(Jn 9,39)
Imaginate a un político que está convencido de que no puede ser feliz si no alcanza el poder: va a endurecer su sensibilidad para el resto de su vida. Apenas tiene tiempo para dedicarlo a su familia y a sus amigos. De pronto ve a todos los seres humanos -y reacciona ante ellos- en función de la ayuda o la amenaza que puedan suponer para su ambición. Y los que no suponen ninguna de las dos cosas ni siquiera existen para él. Si además de este ansia de poder, está apegado a otras cosas, como el sexo o el dinero, el pobre hombre será tan selectivo en sus percepciones que casi puede afirmarse que esta ciego. Esto es algo que ve todo el mundo, excepto el mismo. y es también lo que conduce al rechazo del Mesías, al rechazo de la verdad, la belleza y la bondad, porque uno se ha hecho ciego para percibirlas.
Imagínate ahora a ti mismo escuchando una orquesta cuyos timbales suenan tan fuerte que hacen que no se oiga nada más. Naturalmente, para disfrutar de una sinfonía tienes que poder oír cada uno de los instrumentos. Del mismo modo, para vivir en ese estado que llamamos "amor" tienes que ser sensible a la belleza y al carácter único de cada una de las cosas y personas que te rodean. Difícilmente podrás decir que amas aquello que ni siquiera ves; y si únicamente ves a unos cuantos seres, pero excluyes a otros, eso no es amor ni nada que se le parezca, porque el amor no excluye absolutamente a nadie, sino que abraza la vida entera: el amor escucha la sinfonía como un todo, y no únicamente tal o cual instrumento.
Detente ahora por unos instantes y observa como tus apegos -al igual que el apego del político al poder, o el del hombre de negocios al dinero- te impiden apreciar debidamente la sinfonía de la vida. o tal vez prefieras verlo de esta otra manera: existe una enorme cantidad de información que, procedente del mundo que te rodea, afluye hacia ti a través de los sentidos, los tejidos y los diversos órganos de tu cuerpo, pero tan sólo una pequeña parte de esa información consigue llegar a tu mente consciente. Es algo parecido a lo que ocurre con la inmensa cantidad de "feedback" que se envía al Presidente de una Nación: sólo una mínima parte de la misma llega hasta él, porque alguien de su entorno se encarga de filtrar y tamizar dicha información. ¿Quien decide, pues, lo que finalmente, de entre todo el material que te llega del mundo circundante se abre camino hasta tu mente consciente? Hay tres "filtros" que actúan de manera determinante: TUS APEGOS, TUS CREENCIAS Y TUS MIEDOS.
En primer lugar, TUS APEGOS: inevitablemente, siempre prestarás atención a lo que favorece o pone en peligro dichos apegos, y fingirás no ver lo demás. Lo demás no te interesará más de cuanto pueda interesarle al avaro hombre de negocios cualquier cosa que no suponga hacer dinero. En segundo lugar, TUS CREENCIAS: piensa por un momento en el individuo fanático que tan sólo se fija en aquello que confirma lo que él cree y apenar percibe cuando pueda ponerlo en entredicho, y comprenderás lo que tus creencias suponen para ti . Finalmente TUS MIEDOS: si supieras que ibas a ser ejecutado dentro de una semana, tu mente se centraría exclusivamente en ello y no podrías pensar en otra cosa. Esto es lo que hacen los miedos: fijar tu atención en determinadas cosas, excluyendo todas las demás. Piensas equivocadamente que tus miedos te protegen, que tus creencias te han hecho se lo que eres y que tus apegos hacen de tu vida algo apasionante y firme. Y no ves, sin embargo que todo ello constituye una especie de pantalla o filtro entre ti y la sinfonía de la vida.
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