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lunes, 3 de abril de 2017

El cuerpo, el alma y el espíritu


¡MARAVILLOSA Semana!!!

Desde lo alto de su castillo, un rey ve llegar a un caballero. 
Éste va a caballo y, muy contento, lleva un dragón en los brazos. 
El rey le grita: 
«¡Estúpido, tu misión era matar al dragón y traer a la doncella!».

¿Qué representarían, según el psicoanálisis, el dragón y la doncella? Ella,virgen y pura, es el símbolo del alma, la parte más sagrada que llevamos en nosotros.
El dragón es la parte tenebrosa, nuestro abismo ignoto, el inconsciente que nos causa pavor. San Jorge hunde su lanza en el animal de la misma manera en que la mente racional, deseando realizarse, penetra en la noche oscura del inconsciente para rescatar la estrella que oculta en su centro.
Nosotros seríamos a la vez el caballero, la doncella, el dragón y el rey. El Rey (nuestra voluntad) nos dice: «¡Basta! ¡Es preciso que trabajes en ti mismo! ¡Domina al dragón!». Entonces el Caballero (nuestro intelecto) se pone en marcha, comienza su introspección, esgrime su lanza, su poder de concentración y enfrenta al Dragón (la energía ancestral) penetrándolo para reconocer, sin rechazo y con desprendimiento, las pulsiones caníbales, narcisistas, incestuosas, bisexuales, sadomasoquistas, etc.
Matar al Dragón no es eliminarlo sino sublimar esas pulsiones encauzándolas hacia la luz, la fe, el amor a la vida, la realización espiritual. Si el Caballero rescata a la Doncella, en la mente vence al diálogo interior y logra el silencio. Dejando de lado los rencores, aprende a perdonar y amar sin exigir nada a cambio, obteniendo la serenidad. En su centro sexual logra liberar el deseo de su objeto para absorber internamente esa energía, hasta llegar a la constante satisfacción creativa, mientras en su cuerpo y sus obras reina el agradecimiento al Creador... Si por el contrario aniquila a su Ánima y libera a su Dragón, el Rey es devorado y el castillo destruido. El Caballero vagará por su ruinosa ciudad llevando a la bestia en los brazos, alimentándola con ideas falsas, sentimientos falsos, deseos falsos, acciones falsas:
cosas que parecen, pero que no son.
El conocido filósofo de origen ruso G. l. Gurdjieff afirma que la finalidad del ser humano es crearse un alma. Nace con una semilla de ella que debe cultivar y hacer crecer. Si no lo hace, es sólo un espíritu muerto dentro de un cuerpo vivo. Este ocultista ve las ciudades pobladas de sonámbulos: sin un alma desarrollada nadie está despierto.


Sin embargo, entre psicoanalistas y escrito-res "espirituales", la falta de mutuo acuerdo sobre el significado de las palabras «espíritu» y «alma» ha dado origen a una gran confusión. Generalmente las utili-zan como sinónimos. No se han preguntado por qué san Pablo puede decir en Hebreos 4, 12: «...la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu...». Llegan incluso a considerar el alma como una entidad separada de nuestro cuerpo pero que, en cierta forma, también es material porque, adjudicándole peso, afirman que cuando morimos, y el alma se libera de la carne, nuestro cadáver pierde unos veinte gramos. El alma no es una entidad, en el sentido de tener forma (la filosofía búdica declara que «donde hay una forma, hay una causa de dolor y sufrimiento»), sino un centro de consciencia, un estado.
También hablan de la tríada Cuerpo-Alma-Espíritu sin definir claramente qué es lo que llaman así. A fines del siglo XIX, la ocultista rusa Helena Petrovna Blavatsky, en su Glosario teosófico, intentó definir el Alma, el Espíritu y el Cuerpo:
El Alma es el eslabón entre el Espíritu divino del hombre y su personalidad inferior. Es el Ego, el
individuo, el Yo que se desarrolla por medio de la evolución.
El Espíritu es uno con lo Absoluto Universal, siempre desconocido. No debe confundirse con el
Alma.
El Cuerpo es el vehículo para la manifestación del Alma en este plano de existencia, y el Alma es el vehículo, en un plano más elevado, para la manifestación del Espíritu, y los tres forman una trinidad
sintetizada por la Vida que los impregna a todos ellos.
Cuando nos referimos a Cuerpo, Alma y Espíritu no hablamos de tres «cosas» diferentes sino de diversas categorías del Yo. Estamos acostumbrados a afirmar «yo soy yo» sin saber claramente cómo estamos constituidos. El Yo que nos distingue de los otros puede ser una percepción limitada, confusa, desviada de lo que en verdad somos. Tenemos que aprender a distinguir el Yo personal (Cuerpo), el Yo superior (Alma) y el Yo esencial (Espíritu) del Dios interior.

ALEJANDRO JODOROWSKY
Cabaret místico

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