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domingo, 2 de septiembre de 2018

Abraza tus manifestaciones con gratitud y generosidad (1/2)

MARAVILLOSA Semana!!!
Construye tu destino
Por Wayne W. Dyer

Noveno principio
Abraza tus manifestaciones con gratitud y generosidad (1/2)

La expresión consciente de gratitud y generosidad es el último principio de este milagroso proceso de la manifestación espiritual. Experimentar una sensación de gratitud y generosidad es el resultado de estar en armonía con los otros ocho principios presentados en este libro.

La gratitud es la expresión de reconocimiento de la unicidad de la energía universal que actúa en colaboración con tus deseos.


LA NATURALEZA DE LA GRATITUD

La naturaleza de la gratitud es la respuesta completa y plena del corazón humano a todo lo que hay en el universo. Es la ausencia de sentimiento de alienación o separación. Representa nuestro pleno reconocimiento y aprecio de la energía que fluye a través de todas las cosas y que nos aporta dones en forma de la realización de nuestros deseos.

La gratitud es una forma de reconocer que no hay que dar nada por sentado y, lo que es más importante, constituye una expresión del amor completo e incondicional a la fuerza de Dios, que está en todas las cosas. Es una forma de estar en unidad con la fuerza de Dios, en la más plena serenidad interior. Una forma de reconocer que el espíritu que hay dentro de nosotros es el mismo que sostiene toda la vida sobre el planeta.

La gratitud, pues, representa a la totalidad de nosotros mismos. Cuando nos sentimos agradecidos y damos las gracias, cuando enviamos esta clase de energía amorosa al mundo, del mismo modo que hicimos al pedir que se manifestara el deseo de nuestro corazón, nos sentimos completos. La gratitud nos permite sentirnos más conectados con aquello hacia lo que estamos agradecidos. Anula cualquier sentimiento de separación y alienación de Dios. La naturaleza de la gratitud ayuda a disipar la idea de que no tenemos suficiente, de que nunca tendremos suficiente, y de que nosotros mismos no somos suficiente.

Si tu corazón está lleno de gratitud, te sientes agradecido por todo y no te centras únicamente en lo que te falta. Si tu atención, en cambio, se centra en la escasez, le estás comunicando al espíritu universal que necesitas más y que no te sientes agradecido por lo que ya tienes. La naturaleza de la gratitud confirma nuestra plenitud y abundancia, y reconoce que somos los receptores de la generosidad de otros, de la vida y del espíritu universal.

La gratitud contribuye con una respuesta amorosa al conjunto de la creación y a nuestra relación con esta. Esa relación nos ilustra cómo todo está interconectado y es interdependiente, incluidas las manifestaciones de nuestras vidas. Al comprender la naturaleza de la gratitud, podemos identificar más claramente aquellas cosas que hay dentro de nosotros mismos y que son obstáculos para poder practicar la gratitud.


OBSTÁCULOS A LA GRATITUD

La gratitud es un proceso interior. Es una actitud de agradecimiento que se mantiene incluso cuando las cosas no aparecen en la forma que nos gustaría. Rumi escribió: «No te lamentes por lo que no llega. Algunas de las cosas que no suceden evitan que ocurran desastres». La gratitud es una forma de enfrentarse al mundo con amor, sin prejuicios. Los tres obstáculos más habituales a una actitud de gratitud tienen origen en los procesos mentales. Representan una forma de pensar que impide que se manifieste la gratitud.

1.- Encontrar defectos. Sin duda habrás escuchado la expresión «encontrar defectos». Pero, dentro de ese mismo contexto, raras veces encontramos la frase «encontrar amor». La gran mayoría de nosotros ponemos mucho más énfasis en encontrar defectos que en encontrar amor.

Siempre tenemos la alternativa de buscar defectos o encontrar amor. El que se dedica a lo primero, se centra en lo que anda mal y en lo que falta. Ese centro de atención muestra crítica, juicio y cólera. La sensación es la de estar en contra de las manifestaciones que aparecen en el mundo, antes que la de estar a favor de lo que se recibe.

Los principios iniciales de la manifestación explican que es esencial recordar que lo que pensamos es lo que se expande, tal como se expresa en la frase: «Seremos aquello que pensemos». Si utilizas tu mente para pensar en lo que está mal y en lo que falta, eso será precisamente lo que se manifestará en ti. Tu mundo interior es la fuente de lo que manifiestas. Encontrar defectos en lugar de sentirte agradecido y dedicarte a encontrar amor, garantiza que no podrás participar en la creación de tu vida y en el cumplimiento de tus deseos.
Encontrar defectos no es algo que suceda debido a lo que observas en tu mundo. Es el observador que hay en ti el que elige un punto de vista crítico o colérico.

2.- Quejarse. Yo tengo un lema que he utilizado durante muchos años y que es bastante simple, pero muy efectivo para superar este obstáculo a la adopción de una actitud de gratitud: «¡No te quejes! ¡No expliques!».

El que se queja siempre se siente estafado y, en consecuencia, siente envidia y amargura hacia quienes parecen haber sido bendecidos con lo que a él le falta. El que se queja se siente aislado y separado de la bondad y el gozo. Como quiera que la plenitud de la vida parece estar ocurriendo en alguna otra parte, el que se queja está lleno de ingratitud.

Para practicar debidamente la manifestación de los propios deseos, es crucial tener una actitud de amor incondicional, sentir que no estás solo y que la vida es un don que se te ha concedido. La experiencia de lamentarse y de sentirse privado conduce a la cólera contra la fuente universal que parece haberte negado el beneficio de su aportación infinita. La misma actitud de desear quejarse es suficiente para garantizar que continuarás sintiéndote estafado en la vida. Quejarse es una expresión de la ausencia de amor que hay en tu mundo interior. Si sientes amor, no queda espacio para que te molestes porque Dios no ha cedido a las exigencias de tu ego.

El ego te instiga constantemente para que necesites y desees más y te dice que quejarse ayuda. El problema es que el ego nunca se siente satisfecho. No importa lo mucho que lo alimentes, siempre te planteará una nueva lista de demandas casi inmediatamente después de haber visto satisfechas las anteriores. Si le das alcohol hasta emborracharlo, y sexo hasta que se derrumba en el éxtasis, y drogas hasta hacerlo volar, y dinero y coches y cualquier cosa que puedas pensar, a la mañana siguiente te planteará una lista más larga de exigencias. El ego nunca se siente satisfecho y vive de acuerdo con el eslogan de que más siempre es mejor, y si ese más no llega precisamente cuando el ego siente la necesidad, tienes todo el derecho para quejarte. Eso supone un gran obstáculo para adoptar una actitud de gratitud, y es un impedimento todavía mayor para manifestar la esencia de los deseos de tu

3.- Dar por sentado lo que se tiene. Dar por sentadas las cosas y las personas que hay en tu vida te priva de la alegría que podrías experimentar si te sintieras agradecido. Dar las cosas por sentado significa pasar por la vida sin percibir la multitud de dones que hay, en todos y cada uno de sus momentos.

Piensa en las actividades y experiencias que te perderías si, de repente, desaparecieran, y cultiva una conciencia que no dé la vida por sentado. Esfuérzate por permanecer alerta para buscar amor. Recuerda que no hay momentos insignificantes. Jugar a la pelota con un niño, contemplar la forma de las nubes a primeras horas de la mañana, escuchar los sonidos de las estaciones, darle las buenas noches a un ser querido..., todas y cada una de las experiencias de la vida son una oportunidad para experimentar gratitud o su opuesto, una sensación de aburrimiento. Eso es siempre una decisión que tomas tú.

Pasar por la vida como un sonámbulo es una alternativa que impide la gratitud necesaria para convertirse en un manifestador. Si lo das todo por sentado, con ausencia de gozo y aprecio, nunca podrás ver los indicios que aparecen en la superficie y que te proporcionarán el ímpetu para emprender la acción sobre la manifestación deseada. La aparición de la persona correcta o el don inesperado que pueden ser el principio de tu manifestación serán saludados con un encogimiento de hombros y con un desinterés que te impedirán recibir tu bendición. Manténte despierto y muéstrate agradecido con todo y con todos.

Cambia tu actitud de ingratitud imaginando, aunque sólo sea por un momento, lo vacía que estaría tu vida sin esas bendiciones. A menudo no valoramos a nuestros seres queridos y todos los dones del universo hasta que ya es demasiado tarde y estos han abandonado nuestras vidas. Pienso con frecuencia en esto en relación con mis propios hijos. Sé que pronto se marcharán de nuestro hogar y que vivirán sus propias vidas, con sus propias familias. Y entonces me sorprendo al darme cuenta de lo mucho que los amo. Marcelene y yo hemos adquirido la costumbre de rodearlos con nuestros brazos y decirles lo afortunados que somos por el hecho de que formen parte de nuestras vidas, y lo privilegiados que nos sentimos por ser sus padres.

Este acto de amor evita que demos por sentada la presencia de los otros. Una expresión de gratitud hacia los abuelos, compañeros de trabajo, cónyuges e incluso los pilotos de un avión, es una forma de salir de la trampa del aburrimiento. Deja de asumir que la vida es algo garantizado. Demuestra tu aprecio por la vida y cultiva el agradecimiento.



APRECIO Y DESPRECIO

Al menospreciar algo, devaluamos o disminuimos su valor. Despreciamos las cosas o a las personas al expresar desaprobación o disgusto. Si apreciamos algo o a alguien, le damos valor con nuestra aprobación y alabanza. Al apreciar las cosas, lo que hacemos es incrementar su valor.

Es imposible sentirse agradecidos por algo o por alguien que no valoremos. Empieza a ver las cosas y a la gente tal como son en realidad, en lugar de dejarte dirigir por la valoración que haces de ellas, que es un juicio interno. Toda persona es hija de Dios. Reconoce el despliegue de Dios en cada persona a la que conozcas. Entonces podrás apreciarla. Si no lo haces así, la desprecias.

Tu experiencia del sufrimiento, el vacío y el temor se halla relacionada con tu desprecio por aquello que aparece en tu vida. Piensa en todo lo que criticas con regularidad y te darás cuenta de qué cosas has dejado de apreciar. Si encuentras defectos en los negros o en los blancos, en los musulmanes o en los judíos, en los iraquíes o los estadounidenses, en los jóvenes o los viejos, lo que estás haciendo es devaluar a grupos de personas. Una vez que participas en ese proceso de depreciación, bloqueas tu capacidad para experimentar gratitud y, en consecuencia, obstruyes tu capacidad para manifestar prosperidad, amor y alegría.

Esencialmente, la actividad de la depreciación significa que no percibes la belleza de la vida. En lugar de reforzar las percepciones erróneas de tu ego, aprendes a apreciar las cosas y, por tanto, a manifestar viendo en la otra persona o grupos de personas al Cristo que te devuelve tu reflejo.


CULTIVAR UNA ACTITUD DE GRATITUD

A continuación se ofrecen algunas sugerencias para activar la práctica de la gratitud. Aprende a ser agradecido por todo lo que eres, por todo lo que tienes, y potenciarás tu capacidad para manifestar en tu vida la esencia de todo lo que deseas.

• Aprende a imaginarte como receptor en vez de como víctima. Prácticamente todo aquello que posees en tu vida, lo tienes gracias al esfuerzo de los demás. Tus muebles, coche, hogar, ropas, jardín y, sí, incluso tu propio cuerpo son, de algún modo, dones ofrecidos por los demás. Sin los esfuerzos de miles y miles de personas que obran en armonía, no tendrías nada que mostrar en tu vida.

Aunque seas una «persona hecha a ti misma», no podrías haber llegado muy lejos sin los dones de los elementos básicos que utilizaste para hacerte a ti mismo. Sólo tienes que recordar cada día este hecho y la gratitud empezará a sustituir al cinismo.

Practica la expresión silenciosa de gratitud cuando empieces a ver la manifestación de tus deseos a partir de la fuente universal. Todo lo que se necesita es un sencillo e íntimo: «Gracias Dios mío, veo tu obra en mi vida y reconozco con amor mi aprecio por todo lo que me has aportado». Esta clase de recordatorios íntimos impedirán que te veas bloqueado por esos obstáculos sobre los que acabas de leer.

Conviértete en una persona dispuesta a decirles a quienes te rodean lo mucho que los aprecias. Realiza un esfuerzo para decir en voz alta lo mucho que amas a los miembros de tu familia, sin convertirlo en un ritual ficticio. Muéstrate dispuesto a decir en voz alta el encantador hogar que tienes y lo mucho que lo aprecias, o expresa tu aprecio por alguien que te lava la ropa o que te prepara una comida exquisita. Hazlo de una forma sincera y verás con qué rapidez encuentras reciprocidad y aprecio por esta actitud.

Puedes practicar esta actitud de gratitud con personas extrañas. Haz pequeños favores, como devolver el carro de la compra a la tienda, en lugar de dejarlo en el aparcamiento, o decirle a la camarera lo mucho que aprecias su amable atención a los detalles. Cuanto más dispuesto estés a expresar gratitud, tanto más cultivarás una experiencia de amor incondicional que, como ya sabes, es el secreto de la manifestación.

Sé agradecido y quéjate lo menos posible. Recuerda mi eslogan personal: «¡No te quejes! ¡No expliques!». Conténte cuando estés a punto de encontrar un defecto en alguien o en alguna situación. Entonces, en lugar de eso, di algo que refleje una voluntad de encontrar amor: «Probablemente, no les han enseñado a realizar adecuadamente esa tarea», en lugar de decir: «Ya no queda nadie que sepa hacer las cosas bien. No sé adónde va a parar este mundo».

Cuanto más practiques la ausencia de crítica y de quejas, tanto más se llenará de amor y de aprecio el vacío que hay en ti. Concédete un período específico de tiempo para practicar y aprender a no quejarte y encontrar defectos, quizá durante treinta días. Experimentarás cómo te vacías del rencor y de las quejas de tu interior, y su sustitución por la apertura al amor, el aprecio y la gratitud. La presencia del amor incondicional te conducirá al fondo de ti mismo, allí donde es posible la manifestación de tus deseos.

Empieza y termina el día con una expresión de gratitud y da las gracias. Cada mañana, al levantarte se te ha concedido el don de una salida del sol y de veinticuatro horas de vida. Es un don precioso. Tienes la maravillosa oportunidad de aprovechar este día y vivirlo gozosamente, con aprecio por todo aquello que encuentres.

Respira profundamente y siéntete agradecido por esta magnífica experiencia de respirar en la vida y en el amor. De modo similar, termina el día con una expresión de amor y una repetición de la palabra paz, Shalom. Esa palabra combina los sonidos de la manifestación y de aquello que se ha manifestado para ti.

Sé consciente de la necesidad de sentirte agradecido por el sufrimiento y las luchas que forman parte del tejido de tu vida. En ocasiones, resulta muy fácil sentirse simplemente enojado ante el sufrimiento, en lugar de reconocer que eso es un catalizador para tu búsqueda y despertar.

Tu capacidad para conocer el poder de la amabilidad y del amor surgió muy probablemente a partir de alguna oscuridad y dolor experimentados en el pasado. Sin aquellas experiencias, seguirías atascado. Las adicciones enseñan el elixir de la pureza. La cólera enseña el éxtasis del amor. La ingratitud enseña la necesidad de la gratitud. Acumular enseña el placer de dar. Tu dolor te enseña a ser más consciente de tu existencia y a amar a los demás.

Tu varicela te enseñó a evitarla más tarde en la vida, al darte la oportunidad de crear anticuerpos en tu sistema inmunológico. ¡La vida trae consigo los exámenes! Siéntete agradecido por esos exámenes, en lugar de mostrarte crítico con ellos.

• Recuerda que la naturaleza del pensamiento es la de incrementarse. Cuantos más pensamientos se centren en lo que te falta, tanto más deficiente te sentirás y mayores serán las quejas que expresarás. De modo similar, cuanto más practiques la gratitud, tanto más agradecimiento y aprecio experimentarás por todo lo que te proporciona la vida, y tanto más alimentarás tu experiencia de abundancia y de amor. Y cuanto más lo practiques, incluso con los pequeños detalles, tanto más abundante te sentirás y, en último término, tanto más atraerás hacia ti mismo.

Una de las cosas que he venido haciendo desde hace años es ofrecer una expresión de agradecimiento a Dios cada vez que encuentro una moneda, independientemente de su valor. La moneda es para mí un símbolo de la prosperidad que ha sido puesta en mi camino. He descubierto que recibo monedas casi cada día. Una moneda de cinco centavos aquí, una de veinticinco centavos allá, en la acera. Aparecen con regularidad, casi como un recordatorio de todo lo que se ha manifestado en mi vida. Me limito a recoger la moneda y digo: «Gracias, Dios mío. Sé que estás trabajando en mi vida y me siento agradecido por este símbolo». Cada vez que recibo una moneda de esta manera, siento el deseo de extender el favor a otros, con alguna forma de generosidad. Nuestra gratitud se extenderá en último término en la generosidad y en el servicio a los demás.

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