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lunes, 9 de abril de 2018

11 ~ Encontrar significado en el sufrimiento (1/2)

Cuarta parte
Superar los obstáculos


11 ~  Encontrar significado en el sufrimiento



VÍCTOR FRANKL, un psiquiatra judío detenido por los nazis duran­te la Segunda Guerra Mundial, dijo en cierta ocasión: «El hom­bre está dispuesto y preparado para soportar cualquier sufrimiento siempre y cuando pueda encontrarle un significado». Frankl utilizó su brutal e inhumana experiencia en los campos de concentración para tratar de comprender cómo pudieron sobrevivir algunos a tantas atro­cidades, y determinó que la supervivencia no se apoyaba en la juven­tud o en la fortaleza física, sino en la fortaleza derivada de hallar un significado a esa experiencia.
Descubrir el significado del sufrimiento constituye una poderosa ayuda para afrontar las situaciones, incluso las más difíciles. Pero no resulta tarea fácil encontrar significado en nuestro sufrimiento. A me­nudo, el sufrimiento parece fortuito, sin significado. Y, aunque nos encontramos en medio de nuestro dolor y sufrimiento, toda nuestra energía se centra en alejamos del mismo. Durante los períodos de cri­sis aguda parece imposible reflexionar sobre cualquier significado que pueda esconder nuestro sufrimiento. A menudo, lo único que pode­mos hacer es soportarlo. Y es natural considerarlo una injusticia y preguntarnos: «¿Por qué a mí?». Afortunadamente, sin embargo, en los momentos de alivio o en los períodos posteriores a experiencias de sufrimiento agudo, podemos reflexionar sobre él y buscar su signifi­cado. El tiempo y el esfuerzo dedicados a buscar significado al sufri­miento aportará muchos beneficios cuando ocurran las desgracias. Pero para ello tenemos que iniciar nuestra búsqueda cuando las cosas nos van bien. Un árbol con raíces fuertes puede resistir la tormenta más violenta, pero no puede desarrollar sus raíces cuando la tormen­ta aparece ya en el horizonte.
Así pues, ¿por dónde empezar nuestra búsqueda del significado del sufrimiento? Para muchas personas, esa búsqueda se inicia con su fe religiosa. Aunque las religiones difieren sobre el significado que dan al sufrimiento, todas ofrecen estrategias para responder a él, basadas en sus creencias fundamentales. Para el budismo y el hin­duismo, por ejemplo, es el resultado de nuestras acciones negativas y se le considera un catalizador para la búsqueda de la liberación es­piritual.
En la tradición judeocristiana, el universo fue creado por un Dios bueno y justo y aunque su plan sea misterioso e indescifrable a veces, nuestra fe y confianza en sus designios nos permiten tolerar más fá­cilmente nuestro sufrimiento, confiar, como dice el Talmud, en que «todo lo que hace Dios, lo hace para bien». La vida seguirá siendo sin duda dolorosa, pero como el dolor que experimenta la mujer al dar a luz, confiamos en que será superado por el bien que trae. El reto en estas confesiones religiosas estriba en que, con frecuencia, no se nos revela el bien último. No obstante, aquellos que tienen una fe firme se ven apoyados por la convicción de que en el sufrimiento se expresa un propósito divino, como aconseja un sabio hasídico: «Cuan­do un hombre sufre, no debería decir: "¡Esto es muy malo!", ya que nada de lo que Dios le impone al hombre es malo. Pero es correcto exclamar: "Esto es amargo!", pues entre las medicinas hay algunas que están hechas con hierbas amargas». Así pues, desde una perspec­tiva judeocristiana, el sufrimiento puede servir para muchos propósi­tos: ponernos a prueba y fortalecer nuestra fe, acercarnos íntimamente a Dios debilitar los lazos con el mundo material e inducirnos a acudir a Dios como nuestro refugio.

Aunque la fe puede ofrecer una valiosa ayuda para encontrar sig­nificado, aquellos que no poseen creencias religiosas también pueden encontrado en su sufrimiento después de una cuidadosa reflexión. A pesar del universal rechazo del sufrimiento, caben pocas dudas de que fortalece y ahonda la comprensión de la vida. En cierta ocasión, el doctor Martin Luther King, Jr., dijo: «Aquello que no me destruye, me hace más fuerte». Y aunque es natural encogerse ante el sufrimiento, éste puede contribuir a sacar lo mejor de nosotros. En El tercer hom­bre, de Graham Greene, se lee: «Los treinta años bajo los Borgia tra­jeron a Italia guerras, terror, asesinatos, pero también a Miguel Ángel, a Leonardo da Vinci, el Renacimiento. Suiza, donde predominaba el amor fraternal, ¿qué ha producido durante quinientos años de demo­cracia y paz? El reloj de cuco».
Aunque el sufrimiento sirva a veces para endurecernos, para for­talecernos, en otras ocasiones llega a ser valioso por lo contrario, por ablandarnos haciéndonos más sensibles. La vulnerabilidad que experimentamos en nuestro sufrimiento suele producir una apertura y profundiza nuestra conexión con los demás. El poeta William Word­sworth exclamó: «Una profunda angustia ha humanizado mi alma». Al ilustrar este efecto humanizador del sufrimiento, se me ocurre pen­sar en Robert, un conocido mío. Era presidente ejecutivo de una gran empresa de mucho éxito. Varios años antes había sufrido un grave re­vés financiero que le provocó una profunda depresión. Nos conoci­mos cuando se encontraba sumido en lo más profundo de ella. Siem­pre había considerado a Robert un modelo de confianza en sí mismo y de entusiasmo, y me alarmé al verlo tan abatido. Con una intensa angustia en la voz, Robert me dijo:
-Esto es lo peor que he experimentado en toda mi vida. No pue­do sacármelo de encima. No sabía que fuera posible sentirse tan abru­mado, desesperanzado e impotente.
Después de conversar un rato sobre sus dificultades, le aconsejé que acudiera a un colega para tratar la depresión. Varias semanas más tarde me encontré con Karen, la esposa de Robert, y le pregunté cómo estaba su marido. -Ha mejorado mucho. El psiquiatra que le recomendaste le rece­tó una medicación antidepresiva que ha ayudado mucho. Claro que todavía tardaremos un tiempo en solucionar todos los problemas con el negocio pero ahora se siente mejor y creo que todo marchará bien...
-Me alegro.
Karen vaciló un momento antes de confiarme algo.
-¿Sabes? Me apenaba mucho verlo tan deprimido. Pero, en cier­to modo, creo que eso ha sido una bendición. Una noche, empezó a llorar desconsoladamente. Era incapaz de detenerse. Lo tuve entre mis brazos durante horas, mientras él lloraba, hasta que finalmente se quedó dormido. En veintitrés años de matrimonio fue la primera vez que sucedió algo semejante... si quieres que te sea honrada, nunca me había sentido tan cerca de él en toda mi vida de casada. Ahora, las co­sas son de algún modo diferentes. Como si algo se hubiera roto y abierto... y ese sentimiento de proximidad sigue estando ahí. El hecho de que compartiera su dolor, cambió nuestra relación, nos acercó.
El Dalai Lama ha hablado sobre la utilización del sufrimiento en el camino budista.
-En la práctica budista se puede utilizar el sufrimiento personal para intensificar la compasión, como una oportunidad para el Tong-­len. Se trata de una práctica Mahayana en la que se asume mental­mente el dolor y el sufrimiento de otro, ofreciéndole todos tus recur­sos, buena salud, fortuna, etcétera. Más adelante daré instrucciones detalladas sobre esta práctica, fundada en este pensamiento: «Que mi sufrimiento sea un sustituto del sufrimiento de otros seres. Que este su­frimiento pueda salvar a todos los seres que experimentan un dolor si­milar». De ese modo, se utiliza el sufrimiento como una oportunidad para asumir el sufrimiento de los otros.
»Aquí debería señalar una cosa. Si, por ejemplo, caigo enfermo y empleo esta técnica, pensando: "Que mi enfermedad libere a otros de una enfermedad similar", y me visualizo aceptando el sufrimiento aje­no y transmitiendo buena salud, no pretendo decir con ello que haya de olvidarme de mi propia salud. Al pensar en la enfermedad, lo primero que hay que hacer es tomar medidas para no sufrir a causa de ella. Luego, si a pesar de todo) se cae enfermo, es importante no pasar por alto la necesidad de tomar los medicamentos apropiados.
»No obstante, una vez que se ha enfermado, prácticas como la del Tong-len suponen una diferencia significativa en la actitud con que se afronta la situación. En lugar de lamentarse, de sentir pena por uno mismo y de verse abrumado por la ansiedad y la preocupación, pue­de uno salvarse del sufrimiento mental adicional al adoptar la actitud correcta. Practicar la meditación Tong-len, o «dar y recibir», quizá no consiga aliviar el dolor físico o conducir a una cura en términos físicos, pero nos protege de un dolor psicológico innecesario. Se pue­de pensar: "Que al experimentar este sufrimiento pueda salvar a otros que pasen por la misma experiencia"; entonces el propio sufri­miento adquiere un nuevo significado, al ser utilizado como el fun­damento de una práctica religiosa o espiritual. Además es posible lle­gar a ver la situación como un privilegio, como una oportunidad de enriquecimiento.
-Ha dicho que el sufrimiento puede utilizarse en la práctica del Tong-len. Antes ha señalado que la contemplación de la naturaleza del sufrimiento puede ser muy útil para no abrumamos cuando lo padezcamos, en el sentido de desarrollar una mayor aceptación del sufrimiento como inherente a la vida...
-Ciertamente.
-¿Hay otras formas de ver nuestro sufrimiento como algo signi­ficativo, o al menos con un valor práctico?
-Sí, desde luego -contestó-. Creo que antes subrayé que en el camino budista reflexionar sobre el sufrimiento tiene una tremenda importancia porque al aprehender su naturaleza desarrollamos una mayor resolución de eliminar tanto las causas que lo producen como los actos insanos que conducen al mismo. Eso aumentará a su vez el entusiasmo por las acciones sanas que conducen a la felicidad y la alegría,
-¿ y ve algún beneficio en que los no budistas reflexionen sobre el sufrimiento?
-Sí, creo que puede tener valor práctico en algunas situaciones. Por ejemplo, reflexionar sobre el sufrimiento contribuye a reducir la arrogancia. Claro que eso quizá no se perciba como un beneficio -señaló echándose a reír- por alguien que no considere la arrogan­cia o el orgullo como un defecto.
Tras un momento de silencio, el Dalai Lama añadió:
-En cualquier caso, creo que hay un aspecto de nuestra experiencia del sufrimiento que es de vital importancia: nos ayuda a desarrollar empatía, lo que nos permite acercamos a los sentimientos y el sufri­miento de los demás, aumenta nuestra capacidad para la compasión, y nos ayuda por tanto a conectar con los demás. En ese sentido, se puede considerar que tiene un valor. Así pues -concluyó-, es pro­bable que cambiemos de actitud y nuestro sufrimiento ya no nos pa­rezca tan terrible.

Dalai Lama con Howard C. Cutler, M. D.
EL ARTE DE LA FELICIDAD

Traducción de José Manuel Pomares

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