente se manifiesta; las percepciones de Einstein sobre el tiempo y la relatividad.
Nivel 6. Respuesta visionaria
Milagros que implican curación, transformaciones físicas, apariciones santas, hechos sobrenaturales al más alto nivel. Ejemplo: andar sobre las aguas; curación de enfermedades incurables por el mero contacto; revelación directa de la Virgen María.
Nivel 7. Respuesta sagrada
Milagros que implican una evidencia interior de iluminación. Ejemplo: vidas de los grandes profetas y maestros como Buda, Jesús, Lao Tse.