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"Te advierto, quien quieras que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses." ORACULO DE DELFOS

lunes, 25 de diciembre de 2017

Niveles de vida (2da parte)

¡MARAVILLOSA Semana!!!

(Capítulo sólo para mutantes)


3. Transformación


La mosca, que por propia voluntad se ha dejado atrapar en la tela, cuando es devorada por la araña invade sus células y su alma. Araña y mosca forman ahora un solo ser que no es ni la una ni la otra, sino las dos al mismo tiempo.

Un próspero vendedor de diamantes es dueño de una joyería. Un día un ladrón enmascarado lo asalta y le roba todo lo que tiene. El mercader vende entonces sus muebles y, con el dinero recibido, comienza a vivir de la compra-venta de oro. Pero apenas ha amasado algo de riqueza, el ladrón vuelve a robarle todo y lo arruina por segunda vez.
Vende su reloj y dos o tres objetos de valor medio que le quedan, compra un poco de plata y empieza a venderla. Su negocio prospera, pero de nuevo le roban.
No le queda más que una pequeña medalla de cobre. Sale a un camino en busca de una posada cualquiera donde poder intercambiarla por un plato de comida... Mientras marcha, un bandido, montado en un gran caballo, avanza en dirección contraria. Viendo la medalla, le dice al pobre mercader:
-¡Dame eso!
-Pero... si no vale nada...
-¡Dámela!
-Piedad, es lo único que me queda...
-¡Te digo que me la des!
-¡No!
El jinete le echa el caballo encima y el hombre rueda por la tierra casi con la mandíbula rota. El otro le arrebata la medalla y se va. Adolorida, la víctima se queja:
-¡Ahora sí que ya no tengo nada!
Escupiendo sangre, emprende el camino de regreso. Cien metros más adelante, al volver una curva, ve que el caballo ha resbalado, ha caído y aplastado al bandido. Junto al muerto el mercader descubre unos sacos, en los que encuentra sus diamantes, su oro, su plata y su pequeña medalla de cobre.

Las riquezas que el ladrón (el Dios interior) le roba al mercader son en realidad todos sus deseos: deseos de poder, de aparentar, de riqueza material, de aceptación social e innumerables otros. Al final no le queda más que su cuerpo. Busca poseer un sitio, una raíz. Cuando cede esto y pierde toda definición, recupera entonces su auténtico intelecto, sus auténticas emociones, sus auténticos deseos, su auténtico lugar. Por fin es lo que es. El mercader que regresa a su pueblo se ha transformado.

Ahora es capaz de comprender al otro, de acompañar al otro, de crear con el otro y prosperar junto al otro. Perdiéndolo todo ha encontrado en sí mismo la energía del amor.

La oruga, después de retorcerse de dolor, se entrega a aquello que ha gestado en su interior, pero ofreciéndole resistencia. La mariposa se debate para abrirse camino. Luchando por salir, se fortifica. Si no encontrara oposición, nacería débil y rápidamente se extinguiría. No se puede decir que la oruga haya muerto. Se ha transformado. Los gurús que insisten en que sus alumnos deben aniquilar su despreciable ego son meros charlatanes. La individualidad es necesaria para la supervivencia. Decir «eliminar el ego» es como decir «eliminar el huevo donde va a nacer el ave». No hay mariposa sin oruga. No hay Yo esencial sin Yo personal. En el arcano El Loco del Tarot vemos a un iluminado avanzar acompañado de un animal que bien puede ser un perro. El can lo sigue, no va delante de él guiándolo. El área razonable de lo que misteriosamente somos es como un niño que, para ser domado, debe ser amado. Si despreciándonos a nosotros mismos tratamos de anular el intelecto -una actitud sin amor-, éste se tomará tiránico, se cerrará a las llamadas del Dios interior y comenzará a guiamos, como un perro-guía, hacia la autodestrucción. El pez que navega en la corriente forma parte del río. Si salta fuera de él, muere sofocado. Si llega con las aguas al océano, aporta Consciencia. Un mar sin flora ni fauna es una extensión de agua inútil.

Cuando por fin vemos la miserable vida que nos hemos fabricado al habernos dejado guiar por lo que creemos que somos -un limitado Yo personal-, iniciamos el trabajo doloroso de la transformación, que no es otra cosa que eliminar lo inútil para llegar a ser lo que siempre hemos sido. El cristal diamantino aparece cuando limpiamos el carbón que lo oculta. El cuádruple ego y sus desviaciones neuróticas no deben confundirse con la individualidad que nos ha otorgado la misteriosa creación universal. Ese ser único, diferente a todos los otros seres, es el canal sagrado por donde transitarán las energías creadoras de Consciencia. El Yo superior, llamado a ser el vehículo del Yo esencial, no debe ser eliminado: eso conduce a la locura. Las máscaras, los disfraces o los tatuajes mentales que familia, sociedad y cultura nos imponen, constituyéndose en costra psicológica a la que los improvisados maestros llaman «Ego», deben ser eliminados. Pero no hay que confundir el carbón con el diamante. Sólo un Yo superior depurado, respetado, sacralizado, puede permitimos la unión con la impensable vida universal.

En esta búsqueda de autenticidad, al transformamos, al dejar atrás lo que los iniciados llaman el viejo hombre, es decir, al comenzar a ser lo que somos, surgiendo con trabajo de nuestro aislamiento, accedemos a una nueva realidad con la pureza de un inocente. La herida se ha cicatrizado, se ha desprendido la costra, ahora la nueva piel es sensible. Hemos aprendido a dar y por lo tanto a recibir. Nos llegan palabras que no hemos pensado y que por su belleza nos sorprenden; nos llegan sentimientos diferentes, sublimes; deseos creativos que nos hacen transformar el espacio donde vivimos -haciéndolo más ordenado, más amplio, más limpio, más bello- o que nos inducen a cambiar de lugar para ir a un sitio que esté en más consonancia con nosotros. Todo lo no auténtico que nos rodea y acompaña, en cierta forma vampirizándonos, se desprende de nosotros. Podremos cambiar de ciudad, de trabajo, de pareja, de aspecto...

Cuando se ha realizado esta transformación interna, el mundo se nos aparece también en su naturaleza esencial. Advertimos con profunda claridad los errores de cada sistema, las injusticias, la agresión, la crueldad, el fanatismo, la ansiedad económica, la farsa política, la desinformación sistemática, la siembra de terror. 

Debemos adaptamos para sobrevivir. Aunque nuestros conocidos rechacen o no crean en nuestra evolución, debemos insistir, confiar, avanzar, aceptar tener miedo pero rechazar ser cobardes, encontrar nuevos aliados, nuevos territorios, y si nuestra pareja se resistiera al cambio, separamos de ella. He aquí una posible carta de separación:

Querida/ o amiga/o:
Si actuamos para ocupar el sitio del otro o para no «invadir» su sitio, si nos prohibimos actividades o temas porque uno de los dos los descubrió antes (es decir, si competimos o existimos ante los demás sólo porque el otro existe), si nos comparamos poniéndonos el uno al otro como rasero, si hacemos algo para mostrar al otro que le pertenecemos o que le negamos influencia y participación en nuestros actos, si dependemos del otro para vivir en cualquier plano, incluso aunque sólo sea en el alimenticio, si nos hacemos dueños o esclavos de un espacio que decimos vivir en común, si en el hogar no dejamos de entablar peleas y en la calle nos presentamos como si fuéramos una pareja sólida, si debemos vivir dándonos o pidiendo constantemente permiso, entonces... no somos amigos sino víctimas o verdugos, o estas dos cosas al mismo tiempo.
Ha llegado el momento de que nos adaptemos a lo que realmente somos, porque nada de lo que estamos viviendo hoy es real, o casi nada. No nos entendemos ni intelectual, ni emocional, ni sexual, ni materialmente. La excusa que nos damos para seguir atados es la existencia de nuestros bien amados hijos. Es una excusa pasajera, porque en unos años comprenderán que nada nos une y que son la dolorosa cuerda que nos amarra. Usándolos como cómplices involuntarios, hemos establecido una atmósfera familiar que es falsa. Emplear a los hijos como solución de la pareja es un abuso. En esta familia, ni ellos, ni tú, ni yo tenemos un sitio real, ni establecemos las relaciones que deseamos a la altura genuina de quienes somos... Nuestra convivencia actual nos quita autenticidad. Todos perdemos y nadie gana. Yo ya no puedo seguir actuando en nombre de una familia, ni de una pareja, cuando, si me observo bien, soy un individuo, tanto como tú lo eres o ensayas serio. Para mí, en este momento crucial de mi vida, es indispensable que nos separemos. Debemos encontrar un medio para solucionar los problemas económicos, de territorio, de objetos compartidos o de no desamparar a nuestros hijos, que sea equitativo y que no rehúya ninguna responsabilidad.
En este momento es fundamental para mí vivir en mi propio espacio y en mi propio tiempo, dirigidos y organizados por mí., Todo esto puede realizarse pacíficamente si dejamos que la realidad se imponga. No será una separación porque ya estamos separados. Sólo será una repartición amable. Si es así, siempre podremos vemos como amigos y ahí estaremos cual ángeles guardianes de nuestros hijos. Por mi parte, mientras viva, lo estaré. 

Hay un momento en que se deben cortar las amarras neuróticas, abrir los blindajes, entrar en una nueva vida que, por supuesto, al comienzo será difícil porque aún no la hemos ex-plorado: tenemos una experiencia de oruga, pero no de mariposa.

Se podría decir que morir es lo mismo. Pero ¿qué sabemos en verdad de la muerte?Supongamos que hay un más allá, otra forma de vida: la muerte entonces correspondería al estado de oruga. En la agonía, cedemos el deseo de posesión, entregamos nuestro cuerpo, nuestra memoria, nuestra consciencia y asumimos la transformación. Nuestro Yo esencial sale del cuerpo como una mariposa y entra en una dimensión que no conoce. Al comienzo se sentirá perdido, pero en seguida encontrará la luz.

Un hombre parte con todos sus bienes en busca de Dios. Se en cuentra con un ángel que le pregunta:
-¿Adónde vas?
-Trato de llegar a Dios.
-No puedes llegar a Dios con todos esos objetos. Tíralos.
El hombre se deshace de todo lo que tiene, incluso de su ropa, excepto de un pañuelo que lleva al cuello para que le cubran el rostro con él si, por azar, muere durante el viaje.
Vuelve a encontrarse con el ángel y le dice:
-Ya tiré todo. Ahora puedo encontrar a Dios.
-No te has desprendido de todo. Llevas un pañuelo.
Inmediatamente, el hombre tira el pañuelo. Se queda completamente desnudo y dice al ángel:
-Ahora indícame el camino para ir hacia Dios.
El ángel le responde:
-Ya no tienes necesidad de buscar a Dios. Ahora será Él quien te busque a ti.

En los arcanos menores del Tarot, hay flores cortadas: son ofrendas de nuestros diferentes niveles de consciencia al Dios interior. Para pasar de un nivel a otro hay que sacrificar lo obtenido en el nivel de menor desarrollo. Es un constante don de sí y una aceptación valerosa del cambio.

4. Transmutación


La araña-mosca se da cuenta de que la luz que la habita no le pertenece. Ella es tan sólo una humilde servidora y esa brillante energía es su dueña.

Quien acepta la transformación interior hace que la Consciencia que lo habita también exista en los otros.

Un grano de arena decide dar un paseo por el desierto del Sahara. Después de rodar un poco, se dice inquieto a sí mismo: «Tengo la impresión de que alguien me sigue».

Al adquirir Consciencia de los otros, en este nivel de la transmutación el yo me transformo se convierte en yo te transformo. «Transmutar» significa convertir algo en otra cosa. Éste ha. sido el ideal de los antiguos alquimistas, que elevándolo a meta suprema -Magnum opus (Gran Obra)- buscaban obtener la Piedra filosofal, una sustancia que tendría la virtud de convertir los metales viles (plomo, mercurio, cobre, etc.) en oro puro. Sin embargo, místicamente la Piedra filosofal simboliza la transmutación de la naturaleza animal del hombre en naturaleza divina. El hombre transformado en Piedra filosofal desarrolla cualidades espirituales que transmite a los demás, puede prevenir y curar enfermedades o prolongar la vida humana más allá de los límites que creemos naturales.

En este nivel nos preguntamos: ¿A quiénes estoy ayudando? ¿He creado campos de trabajo para los otros? ¿He proporcionado ideas constructivas? ¿He apoyado emocionalmente a los que sufren? ¿He comenzado a cambiar al mundo? ¿Me preocupo de la educación infantil, de la manera sana en que las mujeres deben dar a luz, de crear una moral no basada en prejuicios sexuales o en la exaltación de la propiedad privada? ¿He dado compañía a un moribundo, ayudándolo a morir en paz? ¿Lucho por la salud de todos los seres vivientes y del planeta?

En el nivel de la transmutación, el servir, acompañar y salvar es esencial. Si el mundo va mal, no sólo debemos poner en práctica un arte que cure, sino también negocios que curen, edificios que curen, políticas que curen, periódicos que curen, filosofías que curen, alimentos que curen, juegos que curen.

Si tienes algo justo que decir, dilo en el mundo. Si no puedes decirlo en el mundo, dilo en tu país. Si no puedes decirIo en tu país, dilo en tu ciudad. Si no puedes decirIo en tu ciudad, dilo en tu casa. Si no puedes decirIo en tu casa, dítelo a ti mismo.
Proverbio sufí

En esta Gran Obra, el creador de sí mismo actúa con delicadeza y dignidad. Sabe que la mayoría de las personas que frecuenta no están en su nivel. Entonces, paciente, perseverante, siembra sus conceptos, sus sentimientos, sus creaciones, sus acciones, sin dejarse jamás arrastrar hacia una negativa persistencia. Con un amor sin límites, sin odio, sin violencia, compasivamente, propone: «Esto deberíais cambiarlo. Deteneos. Entrad en vosotros mismos. Buscad vuestra joya interior. No deis excusas para explicar vuestro estancamiento. ¡Valor!».

Transmitimos el cambio porque sabemos cómo hemos llegado a él. Nos hemos dado cuenta de que mientras no captemos la existencia del otro poniéndonos en su lugar, toda pareja, familia u obra que creemos llegará como mucho a una satisfacción narcisista, pues los demás sólo existirán como pantallas de proyección de nuestros egos. La frase «No quiero nada para mí que no sea para los otros»., se hace lema.

En este nivel, por nuestra sola presencia, producimos la aparición de pensamientos positivos, emociones sublimes, obras de arte sanadoras, actos constructivos. Somos lo contrario a un Atila, que «por donde pasa la hierba muere».

Portamos la energía bendita: por donde marchamos, la hierba crece. 

Un cuento hindú nos muestra a un elefante blanco que actúa como Piedra filosofal, transmutando a los seres. En esta historia todos los personajes son dignos, hermosos, nobles. No hay nada feo. Los antagonismos son resueltos y se encadenan de forma sabia. La obra que produce un artista consciente hace evolucionar a quien entra en contacto con ella. Las palabras de este cuento van dirigidas a quien las lea o escuche con la intención de liberarlo de su mente crítica, para transmitirle una alegría sagrada:

Quinientos leñadores viven en comunidad, acompañados de sus esposas e hijos, en un alejado bosque. Una elefanta salvaje, herida en una pata por una voluminosa espina, llega a la aldea.
Inmediatamente los habitantes se ocupan de ella. Le quitan la espina y le desinfectan la herida. Como son pobres, cada familia da una parte de su comida para alimentarla. El animal sana. En agradecimiento a sus salvadores, comienza a trabajar para ellos. Al cabo de un tiempo, como estaba encinta, pare un elefantito blanco. La cría la sigue a todas partes mientras ella ayuda a los leñadores a cargar los pesados troncos.
Pasan algunos años. La elefanta, sintiéndose vieja, decide partir. Pide a su hijo que se quede en la aldea para continuar pagando su deuda. Éste acepta. La madre acude para morir a un lugar secreto, mientras el joven animal ocupa su puesto para seguir ayudando a los leñadores.
El paquidermo es de una gran belleza. Además, muy limpio. Cada vez que debe satisfacer sus necesidades, para no ensuciar el agua, lo hace en las orillas del río. Un día la corriente crece y se lleva los excrementos hacia la ciudad real. Llegan allí justo en el momento en que han llevado a bañar los mil elefantes del monarca. Éstos, al ver las heces, retroceden porque sienten que son la obra de un ser superior. El guardián de la manada, un hombre de sensibilidad extraordinaria, observa que esa materia no es impura. La recoge y la disuelve en el agua donde se bañan los elefantes. El excremento así disuelto se hace fragante como el incienso y todos los paquidermos salen del remojo perfumados.
Enterándose de esto, el rey se maravilla y desea fervientemente poseer al elefante misterioso.
Sale de su palacio, seguido por cortesanos y guerreros, y remonta el río para encontrarlo. Llega a la aldea de los leñadores. Éstos se preguntan por qué el rey en persona ha venido a comprarles madera. Él pide ver al elefante. Se lo muestran. El rey entra en éxtasis. Lo quiere para él con toda su alma.
Igualmente, cuando el elefante ve al soberano entra en éxtasis, pero con tristeza le dice:
-Majestad, vos sois el amo que yo querría tener. Pero es imposible: estoy comprometido. No puedo abandonar esta aldea tan pobre. Necesitan mi ayuda.
El rey le responde:
-Pagaré a cada uno mil monedas de oro por tu libertad.
-Está bien, pero no es suficiente. Tendríais que darles alimentos durante algunos años, ropas nuevas y cabañas con techos impermeables, así como proteger a sus mujeres e hijos.
El monarca, ansioso por llevarse al elefante, acepta y otorga todo cuanto éste acaba de solicitar.
El animal lo sigue porque se siente liberado de su deuda.
Llegado al reino, el elefante blanco se convierte en el juguete del rey, luego en su cabalgadura oficial, luego en su amigo y por fin en su alma gemela. El soberano le concede la mitad de su reino.
Gobiernan juntos.
La reina anuncia que está encinta. En ese momento, el rey fallece. Sus ministros deciden no decírselo al elefante, por temor a que muera de dolor, y lo llevan al bosque para que viva lejos del palacio.
Un rey vecino, enterándose de que el reino no tiene dueño supremo, decide atacarlo. Llega con su armada a la frontera. Desde ahí proclama su declaración de guerra. Los ministros le responden:
-Aún no sabemos si la reina va a dar a luz un niño o una niña. Si es mujer, nos rendiremos, porque no tendremos rey. Si nace un hombre, aceptaremos la guerra. Esperad a que la reina alumbre.
El rey enemigo responde:
-Concedido. Retendré a mis tropas hasta el momento del parto. La reina da a luz un hijo. El reino, entonces, debe declarar la guerra. Los consejeros acuden a ver al elefante blanco, llevándole al niño. Delante del recién nacido, el elefante entra en éxtasis, como ya antes le sucedió con su padre. Los consejeros le confiesan:
-No te dijimos que tu amigo había muerto para no destrozarte el corazón. Ahora no puedes dejarte morir de tristeza porque la vida de este ser está en peligro. O bien defiendes el reino y salvas al pequeño o bien lo aplastas con tu pata antes de suicidarte.
El elefante parte a la guerra. Es tan poderoso que captura al rey enemigo y lo lleva ante los ministros. Éstos exclaman:
-¡Que muera!
El elefante se interpone:
-¡No! ¡No lo mataremos! ¡Lo dejaremos en libertad! -y dice al rey-: Ahora ya sabes que este reino tiene un rey. Acéptalo y deja de molestamos. Vuelve a tu territorio y goza de lo que tienes, que es bastante.
El rey, al verse libre, agradece este gesto y nunca más ataca a sus vecinos. El niño crece con su amigo elefante, se convierte en un rey noble, muere iluminado y se va al paraíso con su blanco paquidermo.

Alejandro Jodorowsky
Cabaret Místico

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