¡MARAVILLOSA Semana!!!
Dos judíos, Samuel y Moisés, son llevados ante un pelotón de ejecución. Se les acusa de espionaje y, por eso, se les va a fusilar. Justo antes de fusilarlos, el oficial que dirige la tropa se acerca a Samuel.
-¿Quieres un cigarro? -le pregunta.
-¡Sí, sí, claro! -responde Samuel, muy contento por haber ganado unos minutos.
En seguida el oficial se aproxima a Moisés.
-¿Y tú qué quieres? -indaga.
Por toda respuesta, Moisés le escupe en la cara.
-¡En verdad no es éste el mejor momento para provocar! -interviene Samuel-. ¡Tus tonterías pueden ocasionar que pase algo malo!
Algunas personas se preguntan constantemente: «¿Debo o no debo cambiar de trabajo? ¿Debo o no debo casarme? ¿Debo o no debo divorciarme? ¿Invierto o no invierto en esto?».
Están a punto de quemarse y no hacen nada. Tienen miedo de actuar. Son como la rana del experimento científico... (Se coloca una rana en un cazo con agua fría. A continuación, se enciende el fuego y, gradualmente, la temperatura del agua va aumentando. El batracio canta y canta sin darse cuenta de que el agua ha comenzado a hervir. Sólo se calla en el momento en el que ya está cocido.)
Hay cosas en nuestra vida que de manera imperceptible se van deteriorando. Como el cambio es mínimo, no salimos de la situación en que estamos metidos: comenzamos tolerando pequeñas burlas y acabamos transigiendo insultos y vejaciones crueles. Llegamos al punto de quemarnos, de hervir, de perder la piel, la autoestima... Sabemos que estamos embarcados en una relación de trabajo o de pareja que no nos corresponde y ahí seguimos y ahí nos quedamos, vendándonos los ojos para no reconocer que sufrimos.
O bien nos encontramos un día a punto de vivir una relación sublime, pero no tomamos el barco. Permanecemos un pie en el navío y el otro en el muelle sin jamás atrevernos a embarcar... hasta que se cansan de nosotros. Tenemos miedo de vivir el momento, y ese momento pasa. Nos creamos entonces un mundo imaginario, la felicidad la ubicamos en el futuro y nos damos un tiempo eterno para alcanzarla.
Un marido se indigna cuando su mujer le cuenta que no ha podido poner en
marcha el coche por la mañana debido al frío:
-¡Vaya! ¡El mecánico se ha excedido! ¡Mira que cobrarte doscientos euros por
remolcarte mil quinientos metros! ¡No puede ser!
-Sí, tienes razón... Pero, ¿sabes?, amor mío, no le he regalado nada. ¡He estado pisando el freno durante todo el trayecto!
¡Cuántas veces, en acaloradas discusiones, las parejas se ponen mejorar la relación, pero ambos pisan el freno! Ninguno hace concesiones. Permanecen días y días sin ceder terreno. Hasta que por fin el deseo sexual los domina. Entonces, en la cama, creen que se han reencontrado y superado sus diferencias, pero una vez que se levantan vuelven a pisar el freno sin haber dejado resuelto el conflicto en absoluto.
Dos amigas se encuentran después de haberse perdido de vista durante algunos años.
-¿Te llegaste a casar -pregunta la primera- con ese productor de cine que te hacía la corte la última vez que te vi?
-Sí, sí.
-¿Y el Mercedes que te había prometido como regalo de bodas...?
-Lo tuve. ¡Ahora está jugando en la arena! ¡Mercedes, ven a dar los buenos días a esta señora!
Entre hacer o no hacer, siempre hay que elegir hacer, aun a riesgo de fracasar. Si esto ocurre, al menos obtenemos la experiencia. Si elegimos no hacer, vivimos frustrados... Esa mujer tuvo su Mercedes. No el previsto, pero para ella no estaba tan mal: se había casado y tenido una hija... La vida nos pone en nuestro lugar. Se empieza alimentando grandes ideales, y luego la realidad poco a poco recorta nuestras ambiciones. No se posee el automóvil Mercedes que esperábamos, pero sí una Mercedes viva: más pequeña, menos vistosa, pero más real.
ALEJANDRO JODOROWSKY
Cabaret místico
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