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miércoles, 9 de mayo de 2018

12 ~ Producir un cambio (2/2)

Cuarta parte
Superar los obstáculos

12 ~ Producir un cambio


Expectativas realistas

Para una verdadera transformación interna -afirma el Dalai Lama­ es preciso realizar un esfuerzo continuado. Se trata de un proceso gra­dual. Esto contrasta agudamente con la proliferación de técnicas y te­rapias de autoayuda para «soluciones rápidas» que tanto se han po­pularizado en las últimas décadas en la cultura occidental, técnicas que van desde las «afirmaciones positivas» hasta el «descubrimiento del niño interior».
El Dalai Lama está convencido del tremendo y acaso ilimitado po­der de la mente, pero de una mente que haya sido sistemáticamente entrenada y atemperada por años de experiencia y de sano razona­miento. Se necesita mucho tiempo para desarrollar el comportamien­to y los hábitos mentales capaces de contribuir a solucionar nuestros problemas, así como para establecer los nuevos hábitos que trae con­sigo la felicidad. No hay forma de soslayar estos factores esenciales: determinación, esfuerzo y tiempo son las auténticas claves de la feli­cidad.
Al emprender el camino del cambio, es importante establecer ex­pectativas razonables. Si fueran demasiado elevadas, nos estaríamos encaminando a una desilusión. Si son demasiado bajas pueden desa­lentar nuestra voluntad de enfrentamos a las limitaciones y desarro­llar todo nuestro potencial. Después de nuestra conversación sobre el proceso de cambio, el Dalai Lama añadió:
-No debería perderse nunca de vista la importancia de mantener una actitud realista, de ser sensible y respetuoso ante la realidad de la situación a medida que se avanza por el camino de la transformación. Se deben reconocer las dificultades que se encuentren y que quizá se necesite tiempo y un esfuerzo coherente para superarlas. Es impor­tante establecer una clara distinción entre los propios ideales y los mé­todos mediante los que se juzga el progreso. Para un budista, por ejemplo, el fin último es muy elevado: la plena iluminación. Pero es­perar alcanzarla con rapidez es una expectativa desmesurada, que te lleva al desánimo y la desesperanza. Así pues, necesitas 'un enfoque realista. Por otro lado, si dices «Me voy a concentrar en el aquí y el ahora; esto es lo práctico, debo olvidarme del futuro y la ilumina­ción», estás en otra actitud extremada. Necesitamos una actitud in­termedia. Necesitamos encontrar equilibrio.
»El tema de las expectativas es complicado. Las excesivas, sin fun­damentos adecuados, acarrean problemas. Por otro lado, si no tienes expectativas y esperanza, si no tienes aspiraciones, no puede haber progreso. Por tanto, no resulta fácil encontrar el equilibrio adecuado, Yo seguía abrigando dudas; aunque pudiéramos modificar algu­nos comportamientos y actitudes negativos con suficiente tiempo y esfuerzo, ¿hasta qué punto era realmente posible erradicar las emo­ciones negativas? Decidí abordar el tema con el Dalai Lama.
-Para acercamos a una felicidad duradera, ha dicho usted, debe­mos eliminar nuestros comportamientos y estados mentales negati­vos, como la cólera, el odio, la avaricia... -El Dalai Lama asintió con un gesto-. Pero esas emociones son inherentes a nuestra consti­tución psíquica. Al parecer, todos los seres humanos experimenta­mos en mayor o menor grado esas oscuras emociones. Si eso es así, ¿es razonable detestar, negar y combatir a una parte de nosotros mis­mos? ¿Es correcto tratar de erradicar alguna parte de nuestra natu­raleza?
-Sí, algunas personas sugieren que la cólera, el odio y otras emo­ciones negativas son naturales e inamovibles. Pero eso es erróneo. To­dos nosotros nacemos en un estado de ignorancia. La ignorancia, por lo tanto, también es natural. Pero, a medida que crecemos, adquiri­mos conocimientos a través de la educación y el aprendizaje, disipa­mos la ignorancia. Sin embargo, si permaneciéramos en un estado de ignorancia, sin desarrollar nuestro aprendizaje, no seríamos capaces de disipar la ignorancia. Del mismo modo, mediante una formación adecuada podemos reducir gradualmente nuestras emociones negati­vas y ampliar nuestros estados mentales positivos, como el amor, la compasión y el perdón.
-Pero si esas emociones forman parte de la psique, ¿cómo podemos tener éxito a la hora de luchar contra ellas?
-Para ello es útil saber cómo funciona la mente humana -con­testó el Dalai Lama-. La mente es muy compleja y muy habilidosa. Es capaz de encontrar muchas formas de afrontar una gran -variedad de situaciones. Para empezar, tiene capacidad de adoptar diferentes perspectivas.
»En la práctica budista se utiliza esta capacidad en meditaciones en las que se aíslan mentalmente diferentes aspectos de uno mismo, para luego establecer un diálogo entre ellos. Tenemos, por ejemplo, la meditación para intensificar el altruismo, en la que se establece un diá­logo entre la actitud egocéntrica y la actitud de progreso espiritual. Por tanto, y a pesar de que rasgos negativos como el odio y la cólera for­man parte de la mente, podemos embarcamos en la tarea de tomados como objetos externos y combatirlos.
»A menudo nos encontramos en situaciones en las que nos censu­ramos, y nos decimos: "Me he defraudado a mí mismo", y nos enfa­damos. Así que también en esas ocasiones entablamos un diálogo con nosotros mismos, aunque en realidad seamos siempre un solo individuo. A pesar de ello, tiene sentido criticarse, enojarse con uno mis­mo, como todos sabemos por experiencia propia.
»Pues bien, aunque en realidad sólo hay un único ser individual, se pueden adoptar dos perspectivas diferentes. ¿Qué es lo que ocurre cuando uno se critica? El "yo" que critica lo hace desde una perspec­tiva totalizadora de la persona, mientras que el "yo" criticado es uno mismo en una experiencia concreta. Así es posible esta relación del SI mismo con el sí mismo".
,»Cabe añadir que es útil reflexionar sobre los diversos aspectos de la Identidad personal. Tomemos como ejemplo un monje tibetano. Ese individuo puede construir su identidad desde la perspectiva de ser monje: "yo mismo como monje". Y también puede experimentar su Identidad basándose en su origen étnico, como tibetano, de modo que Puede decir: "Soy tibetano". y puede tener otra identidad en la que la condición monacal y el origen étnico no jueguen un papel importan­te. Puede pensar: "Soy un ser humano". Tenemos por tanto pers­pectivas diferentes de la identidad personal.
»Esto indica que cuando nos relacionamos conceptualmente con algo, podemos observar un mismo fenómeno desde muchos ángulos diferentes, y que esta capacidad es bastante selectiva; podemos enfo­car la atención en un aspecto de ese fenómeno y adoptar una perspec­tiva determinada. Esta facultad es muy importante cuando queremos identificar y eliminar ciertos aspectos negativos en nosotros o inten­sificar los rasgos positivos: con ella podemos aislar las partes que tra­tamos de eliminar o contra las que queremos luchar.
»Pero entonces, surge una cuestión muy importante: aunque podemos enfrentarnos a la cólera, el odio y los demás estados negativos de la mente, ¿qué garantía tenemos de que es posible vencerlos?
»Al hablar de estos estados negativos de la mente, debería señalar que me refiero a lo que nosotros llamamos Nyon Mong en tibetano, o Klesha en sánscrito. Este término significa literalmente "aquello que aflige desde dentro". A menudo se traduce como "ilusiones". La eti­mología de la palabra tibetana Nyon Mong nos indica que se trata de algo emocional y cognitivo que aflige a nuestra mente, destruye nues­tra paz mental o nos produce una perturbación psíquica. Si observa­mos atentamente, será fácil reconocer la naturaleza de estas "ilusiones" por su tendencia a destruir nuestra calma. Pero en cambio es mucho más difícil descubrir si podemos superarlas. Esto se relaciona directa­mente con la posibilidad de activar todo nuestro potencial espiritual, que es un tema muy serio y de arduo tratamiento.
»Así pues, ¿qué argumentos tenemos para creer que estas emocio­nes destructivas o "ilusiones" pueden ser eliminadas de nuestra men­te? En el pensamiento budista, tenemos tres premisas sobre ello.
»La primera afirma que todos los estados "ilusorios" de la mente, todas las emociones y pensamientos destructivos son distorsiones, porque se apoyan en percepciones erróneas de la realidad. Por muy poderosas que sean, esas emociones carecen de fundamento válido.
Se basan en la ignorancia. Por otro lado, todas las emociones o esta­dos positivos de la mente, como el amor y la compasión, tienen una base muy sólida. Cuando la mente experimenta estos estados positi­vos, no hay distorsión, ya que están fundados en la realidad, pueden ser verificados por nuestra experiencia. Pero no ocurre lo mismo en el caso de las emociones destructivas, como la cólera y el odio. Ade­más, los estados positivos pueden ser potenciados continuamente, siempre y cuando realicemos prácticas regulares.

-¿Puede explicarme a qué se refiere al decir que los estados posi­tivos de la mente tienen una «base sólida» mientras que los estados negativos carecen de ella? -le interrumpí.

-Tomemos la compasión, por ejemplo. Se empieza por reconocer que no se desea sufrir y que se tiene derecho a alcanzar la felicidad. Eso se puede verificar. Se reconoce a continuación que las demás per­sonas, como uno mismo, tampoco desean sufrir y también tienen de­recho a alcanzar la felicidad. Ya se tiene la base para generar compa­sión.
»Esencialmente, hay dos clases de emociones o estados de la men­te: las positivas y negativas. Una forma de clasificar estas emociones sería considerar si pueden ser justificadas. Antes por ejemplo, al ana­lizar el deseo, vimos que hay algunos negativos. El deseo de satisfacer las necesidades básicas es positivo. Es justificable. Se basa en el hecho de que todos existimos y tenemos derecho a sobrevivir. Así pues, ese deseo. tiene un fundamento sólido. Los deseos negativos, como por ejemplo la avaricia, no poseen bases sólidas, y a menudo no hacen sino crear problemas y complicamos la vida. La avaricia obedece al descontento, a pesar de que las cosas que se desean no son realmente necesarias.

El Dalai Lama continuó su examen de la mente humana con la misma escrupulosidad que pudiera emplear un botánico para clasifi­car especies raras.
-Eso nos lleva a la segunda premisa sobre la que se basa la afirmación de que podemos erradicar las emociones negativas. Establece que los estados positivos de la mente pueden actuar como antídoto contra las tendencias negativas y los estados ilusorios. Por consiguiente utilizando y potenciando los estados positivo: los antídotos, reduciremos la presencia de los estados negativos.
»En la práctica budista, ciertas cualidades mentales positivas como la paciencia, la tolerancia y la amabilidad, pueden actuar como; antídotos especificas contra la cólera, el odio y el apego. Antídotos como el amor y la compasión reducen de modo significativo las aflicciones mentales, pero su especificidad los convierte en medidas par­ciales. Las emociones destructivas se encuentran en último término enraizadas en la ignorancia, es decir, en la concepción errónea de la naturaleza de la realidad. En consecuencia, todas las confesiones budistas parecen coincidir en que, para superar plenamente todas las tendencias negativas, tenemos que aplicar el antídoto contra la ignorancia, es decir, el "factor sabiduría". Eso es indispensable. Ese "fac­tor sabiduría" supone crear percepción de la verdadera naturaleza de la realidad.
»En resumen, en la tradición budista no sólo tenemos antídotos específicos, como por ejemplo la paciencia y la tolerancia, que actúan como antídotos específicos contra la cólera y el odio, sino que también disponemos de un antídoto general, el conocimiento de la natu­raleza de la realidad. Esto es algo similar a librarse de una planta ve­nenosa: puedes eliminar los efectos nocivos cortando ramas y hojas o bien arrancando la planta de cuajo.

El Dalai Lama continuó con su exposición de las premisas: -La tercera premisa asevera que la naturaleza esencial de la men­te es pura, que la conciencia básica no está manchada por emociones negativas. Su naturaleza es pura, un estado denominado
»De acuerdo con estas tres premisas, el budismo sostiene que las aflicciones mentales y emocionales pueden ser eliminadas mediante el cultivo de fuerzas que actúan como antídotos, como el amor, la com­pasión, la tolerancia y el perdón, así como con prácticas como la me­ditación.
Ya había oído hablar al Dalai Lama de la naturaleza fundamental de la mente y de su capacidad para eliminar nuestras pautas negati­vas de pensamiento. Había comparado la mente con un vaso de agua sucia; los estados mentales aflictivo s eran las «impurezas», que po­dían ser eliminadas para revelar la fundamental naturaleza «pura»del agua. Esto parecía un tanto abstracto, así que le interrumpí, im­pulsado por preocupaciones prácticas.
-Supongamos que uno acepta la posibilidad de eliminar las emo­ciones negativas y empieza a dar pasos en esa dirección. A partir de nuestras conversaciones, sin embargo, me doy cuenta de que sería preciso un tremendo esfuerzo para erradicar ese lado oscuro: estudio, contemplación, aplicación constante de antídotos, intensas prácticas de meditación, etcétera. Eso puede ser apropiado para un monje o para alguien capaz de dedicar mucho tiempo y atención a esas activi­dades. Pero ¿qué sucede con la persona corriente, que tiene una fami­lia y un trabajo, que quizá no disponga de suficiente tiempo? ¿No se­ría más adecuado para esas personas tratar de vivir con sus emociones manejándolas adecuadamente, en lugar de intentar erradicarlas por completo? Sucede aquí lo mismo que con los enfermos de diabetes. Quizá no dispongan de los medios para alcanzar una cura completa, pero si vigilan su dieta, toman insulina, etcétera, pueden controlar la enfermedad y evitar las secuelas negativas.
-¡Sí, precisamente de eso se trata! -me respondió con entusias­mo-. Estoy de acuerdo con usted. Lo que podamos hacer para redu­cir la influencia de las emociones negativas, por poco que sea, siem­pre será muy útil, puede ayudar a llevar una vida más satisfactoria.
Mire, un laico cargado de obligaciones familiares y laborales puede alcanzar, no obstante, un alto grado de realización espiritual. Ha habi­do personas que no iniciaron una práctica seria hasta un período avan­zado de su vida, cuando ya tenían cincuenta o incluso ochenta años, a pesar de lo cual pudieron convertirse en grandes maestros.
-¿Ha conocido personas que hayan alcanzado esa condición? -le pregunté. 
-Es difícil reconocerlos. Los verdaderos practicantes nunca alardean -contestó riéndose.

En Occidente son muchas las personas que consideran las convic­ciones religiosas como una fuente de felicidad; el enfoque del Dalai Lama, sin embargo, es fundamentalmente distinto al de muchas reli­giones occidentales, ya que depende mucho más del razonamiento y la formación de la mente que de la fe. En algunos aspectos, el budis­mo del Dalai Lama se parece a una ciencia de la mente, un sistema cuya aplicación se asemeja a la psicoterapia. Pero lo que el Dalai Lama sugiere va mucho más allá. Aunque estamos acostumbrados a utilizar técnicas psicoterapéuticas para modelar el comportamiento, para eli­minar malos hábitos como fumar o beber y para combatir conductas impulsivas, no estamos tan acostumbrados a cultivar los atributos po­sitivos, el amor, la compasión, la paciencia y la generosidad, como ar­mas purificadoras de los estados mentales negativos. El método del Dalai Lama para alcanzar la felicidad se basa en la idea revoluciona­ria de que los estados mentales negativos no constituyen una parte in­trínseca de nuestra mente, sino que son obstáculos transitorios en la expresión de nuestro estado fundamental de alegría y felicidad.
Las escuelas más tradicionales de la psicoterapia occidental con­centran su acción en la neurosis del individuo; exploran su historia personal, sus relaciones, sus experiencias cotidianas (incluidos los sue­ños y las fantasías) y hasta la relación con el terapeuta, en un intento por resolver los conflictos internos del paciente, sus motivos incons­cientes y la dinámica psicológica que pueda encontrarse en el origen de sus problemas. Es decir, se centran en encontrar estrategias más sa­nas para afrontar las situaciones, un mejor ajuste, una mejora de los síntomas, antes que una formación de la mente para ser más feliz.
El rasgo más característico del método de formación de la mente, expuesto por el Dalai Lama, es la idea de que los estados positivos de la mente pueden actuar como antídotos contra los estados negativos. Al buscar paralelismos en la ciencia moderna del comportamiento, la terapia cognitiva es quizá la que más se le acerca. Esta psicoterapia se ha hecho cada vez más popular en las últimas décadas y ha demos­trado ser muy efectiva en una amplia variedad de problemas, parti­cularmente los trastornos del estado de ánimo, como la depresión y la ansiedad. La terapia cognitiva moderna, desarrollada por psicote­rapeutas como Albert Ellis y Aaron Beck, se basa en la tesis de que las perturbaciones emocionales y los comportamientos inadaptados tie­nen su causa en distorsiones del juicio y en convicciones irracionales. La terapia consiste en ayudar al paciente a identificar, examinar y co­rregir sistemáticamente tales distorsiones. Los pensamientos correc­tores son, en cierto modo, antídotos Contra las pautas distorsionadas que son el origen del sufrimiento del paciente.
Una persona rechazada por otra, por ejemplo, responde con exce­sivo dolor. El terapeuta cognitivo ayuda a la persona a identificar la convicción irracional subyacente, que puede ser ésta: «Tengo que ser amado y aprobado por todas las personas significativas que haya en mi vida en todo momento; de no ser así, no valdré nada y la vida será horrible». El terapeuta le presenta pruebas que refutan esa convicción. Aunque este enfoque pueda parecer superficial, muchos estudios han demostrado que la terapia cognitiva obtiene buenos resultados. En el tratamiento de la depresión, por ejemplo, parte del principio que está originada por los pensamientos autopunitivos. De un modo similar a los budistas, que ven todas las emociones negativas como distorsiones, el terapeuta cognitivo considera los pensamientos generadores de depresión como «esencialmente distorsionados». En la depresión, el pensamiento considera los acontecimientos como una cuestión de todo o nada: o generaliza en exceso (si se pierde un trabajo, se piensa auto­máticamente: «Soy un fracasado») o se piensa selectivamente (si en Un día ocurren tres cosas buenas y dos malas, el deprimido deja de lado las buenas y sólo se fija en las malas). Así, al tratar la depresión, el te­rapeuta ayuda al paciente a neutralizar la aparición automática de pensamientos negativos (como por ejemplo: «No tengo absolutamen­te ningún valor») mediante la acumulación de información y pruebas que los contradigan (por ejemplo: «He trabajado duramente para educar a dos hijos», «Tengo talento para el canto», «He sido un buen amigo», «He mantenido un puesto de trabajo difícil»). Los investiga­dores han demostrado que al sustituir los modos de pensamientos distorsionados por información veraz, podemos producir un cambio en los sentimientos y mejorar así nuestro estado de ánimo.
El hecho mismo de que podamos cambiar nuestras emociones y contrarrestar los pensamientos negativos mediante la aplicación de otros pensamientos apoya la tesis del Dalai Lama, según la cual po­demos superar nuestros estados mentales negativos mediante la apli­cación de «antídotos», es decir, estados mentales positivos. Después de las recientes pruebas científicas de que se puede transformar la es­tructura y el funcionamiento del cerebro mediante el cultivo de nue­vos pensamientos, la observación de que podemos alcanzar la felicidad mediante el entrenamiento de la mente es completamente plausible.


Dalai Lama con Howard C. Cutler, M. D.
EL ARTE DE LA FELICIDAD

Traducción de José Manuel Pomares

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