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"Te advierto, quien quieras que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses." ORACULO DE DELFOS

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Hacia una civilización Solar

¿Por qué el sol da luz, calor y vida a todas las criaturas sin discriminación,
tanto a los criminales como a los santos y a los justos? ¿Está ciego, no ve los
crímenes, no es más que algo mecánico, sin inteligencia ni discernimiento, al que
poco importan la bondad o la maldad, la rectitud o la falta de honradez? No, el
sol ve las faltas de los humanos mucho mejor que cualquiera, pero para él éstas
son cosas minúsculas en comparación a la inmensidad de su luz y de su calor.
Todo lo que nos parece monstruoso y terrible, para él son pequeños errores,
pequeñas destrucciones y pequeñas suciedades... Ellos suprime, los repara, los
lava y continúa ayudando a los humanos, hasta que alcancen la perfección, con
una paciencia ilimitada.
Os preguntaréis: «Pero a qué se debe esta generosidad? ¿Qué filosofía puede
tener el sol en su cabeza?» Ahora lo vais a ver. El sol tiene un concepto del
género humano: ve la eternidad y la inmortalidad del alma humana, sabe muy
bien que la humanidad es un fruto todavía verde, áspero, duro y ácido. Entonces
él, que sabe madurar los frutos de los árboles, que los llena poco a poco de azúcar y de perfume hasta que los hace deleitosos, quiere también madurar a la humanidad. Pero como comprende que para la humanidad hace falta más tiempo
que para los árboles y los frutos, ha decidido tener paciencia.
Sabe que calentando a un criminal, éste acabará un día por estar tan fatigado y
descorazonado de sí mismo, que se abandonará a la influencia benéfica del sol...
y llegará a ser un ser adorable, delicado, un poeta, un músico, un bienhechor de la
humanidad.
El sol no abandona a los hombres porque sabe que si los abandona, su
evolución fracasará; ya no habrán frutos maduros, no habrán santos ni profetas,
no habrán divinidades sobre la tierra. El sol continúa iluminando y calentando a
los hombres porque conoce las causas y las consecuencias, el comienzo y el fin,
conoce el camino de la evolución... De otra forma, se pondría furioso, se cerraría,
se obscurecería ¡y sería el fin del ser humano! El sol brilla siempre, lo cual
prueba que conoce la meta de su trabajo, la finalidad de la creación, y continúa
ayudando a los humanos hasta su madurez.
Para el sol somos como granos plantados en alguna parte del suelo espiritual:
bajo sus rayos podemos dar flores coloreadas y con perfumes tan extraordinarios
que incluso las divinidades se quedan extasiadas. ¿Qué es una flor? No sabe ni
cantar, ni danzar, ni tocar el violín, y sin embargo los cantores, los bailarines y
los músicos se maravillan ante ella... Si nosotros sabemos ser como flores, ¿por
qué las divinidades que están tan por encima de nosotros no vendrán a extasiarse?
Dirán: «¡Oh! ¡qué bellas flores!» y se ocuparán de nosotros para hacernos todavía
más puros, más luminosos y más perfumados.
Esto es lo que sabe el sol, y por eso es el único que no cesa nunca de hacer el
bien a los humanos. Los demás se cansan, cierran la tienda y desaparecen de la
circulación: ¡enterrados! Pero el sol siempre está ahí, triunfante, resplandeciente.
El dice: «Venid, bebed, tomad... ¿Habéis hecho tonterías?.. No os quiero mal.
Los humanos son egoístas, malvados, vengativos, y si os cogen no respondo de
vosotros. Pero yo no os haré ningún daño, venid, exponeos a mis rayos... ¡No me
cansaré de daros!» Así pues, si se tomara al sol como ideal, como modelo,
seríamos mejores. Junto a él se encuentra el valor para olvidar todas las
dificultades, todas las decepciones que se producen debido a los humanos.
Pensando como el sol, nos convertimos en una divinidad, nunca perdemos la
paciencia. Todos los demás capitulan y al cabo de algún tiempo os dicen:
«¡Marchaos! ¡No quiero veros más! He hecho todo lo que he podido por
vosotros, pero ahora estoy cansado. Iros.» Pero el sol, nunca se cansa...
Comprenderéis ahora por qué os llevo hacia el sol, por qué él es el único que
puede inspiraros sentimientos nobles y divinos.
Para conocer mejor la filosofía del sol, un día me cité con él. Sí, nos
encontramos... en un bar, pedimos aperitivos y enseguida le dije: «Oh querido
sol, hay algo que quisiera preguntarte, pues no está todavía muy claro en mi
corazón. ¿Por qué eres tan luminoso? - Porque ardo de amor, dijo, y el amor hace
que brille la luz. Pero explícame, ¿cómo haces para seguir todavía amando y
alumbrando a los humanos, cuando ves mejor que nadie que son malvados? - Oh,
hace mucho tiempo que decidí no ocuparme de como son. Me ocupo solamente
de mí y como me gusta difundir el calor de mi amor, continúo y soy yo quien
disfruta. Ahora bien, que los humanos me aprecien o no, me da igual, y te
aconsejo que hagas lo mismo, pues si tienes en cuenta lo que son los humanos,
nunca podrás estar a su lado.»
Así pues decidí imitar al sol y por ello he podido continuar mi trabajo. Si
creéis que hay mucha gente que me aprecia y que están aquí para ayudarme, os
equivocáis. Hay muchos a los que molesto y a los que les gustaría
desembarazarse de mí. Y os aseguro que viendo lo ruines, malvados, interesados
e ingratos que son, me dan ganas de no ocuparme más de los humanos. Pero
afortunadamente el sol está aquí y me susurra: «Acuérdate de nuestra
conversación en el bar. - ¡Ah sí, sí!» digo; y continúo... Vosotros también, ¿por
qué no imitáis al sol?
Es verdad que la ciencia ya ha calculado la fecha de su muerte y según algunos
sabios americanos, ¡está muy achacoso! En realidad el sol posee el secreto de
prolongar su vida tanto como quiera, hasta lograr la perfección de toda su familia.
Sí, porque tiene una familia que educar, que alimentar: todos los planetas que
están a su alrededor son sus hijos, y no puede morir antes de que sus hijos hayan
alcanzado la perfección, es decir antes de que lleguen a ser soles como él.


jueves, 4 de noviembre de 2010

El Día en que Jesus Guardo Silencio

Aun no llego a comprender cómo ocurrió,
si fue real o un sueño.
Solamente recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano.
El cansancio me fue venciendo y empece a cabecear…
En algún lugar entre la semi-inconsciencia y los sueños
me encontré en aquel inmenso salón,
no tenía nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros,
como los que tienen las grandes bibliotecas.
Los ficheros iban del suelo al techo y parecía interminable en ambas direcciones.
Tenían diferentes rótulos.
Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado:
"Muchachas que me han gustado".
Lo abrí descuidadamente y empecé a pasar las fichas.
Tuve que detenerme por la impresión…
había reconocido el nombre de cada una de ellas:
¡Se trataba de las muchachas que a mí me habían gustado!.
Sin que nadie me lo dijera empecé a sospechar donde me encontraba.
Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes detalles, momentos que mi memoria había ya olvidado.
Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido.
Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para ver si alguien me observaba.
El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban".
Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté",
otros títulos eran: "Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño", "Videos que he visto"… no dejaba de sorprenderme de los títulos.
En algunos ficheros habían muchas más tarjetas de las que esperaba y otras veces menos de lo que yo pensaba.
Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado.
¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas?. Pero cada tarjeta confirmaba la verdad.
Cada una escrita con mi letra…
cada una llevaba mi firma.\
Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin.
Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido.
Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió mi cuerpo.
Solo abrí el cajón unos centímetros. Me avergonzaría conocer su tamaño.
Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido.
Me sentí asqueado al constatar que "ese" momento, escondido en la oscuridad, había quedado registrado… no necesitaba ver más… un instinto animal afloró en mí.
Un pensamiento dominaba mi mente, nadie debe de ver estas tarjetas jamás!!!.
Nadie debe entrar jamás a este salón…
¡Tengo que destruirlo!.
En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido.
Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola tarjeta del cajón.
Me desesperé y traté de tirar con más fuerza, sólo para descubrir que eran más duras que el acero cuando intentaba arrancarlas.
Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar.
Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invencible de mis miserias, empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación:
"Personas a las que les he compartido el Evangelio".
La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas.
Las lágrimas volvieron a brotar de mis ojos.
Lloraba tan profundo que no podía respirar.
Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza.
Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre.
Y mientras me limpiaba las lágrimas, lo vi… ¡Oh no!… Por favor, ¡no!,… ¡Él no!,
¡Cualquiera menos Jesús!.
Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas.
No soportaría ver su reacción.
En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada.
Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos.
¿Por qué tiene que leerlos todos?.
Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo.
Él se acercó y puso sus manos en mis hombros. Pudo haber dicho muchas cosas.
Pero Él no dijo una sola palabra.
Allí estaba junto a mí… en silencio.
Era el día en que Jesús guardo silencio… y lloró conmigo.
Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío.
¡No! le grité, corriendo hacia Él.
Lo único que atiné a decir fue solamente…
¡No!, ¡No!, ¡No!, mientras le arrebaté la ficha de su mano.
Su nombre no tenía por que estar en esas fichas.
No eran sus culpas, ¡eran las mías!, pero allí estaban, escritas en un rojo vivo.
Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre.
Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas.
No entiendo como lo hizo tan rápido.
Al siguiente instante lo vi cerrar el útimo archivo y venir a mi lado.
Me miro con ternura a los ojos y me dijo:
"Consumado es… está terminado, Yo he cargado con tu vergüenza y culpa".
En eso salimos juntos del Salón…
salón que aún permanece abierto…
porque todavía faltan más tarjetas que escribir…
Aun no sé si fue un sueño, una visión, o una realidad…
pero, de lo que sí estoy convencido,
es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón,
encontrará más fichas de que alegrarse,
menos tiempo perdido
y menos fichas vanas y vergonzosas.--

martes, 2 de noviembre de 2010

Festival de las Luces

El decimoquinto día de Kartik se celebra el Festival Diwali de cinco días de duración en la India.
"Diwali" significa "filas de lámparas encendidas" o "hilera de lamparas", se conoce como "Festival de las Luces" similar a la fiesta judía de Hannukah.

En este festival se celebra la victoria del bien sobre el mal, la gloria en la Luz.

Durante Diwali, los hogares se limpian exhaustivamente y las ventanas se abren para darle la bienvenida a Lakshmi, la diosa hindú de la fortuna, y para ello, se encienden velas y lámparas para saludarla. Se intercambian regalos y se preparan comidas festivas, esta celebración tiene el mismo significado que la navidad para los Cristianos.

Hay en la India diferentes manifestaciones del festival, debido a la cantidad de regiones que la conforman, en una, el Festival comienza con Dhanteras, un día dedicado a venerar a Lakshmi,
los comerciantes adornan y renuevan los locales,
las entradas se hacen coloridas para recibir a la diosa de la abundancia y la prosperidad.
Se compran adornos de oro y plata, dos ornamentos nuevos y se mantienen las luces toda la noche, Dhanteras se celebra con gusto y entusiasmo y se le ofrecen dulces a la Diosa.
El segundo día del festival, se rinde culto a Kali, la diosa de la Fortaleza. En este día también se hace hincapié en la abolición de la pereza y el mal.
El tercer día (el último día del año en el calendario lunar), las lámparas se encienden y brillan intensamente en cada hogar. La lampara simboliza el conocimiento y promueve la reflexión respecto del propósito de cada día del festival. El objetivo es recordar el propósito durante todo el año.
El cuarto día de Diwali cae el primer día del Año Nuevo lunar. En ese momento, se cierran las antiguas cuentas de negocios y se abren nuevos libros. Se rinde culto a dichos libros en una ceremonia especial y se alienta a los participantes a que eliminen el enojo, el odio y la envidia de sus vidas.
En el último día del festival se recuerda Bali, un antiguo rey hindú. Bali destruyó las antiguas filosofías seculares; sin embargo, además de esta reforma, se recuerda a Bali por ser una persona generosa.
El objetivo de este día es ver lo bueno en el prójimo, incluidos los enemigos.
Un buen momento para perdonar y comenzar de nuevo, reflexionar e invocar la Luz Divina.