¡MARAVILLOSA Semana!!!
-Doctor, tengo un problema -explica un joven al médico-. Cuando como zanahoria, defeco zanahoria. Cuando como col, defeco col. Cuando como espárragos, defeco espárragos.
-Mire -exclama el médico-, yo no veo más que un solo remedio para su caso:
¡coma mierda!
Tanto en el dominio espiritual como en el material, somos lo que comemos. La actitud que tendremos hacia los demás va a depender de la manera en que nos alimentemos. Si ingerimos sexualidad vulgar -que considera al otro como un mero objeto masturbatorio-, llenaremos el mundo de sexualidad vulgar. Si nos alimentamos de sentimientos confusos, penosos o decadentes, excretaremos actos que llenarán al mundo de sentimientos confusos, penosos o decadentes. De la misma manera, si nos nutrimos de pensamientos negativos, ensuciaremos el mundo con pensamientos negativos. Somos lo que comemos, comemos lo que somos. Si nos alimentamos de Consciencia, ofreceremos Consciencia al mundo.
Al hablar de «Consciencia» nos referimos a una dimensión del ser humano que se presenta en varios niveles, y podría compararse con el karate. En este arte marcial existen distintos grados de pericia que quedan simbolizados por el color, del blanco al negro, de los cinturones que atan la ropa. Este método es también aplicable a la consciencia: su desarrollo daría graduado en niveles, de más a menos límites, hasta curarnos la suprema liberación, que es la que nos une totalmente con el Universo.
A un restaurante para moscas llegan tres de estos insectos. La primera mosca dice:
-Sírvanme un plato de caca con cebolla.
La segunda mosca dice:
-Sírvanme un plato de caca con ajo.
y la tercera dice:
-A mí sírvanme un plato sólo de caca. Tengo una cita amorosa.
Cuando hablamos de «niveles de Consciencia» damos por entendido que es posible, paso a paso, liberarla de sus límites. Pero ¿quién actúa sobre la Consciencia limitada? No puede ser sino la propia Consciencia, que, desprendiéndose de sus intereses exteriores, se propone a sí misma como meta. Esta consciencia de la Consciencia sólo puede obtenerse mediante la meditación. Quien no se busca cree que sus límites son su verdadero ser. El mínimo intento de sacarlo de su habitual territorio lo sumerge en crisis, que se manifiestan con rabietas, anquilosamientos, huidas o fingimientos. Este rechazo proviene de su miedo a perder la identidad y los lazos que lo unen con personas de su mismo nivel de consciencia. El hombre no desarrollado quiere pertenecer, ser aceptado por grupos e instituciones reflejen sus propios límites. En lo más profundo del inconsciente ir ciente, el espíritu infantil se dice: «Si traiciono las creencias de mis padres, dejarán de amarme y entonces moriré abandonado». La mosca de nuestro chiste no se da cuenta de que su aliento hiede, es decir, tiene un limitado nivel de Consciencia. Cree hacer los esfuerzos correctos para oler bien eliminando de que no son esenciales, pero permanece igual a sí misma.
Una mosca madre y una mosca hija están comiendo, posadas en una bosta de vaca. De pronto la pequeña dice:
-Mamá, tengo ganas de tirarme un pedo.
-¡Contente, hija mía! ¡Es de muy mala educación hacer eso cuando se está sentada a la mesa!
Los delirios interpretativos no tienen fin. Debemos desprendemos de la mirada negativa que la familia y la sociedad nos han legado para, poco a poco, descubrir significados útiles. Si estamos convencidos de que el mundo es agresivo, acabaremos por no darnos cuenta de que esta generalización es subjetiva. El mundo no es violento, sino que hay violencia en él. Entre las expresiones «el mundo es» y «hay en él» existe un abismo.
Quienes transforman la realidad en una jungla de agresividad son humanos con un nivel de consciencia animal. Sus egos intelectuales y emocionales están al servicio de la vida material y del sexo. Satisfacción instintiva, envidia de lo ajeno, responsabilidad nula, endiosamiento del dinero. Éstas son las personas que roban, especulan, violan, destruyen el medio ambiente, carecen de caridad, transforman el idioma en vulgar jerigonza, son racistas...
Un blanco entra en un bar de Alabama y dice al camarero, que es negro:
-¡Sírveme un whisky, negro asqueroso!
-Señor, yo soy un ser humano. No es correcto que usted me hable así...
-¿Y cómo te tengo que hablar?
-Hágame el favor de intercambiar el sitio conmigo, se lo voy a mostrar.
El blanco se coloca detrás de la barra mientras el negro se dirige a la puerta para regresar al mostrador diciendo:
-Buenas tardes, caballero. ¿Tendría la amabilidad de servirme un whisky?
Y el otro responde:
-¡Aquí no se sirve a los negros asquerosos!
Un poco más evolucionados son los que alcanzan un nivel de consciencia infantil. Consumidores compulsivos, coleccionistas de objetos inútiles, madres invasoras en competencia con sus hijas, padres ausentes sumidos en las apariencias y el juego continuo, voluntariamente superficiales, irresponsables, siempre pidiendo, envidiosos de lo que los demás poseen (un niño que pasea por el parque con su madre ve a otro comiendo un helado. Lo señala con el dedo y, angustiado, dice a su madre «¡Yo también quiero!». La señora, con mucho cariño, le responde: «No tienes por qué preocuparte, cariño. Te voy a comprar un helado igual». El niño entonces gime: «No, mamá, no quiero un helado igual. ¡Quiero ese helado!») sin preocuparse de dar, orgullosos de su cinismo y al mismo tiempo débiles incapaces de vencer un obstáculo o un vicio, pero sí capaces de traicionar sin que les remuerda la conciencia a quienes quieren.
En el colegio, el hijo de un trabajador argelino es constantemente agredido por sus pequeños compañeros. Entonces, para que esto cese, su padre lo cambia de colegio y de nombre.
-Desde ahora ya no te llamarás Ahmed, te llamarás Mauricio. Y no digas a
nadie que eres argelino, ¿comprendes?
Un mes más tarde, el niño vuelve a casa con unas notas catastróficas. A la
mañana siguiente llega a clase con un ojo morado.
-¿Qué te pasó, Mauricio? -le preguntan sus camaradas.
-Algo horrible: ayer, al llegar a mi casa, me golpeó un asqueroso árabe…
También se puede llegar a un nivel de consciencia romántica. La persona cree que la solución de su vida es encontrar una pareja con la cual, poseídos ambos por un mítico amor, poder vivir para siempre en una paradisiaca fusión. Esta visión cursi de la vida (alimentada por el cine, las telenovelas, las canciones, las revistas del corazón o los anuncios publicitarios) conduce al perfeccionismo, a la formación de matrimonio terminan en violentos divorcios, a la idealización de la realidad. hasta que acaba en fracaso, a la aniquilación de la sinceridad para utilizar mentiras seductoras, a poner la confianza en rufianes disfrazados de príncipe azul, en prostitutas que se hacen pasar por hadas o en delicados amantes que se convierten en asesinos...
Un desconocido seduce a una mujer diciéndole que es prestidigitador y prometiéndole que, si se acuesta con él, después le mostrará un estupendo truco de magia. Ella, muerta de curiosidad, accede.
Después del acto exige al galán que cumpla su promesa.
-Muy bien -le dice él-, vístete y péinate.
Ella así lo hace. Entonces el hombre abre la puerta y la empuja fuera del apartamento diciéndole:
-¡Primero te folIo y luego te hago desaparecer!
Cuando alcanza la consciencia adulta, el individuo aprende a invertir, a hacerse responsable, a crear empresas prósperas, a no dejarse embaucar por falsas promesas. Sin embargo, en esa intensa lucha, obsesionado por el poder -económico, emocional, sexual o intelectual-, puede hacerse egoísta, explotador, abusador de los niveles inferiores; vivirá en un aislamiento mental, sin considerar el sufrimiento ajeno…
Dos judíos rezan delante del muro de las lamentaciones. El primero dice:
-Señor, yo te imploro: este año hazme ganar diez millones con mi fábrica de ropa...
El segundo dice:
-Señor, te lo suplico: haz que me den diez euros para que pueda comer...
El primero saca su billetera y le dice al otro:
-Toma, tus diez euros. ¡Y ahora cállate y deja que Dios se concentre en las peticiones importantes!
Se comienza a ser un humano digno cuando se llega a un nivel de consciencia social-planetaria. El Yo personal, unido al Yo superior, establece amorosas relaciones con los reinos vegetal, mineral, animal y humano. No deseando para él nada que no sea también para los demás, se hace dueño del planeta y de todos los seres vivientes.
Lo que suceda en el otro extremo de la tierra le concierne, el hambre mundial le afecta el estómago, la polución del aire la siente en sus pulmones, la enfermedad social lo convierte en terapeuta. Llega a realizar que ser un humano es ser la humanidad . . Sin embargo, en este alto nivel pueden cometerse errores.
El gran brujo y sacerdote supremo de una tribu despierta a medianoche a sus
fieles y les comunica una terrible noticia:
-¡Arrepentíos de vuestros pecados! mañana no saldrá el sol: ¡el astro rey ha
muerto!
Todos regresan a sus chozas y esperan la hora del amanecer sumidos en la más tremenda angustia. Sin embargo, sorprendidos, ven que poco a poco el cielo se va aclarando y que el sol, como todos los días, asoma por el horizonte...
Furiosos, corren hacia la cabal brujo, llaman a su puerta. Nadie responde... Entran a la fuerza encuentran al vidente tirado en su lecho, muerto.
Un discípulo absorbe las enseñanzas de su viejo maestro y desarrolla, de manera excepcional, su sensibilidad. Como deja de acudir al templo donde él y sus camaradas suelen meditar cada día guiados por un sabio anciano, éste va a su casa y lo encuentra, sufriente, en cama,
-Muchacho, se te ve profundamente deprimido... ¿Qué te sucede?
-Ay, gran maestro... Mi sensibilidad está tan aguzada que se ha unido al planeta. Siento en mi carne todos los dramas: gente que muere de hambre, guerras, asesinatos, polución, drogas, niños explotados; no puedo más. Cada suceso negativo, aunque sea en el último rincón del mundo, se me clava como una aguja en la carne…
-¡Necio, has desarrollado la sensibilidad sólo para captar lo negativo! Crees que ser santo es sólo sufrir por el dolor de los otros, pero en este momento en el mundo están sucediendo también multitud de cosas maravillosas... Tu cuerpo debería sentirlas como energéticas caricias... Nuestro planeta sigue girando alrededor del sol, una mitad en la noche y la otra en el día.
El peligro del nivel de consciencia social-planetaria es quedarse anclado en la noción de un aquí y ahora paradisiaco, olvidando el destino universal de todo ser.
Un campesino reza con fervor, pero enojado:
-Oh, Dios, te entusiasmaste creando nuestro mundo, mas después de verlo nacer lo olvidaste,dejando en nuestras manos el trabajo de hacerlo prosperar. Debo confesarte que estoy cansado, las dificultades que encuentro a cada paso son agobiantes. Ayúdame, por favor...
Si me concedes lo que te voy a pedir produciré el mejor trigo que nunca haya crecido en estos parajes. Dame una tierra fértil, rica en minerales. Disminuye este año los rigores del invierno, haz que el clima sea templado los doce meses
del año, elimina la sequía y las lluvias torrenciales, que los vientos no pasen de ser agradables brisas, que no acudan ni insectos ni pájaros, que mis bueyes y yo conservemos una salud de hierro y que ningún terremoto destruya mis plantas...
La divinidad escuchó la plegaria y en una majestuosa aparición le prometió al campesino hacer todo lo que él le pedía... Pasaron los meses... Las semillas nunca se abrieron...
El campesino comprendió que sin obstáculos nada puede adquirir la fuerza necesaria para crecer.
La consciencia cósmica comprende lo efímero de la materia que la alberga, comparada con el tiempo eterno y el espacio infinito. Sabe que es un mínimo fragmento de la grandiosa creación divina. Reconoce que si la muerte es sólo individual, la especie humana tiene la oportunidad de alcanzar a vivir tanto como vive el universo. Ante su comprensión de la totalidad, los problemas cotidianos pierden importancia, con sincera humildad se inclina ante las leyes del cosmos, acepta que la desintegración del cuerpo y de la mente es una necesidad sagrada y, desprendiéndose de toda posesión, se entrega a la vacuidad con la misma paz con que el Cristo se entrega a la crucifixión, sabiendo que la Consciencia, bajo una forma u otra, es imperecedera.
Un humilde pescador, en alta mar, recoge sus redes con mucho esfuerzo. Cree
que ha pescado un gran pez. Con asombro ve que su presa es un dios: una escultura de piedra negra, con dos ojos de y una sonrisa tan intensa que parece estar viva.
Emocionado, la lleva a su cabaña, la coloca sobre un altar improvisado y comienza a rezarle. Este rezo consta de una sola palabra: «¡Háblame...!». Pasan los días y el pescador, ansioso por establecer comunicación con un dios que lo sacará de la miseria y proporcionará a todos la felicidad anhelan, no cesa de rogarle: «Háblame, háblame, háblame...». Al cabo de mucho tiempo, algunos años quizá, el hombre ha olvidado los bienes que deseaba que le concedieran y lo único que quiere es que el dios le hable. Por fin, un día en que ha rezado toda la noche hasta el alba, cambia su plegaria y en lugar de implorar «¡Háblame!. . , esperando que le comuniquen una sabiduría suprema, dice: «¡Di, como yo, una sola palabra!». La escultura se anima, observa con infinito amor al pescador y, siempre sonriente, exclama: «¡Arde!». Y el cuerpo del pescador se consume, transformado en una hoguera.
A una sociedad de mariposas llega una avispa que afirma: -¡Yo también soy una mariposa!
Le responden:
-¡No, tú eres una avispa!
-¡No, no y no! ¡Soy una verdadera mariposa!
-Para que te creamos debes probar que eres en verdad como nosotras. Mira, en esa ventana hay una gran vela siempre encendida. Acércate a la llama y luego cuéntanos lo que sentiste.
La avispa vuela alrededor de la llama, extasiada. Luego regresa junto a las mariposas exclamando:
-¡Es una cosa increíble! ¡La luz esencial! ¡La más grande de las maravillas!
Entonces le responden:
-¡Eres una avispa! ¡Cuando una de nosotras va a la ventana y al acercarse a la vela ve su llama, se precipita hacia ella dejándose quemar! ¡Las mariposas no regresan, como tú! ¡Vete de aquí!
Sólo entregando su voluntad a su llama interior, el hombre alcanza la consciencia divina... El mismo misterio que sustenta el universo se encuentra en el centro de nuestro Yo esencial. Esa todopoderosa energía, simbolizada por la antorcha que enarbola el diablo del arcano XV del Tarot, es la que llamamos Dios interior, manifestación del Arquitecto Universal en nuestra encarnación. No se le puede conocer, pero sí sentir. Para que actúe como aliado debemos atrevernos - en un estado de trance, éxtasis, gracia o iluminación- a sacrificar la insistente percepción de nosotros mismos, ideas, sentimientos o deseos, y de negación en negación acercamos a su definitiva afirmación para aceptar que es el astro luminoso del cual sólo somos la sombra... En este nivel de consciencia, se obedece continuamente.
Nuestros yoes -el personal, el superior y el esencial- se pliegan ante el diamante central.
Algunas personas ingenuas piensan que llegar a este estado espiritual (que ellas denominan iluminación) es como obtener un anillo de oro para lucirlo, como un aura, flotando por encima de la cabeza. En verdad, el nivel de consciencia divina no es un objeto. Cuando nuestras ideas estancadas se hacen fluidas, obtenemos la primera explosión de Consciencia, y al comienzo creemos que será para siempre. Nos equivocamos. Lo único permanente en este mundo es la impermanencia Lo que no cambia se estanca. La adquisición de la fluidez se asemeja a una piedra que cae en el centro de un lago. De su choque contra el agua surge una onda circular que da origen a otra mayor. Ondas que continuarán expandiéndose hasta cubrir la superficie entera de ese lago. Así sucede con la expansión de la Consciencia, aunque con la diferencia de que el lago espiritual es infinito. Una vez comenzado el proceso, vamos de iluminación en iluminación, de sorpresa menor en sorpresa mayor, sin que el asombro feliz ante los nuevos aspectos de la realidad cese nunca. Donde habíamos buscado un objeto inmóvil, hemos encontrado un acontecer incesante.
Algunos aprendices de brujo cometen el error de creer que, con su ilusorio anillo de oro flotando sobre sus cráneos, son los amos, y que el Dios interior no es más que su sirviente.
Un samurai sin amo, harapiento, muerto de hambre, recorre un campo de batalla en busca de alguna armadura o espada campesinos no hayan recogido para vender. Sólo encuentra un esqueleto al que gusanos e insectos han limpiado de su carne. Sin saber por qué, quizá por piedad hacia sí mismo,
entierra los huesos dándoles una honorable tumba.
Agradecido, el espíritu que vivía en esa osamenta, un feroz guerrero, decide, durante el tiempo que le queda antes de partir hacia el más allá, proteger a su enterrador. Se coloca detrás de su espalda y avanza con él, como una sombra gigante.
Cuando el samurai sin amo entra en una aldea cercana, donde lo habían corrido a palos negándole un plato de comida, todos se aterran, le hacen reverencias y le dan de beber y de comer lo que pide, sin cobrarle. Envalentonado, el hombre poco aumenta sus exigencias y reclama dinero, viola a mujeres, golpea a los aldeanos sin que éstos osen defenderse. El que fuera antes un mendigo, en pocos días logra vivir en una deliciosa opulencia convirtiéndose en amo cruel de la aldea.
Pasan dos semanas. El fantasma es llamado al juicio que le espera en el otro mundo.
Desaparece... El samurai, sin darse cuenta va solo, se pasea arrogante por la aldea cometiendo sus iniquilidades. Cuando los habitantes advierten que la terrorífica sombra ya no le sigue, lo matan a palos.
En el trayecto que va desde la consciencia social-planetaria pasando por la consciencia cósmica, hasta la consciencia divina, el individuo comienza a desarrollar sus sentidos, su mente y la percepción de sí mismo de forma diferente. Se le revela el milagro cotidiano de la vida, comprende que los acontecimientos dependen de lo que se piensa que éstos son, que la realidad exterior se entreteje con su alma, que el espíritu racional navega en un océano mágico donde actúan azares incomprensibles, que es su propio curandero, que está rodeado de un aura sensible que puede extenderse hasta increíbles distancias, que el universo le ha ofrecido un precioso rol: ser creador de Consciencia... Y entonces, aunque la tarea le parezca imposible, trabaja sin descanso para lograr que todos los seres vivientes alcancen también este desarrollo.
A todos los seres conscientes, aunque innumerables, prometo salvar. Todas las pasiones, aunque inextinguibles, prometo apagar. Todas las leyes que rigen el cosmos, aunque infinitas, prometo cumplir. Toda la verdad, aunque inconmensurable, prometo alcanzar.
Buda
Cuando una persona se encuentra con un problema emocional para el que no ve una solución, cae en una profunda crisis, se siente como un animal perseguido y acorralado. Si aquello que desea obtener es imposible, para escapar de la trampa en vez de luchar contra la situación debe elevar su nivel de Consciencia. Aparecerán entonces finalidades más altas y vastas que quitarán al problema su aspecto opresivo.
ALEJANDRO JODOROWSKY
Cabaret místico
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