tanto a los criminales como a los santos y a los justos? ¿Está ciego, no ve los
crímenes, no es más que algo mecánico, sin inteligencia ni discernimiento, al que
poco importan la bondad o la maldad, la rectitud o la falta de honradez? No, el
sol ve las faltas de los humanos mucho mejor que cualquiera, pero para él éstas
son cosas minúsculas en comparación a la inmensidad de su luz y de su calor.
Todo lo que nos parece monstruoso y terrible, para él son pequeños errores,
pequeñas destrucciones y pequeñas suciedades... Ellos suprime, los repara, los
lava y continúa ayudando a los humanos, hasta que alcancen la perfección, con
una paciencia ilimitada.
Os preguntaréis: «Pero a qué se debe esta generosidad? ¿Qué filosofía puede
tener el sol en su cabeza?» Ahora lo vais a ver. El sol tiene un concepto del
género humano: ve la eternidad y la inmortalidad del alma humana, sabe muy
bien que la humanidad es un fruto todavía verde, áspero, duro y ácido. Entonces
él, que sabe madurar los frutos de los árboles, que los llena poco a poco de azúcar y de perfume hasta que los hace deleitosos, quiere también madurar a la humanidad. Pero como comprende que para la humanidad hace falta más tiempo
que para los árboles y los frutos, ha decidido tener paciencia.
Sabe que calentando a un criminal, éste acabará un día por estar tan fatigado y
descorazonado de sí mismo, que se abandonará a la influencia benéfica del sol...
y llegará a ser un ser adorable, delicado, un poeta, un músico, un bienhechor de la
humanidad.
El sol no abandona a los hombres porque sabe que si los abandona, su
evolución fracasará; ya no habrán frutos maduros, no habrán santos ni profetas,
no habrán divinidades sobre la tierra. El sol continúa iluminando y calentando a
los hombres porque conoce las causas y las consecuencias, el comienzo y el fin,
conoce el camino de la evolución... De otra forma, se pondría furioso, se cerraría,
se obscurecería ¡y sería el fin del ser humano! El sol brilla siempre, lo cual
prueba que conoce la meta de su trabajo, la finalidad de la creación, y continúa
ayudando a los humanos hasta su madurez.
Para el sol somos como granos plantados en alguna parte del suelo espiritual:
bajo sus rayos podemos dar flores coloreadas y con perfumes tan extraordinarios
que incluso las divinidades se quedan extasiadas. ¿Qué es una flor? No sabe ni
cantar, ni danzar, ni tocar el violín, y sin embargo los cantores, los bailarines y
los músicos se maravillan ante ella... Si nosotros sabemos ser como flores, ¿por
qué las divinidades que están tan por encima de nosotros no vendrán a extasiarse?
Dirán: «¡Oh! ¡qué bellas flores!» y se ocuparán de nosotros para hacernos todavía
más puros, más luminosos y más perfumados.
Esto es lo que sabe el sol, y por eso es el único que no cesa nunca de hacer el
bien a los humanos. Los demás se cansan, cierran la tienda y desaparecen de la
circulación: ¡enterrados! Pero el sol siempre está ahí, triunfante, resplandeciente.
El dice: «Venid, bebed, tomad... ¿Habéis hecho tonterías?.. No os quiero mal.
Los humanos son egoístas, malvados, vengativos, y si os cogen no respondo de
vosotros. Pero yo no os haré ningún daño, venid, exponeos a mis rayos... ¡No me
cansaré de daros!» Así pues, si se tomara al sol como ideal, como modelo,
seríamos mejores. Junto a él se encuentra el valor para olvidar todas las
dificultades, todas las decepciones que se producen debido a los humanos.
Pensando como el sol, nos convertimos en una divinidad, nunca perdemos la
paciencia. Todos los demás capitulan y al cabo de algún tiempo os dicen:
«¡Marchaos! ¡No quiero veros más! He hecho todo lo que he podido por
vosotros, pero ahora estoy cansado. Iros.» Pero el sol, nunca se cansa...
Comprenderéis ahora por qué os llevo hacia el sol, por qué él es el único que
puede inspiraros sentimientos nobles y divinos.
Para conocer mejor la filosofía del sol, un día me cité con él. Sí, nos
encontramos... en un bar, pedimos aperitivos y enseguida le dije: «Oh querido
sol, hay algo que quisiera preguntarte, pues no está todavía muy claro en mi
corazón. ¿Por qué eres tan luminoso? - Porque ardo de amor, dijo, y el amor hace
que brille la luz. Pero explícame, ¿cómo haces para seguir todavía amando y
alumbrando a los humanos, cuando ves mejor que nadie que son malvados? - Oh,
hace mucho tiempo que decidí no ocuparme de como son. Me ocupo solamente
de mí y como me gusta difundir el calor de mi amor, continúo y soy yo quien
disfruta. Ahora bien, que los humanos me aprecien o no, me da igual, y te
aconsejo que hagas lo mismo, pues si tienes en cuenta lo que son los humanos,
nunca podrás estar a su lado.»
Así pues decidí imitar al sol y por ello he podido continuar mi trabajo. Si
creéis que hay mucha gente que me aprecia y que están aquí para ayudarme, os
equivocáis. Hay muchos a los que molesto y a los que les gustaría
desembarazarse de mí. Y os aseguro que viendo lo ruines, malvados, interesados
e ingratos que son, me dan ganas de no ocuparme más de los humanos. Pero
afortunadamente el sol está aquí y me susurra: «Acuérdate de nuestra
conversación en el bar. - ¡Ah sí, sí!» digo; y continúo... Vosotros también, ¿por
qué no imitáis al sol?
Es verdad que la ciencia ya ha calculado la fecha de su muerte y según algunos
sabios americanos, ¡está muy achacoso! En realidad el sol posee el secreto de
prolongar su vida tanto como quiera, hasta lograr la perfección de toda su familia.
Sí, porque tiene una familia que educar, que alimentar: todos los planetas que
están a su alrededor son sus hijos, y no puede morir antes de que sus hijos hayan
alcanzado la perfección, es decir antes de que lleguen a ser soles como él.