MARAVILLOSA Semana!!!
Construye tu destino
Por Wayne W. Dyer
Noveno principio
Abraza tus manifestaciones con gratitud y generosidad (2/2)
GENEROSIDAD Y SERVICIO: EL PASO FINAL EN LA MANIFESTACIÓN
La extensión natural de sentirse agradecido es el desarrollo de un corazón generoso. La generosidad perfecta es la voluntad para dar de uno mismo y de todo aquello que ha manifestado sin esperar nada a cambio. Quizá te parezca paradójico que la fase final de la manifestación del deseo de tu corazón sea el compartir generosamente lo que has recibido y alejar tu atención de lo que has pedido que se manifieste. No obstante, si revisas todos los principios de la manifestación espiritual, te darás cuenta de que esto es consecuente con lo que hemos dicho hasta ahora.
La manifestación supone conectar con el espíritu universal, que es infinito y abundante en su variedad. No se trata de ver las propias necesidades, sino más bien de sentirse completo con esa abundancia radiante. No se trata de anhelar y pedir. Se trata de expresar un amor incondicional y de atraer ese amor abundante a tu vida individual. Mientras estés en tu cuerpo físico, tendrás deseos. No tienes por qué avergonzarte por ello o no sentirte espiritual. Tu cuerpo y las necesidades físicas de tu ser material pueden ser satisfechos con dones abundantes, y lo serán siempre y cuando sigas estos nueve principios y no permitas que tu ego vuelva a hacerse con el control de tu vida.
Al sentir la presencia de esa abundancia, tu sensación de gratitud te empujará en la dirección de la generosidad. Es en la expresión de tu generosidad donde te sentirás más conectado con el amor incondicional del espíritu universal. Cuanto más sientas el deseo de compartir incondicionalmente lo que recibes, tanto más experimentarás el flujo de ello en tu vida.
GENEROSIDAD Y AUTOLIBERACIÓN
La generosidad es útil para tu propia liberación en la medida en que te enseña la cualidad interior del desprendimiento. Desprenderte y liberarte de las cosas a las que te sientes más apegado es la mejor manera de liberarte de tu ego. La necesidad de aferrarte a las cosas y al dinero que recibes surge a partir de la sensación de estar incompleto. La práctica de la generosidad te alinea con tu sentido del amor y de plenitud.
La generosidad que te da liberarte de tu ego se extiende mucho más allá de compartir simplemente tus posesiones materiales. La generosidad significa ofrecer amabilidad, cuidado, amor y nutrición allí donde se necesiten. Además, el espíritu de la generosidad puede relacionarse, y en último término se relaciona con la forma que tenemos de tratarnos a nosotros mismos. Si tienes un corazón generoso al que no le angustia dar, te tratarás a ti mismo de forma amorosa, y te nutrirás sin ningún sentido de culpabilidad.
Si eres capaz de dar libremente, en un acto incondicional de amor, sin expectativas, experimentas lo que considero como una libertad total. Renuncias a aferrarte a tu ego engreído, que te anima a creer en la limitación y en la competencia. Esta capacidad para dar sin condiciones supone también un reconocimiento de que aquello que se ha manifestado en tu vida procede de una oferta infinita y de que no puedes experimentar nunca una conciencia de escasez porque sabes que formas parte de esa oferta infinita.
DAR Y RECIBIR: LA FORMA EN QUE FUNCIONA EL UNIVERSO
Cada vez que inspiras y espiras, participas en un proceso de dar y recibir que es vital para el mundo material y espiritual. Con cada inhalación absorbes el oxígeno y el nitrógeno que necesitas para existir, y con cada exhalación devuelves el anhídrido carbónico del que se nutre todo el mundo de las plantas. El ciclo de dar y recibir generosamente es exactamente el mismo que el acto de respirar.
Mira a tu alrededor y observa que todo en nuestro universo es resultado de dar y recibir. Toda la cadena alimenticia representa dar y tomar vida, para luego volver a dar en un ciclo infinito de manifestación material. Los gusanos que comen los pájaros, los excrementos de estos, la comida que es el pájaro, el reciclado de la carne del pájaro y así sucesivamente.
Todo eso tiene que producirse aquí, en este universo. No es algo que salga y luego vuelva a entrar. Se trata, simplemente, de un proceso de dar y recibir diferentes formas de energía. El hierro de tu corriente sanguínea forma parte de la infinita oferta de hierro que regresará de otra forma una vez que tú hayas abandonado el mundo físico, quizá en las alas de un murciélago. Tú aportas tu propia oferta de hierro y tomas lo mismo. Dar y recibir es una función natural de la vida.
El flujo natural de dar y recibir puede detenerse con la tacañería y la acumulación. El proceso funciona de la misma forma a nivel espiritual. Tú envías amor y afabilidad, que te son devueltos multiplicados por diez. El viejo dicho: «Según hagas, así te harán» es algo más que un sentencioso consejo. Es un hecho del universo, a todos los niveles de la conciencia. En realidad, en eso consiste precisamente la manifestación.
Tú envías energía amorosa para conectarte con aquello que deseas y ésta se te devuelve. Es una acción de dar y recibir. No obstante, puedes interferir en esta progresión natural del dar y recibir al aferrarte egoístamente a lo que se manifieste en tu mundo material y detener el flujo de energía que aporta abundancia. Esta conciencia de escasez es obra del ego, que siempre se siente incompleto porque está convencido de hallarse separado de Dios.
CULTIVA UNA ACTITUD DE GENEROSIDAD
He aquí unas pocas sugerencias para poner generosidad en tu práctica de la manifestación y mantener el flujo natural de dar y recibir que mueve tu vida.
• Reconoce en primer lugar que esta es una forma de ser que se puede desarrollar. Quizá estés convencido de que dar es imposible porque tienes demasiado poco para ti mismo. Si no eres generoso cuando serlo es difícil, no lo serás tampoco cuando te resulte fácil. La generosidad es una función del corazón, no de la cartera.
Puedes dar de ti mismo, compartirlo poco que tienes con aquellos que están más necesitados, puedes dar el diezmo a quienes te aportan alimento espiritual sin pedir nada a cambio. Un corazón generoso es aquel que no impone limitaciones a su capacidad para ser generoso con los demás, y que no lo hace por la recompensa o el reconocimiento. Puedes cultivar esta actitud de generosidad y practicarla enviando amor y afabilidad con tanta frecuencia como te sea posible. En último término, se contagiará a otros y te conducirá a una mayor manifestación de los deseos de tu corazón.
• Piensa en la multitud de cosas que haces cada día por otros, incluidos los animales y el entorno del que formas parte, y considéralas como formas de practicar la generosidad. Hablar con un vecino solitario, alimentar a un gato callejero, abrir una puerta, pagar anónimamente el peaje del coche que viene detrás de ti, recoger a tus hijos del colegio, pasar la aspiradora por la alfombra, llenar el depósito de gasolina del coche para tu esposa o lo que se te ocurra en los miles de acciones que realizas cada día. Recuerda que practicas la generosidad, en lugar de sentirte ignorado o poco apreciado.
Y, lo más importante, recuerda que dar sin expectativa de reconocimiento es verdaderamente la obra de tu yo superior. El ego necesita y exige que se le rindan honores con la mayor frecuencia posible, acompañado además de una gran fanfarria. Procura mantener en la intimidad tus actos de generosidad, sin fanfarronear acerca de tu gran espíritu generoso.
Sé consciente de la resistencia interior que surge dentro de ti cuando sientes el impulso de dar. Tu temor a no tener suficiente para ti mismo y tu familia, tus dudas acerca de si los otros están verdaderamente necesitados, tu timidez o azoramiento, el hecho de que los otros no lo aprecien debidamente o de que quizá no hagan sino pedir más, son impulsos que debes respetar como válidos. Todas estas dudas y temores deberían ser examinadas sin prejuicios. Representan una parte de tu respuesta condicionada a la generosidad.
Al dar porque uno tiene un espíritu generoso y para extender amor, y no por ninguna otra razón, se desvanecen todas esas dudas. A mí se me critica a menudo cuando doy dinero en la calle a un evidente drogadicto. Cuando me dicen: «Con ese dinero sólo van a comprar más droga», mi respuesta es: «Lo que hagan con el dinero no tiene nada que ver con el motivo por el que se lo he dado. Este ser humano que se conecta con otro en un espíritu de amor, puede ser el acto de afabilidad y generosidad que le acerque un poco más a Dios, donde tiene lugar la curación genuina».
• Propónte practicar la generosidad durante determinados períodos, particularmente para ayudar a otros.
A veces observo a mi hijo más pequeño jugando al fútbol él solo, dándole patadas a la pelota y deseando que alguien jugara con él. Entonces me recuerdo a mí mismo la necesidad de olvidarme de los millones de cosas que tengo que hacer, mi estado de fatiga, mi deseo de ver un vídeo o lo que sea, y dedico las próximas horas a compartir simplemente mi tiempo con él. No lo hago porque sea magnánimo, sino porque es una oportunidad para ser generoso con mi tiempo y con mi amor. También me proporciona la gloriosa oportunidad de hacer algo que realmente me encanta, que es estar con mi muchacho, al que amo tiernamente.
Practica la virtud de recibir. Acepta la ayuda cuando otros te la ofrecen. Permite que otros hagan algo por ti, sin sentirte en una situación embarazosa ni tener la sensación de que tu independencia se ve amenazada. Recuerda que dar y recibir constituyen el intercambio natural de la energía del universo. Esa es la fuente misma de tu práctica de la manifestación.
Al rechazar la ayuda que se te ofrece, interrumpes el flujo natural de energía, del mismo modo que cuando rechazas el dar. Practica y di: «Gracias, aprecio mucho tu ayuda», aun cuando tu ego te diga: «Realmente, no la necesito». Recibir forma parte de la práctica espiritual de la manifestación, y de ti depende permitir que eso se produzca en tu vida, con gratitud y amor.
Descúbrete a ti mismo en el momento en que experimentes ingratitud y utiliza ese momento para practicar tu nueva generosidad. Una vez que percibas la escasez, tu inclinación inmediata será la de acumular, pero dedicarte a acumular no hace sino ampliar los efectos de tus sentimientos de tacañería y temor.
Esto puede suponer algo tan sencillo como dar una propina mayor de la esperada, o puede implicar el expresar amor o un cumplido a aquellos ante quienes practicas tu comportamiento de escasez. En esos momentos, déjate guiar por tu yo superior, que desea experimentar gozo y paz y manifiestes un poco de generosidad. Recuerda que un espíritu generoso infunde alegría y fortaleza a la mente. Así es precisamente como te sentirás cuando hayas superado la respuesta condicionada que te induce a la acumulación y la tacañería.
• Practica dar un poco más de lo que creas que puedes dar, y un poco más de lo que te resulte cómodo. Sé algo más paciente con un niño, dale a tu cónyuge un abrazo apasionado más prolongado que el abrazo superficial al que está acostumbrado, dale un poco más de dinero de lo habitual a la camarera que te atendió durante tu estancia en el hotel.
Procura ir más allá de tu límite de generosidad, con la plena seguridad de que eso no va a causar ninguna dificultad en tu vida. Sabe también que eso te proporcionará un sentido de realización espiritual que te hará sentirte más cerca de Dios, y que te pondrá realmente en contacto con tu yo superior.
Puedes intentar también ser un poco más generoso de lo habitual contigo mismo. Pide ese plato del menú que cuesta un poco más, o concédete unos pocos días extra de vacaciones, o permítete el lujo de que te apliquen un masaje corporal o facial relajantes.
ACOSTÚMBRATE A PROYECTAR TU GENEROSIDAD COMO UN SERVICIO
En este mundo todos vivimos con otras personas; nuestros encuentros y relaciones con ellas constituyen un componente fundamental de nuestra vida e influyen sobre nosotros mismos y los demás. «Servicio» es una palabra en la que no solemos pensar como parte de nuestra forma de ser en las relaciones corrientes. Pero lo cierto es que el servicio a los demás no puede separarse de las relaciones. Todos nos beneficiaremos de asumir esto como una actividad consciente de nuestras vidas cotidianas en relación con Dios, con nuestros semejantes, nuestro entorno y nosotros mismos.
Millones de fibras nos conectan con nuestros semejantes y, a través de ellas, estamos conectados con todos los seres humanos que habitan nuestro planeta. Al cultivar una actitud de gratitud y generosidad, descubrirás que deseas ser útil a los demás. Te parecerá entonces natural extender también hacia los demás aquello que recibes y ponerlo a su disposición.
Si recibes una gran enseñanza, querrás enseñarla a los demás. Si recibes amor, desearás proyectar ese amor incondicionalmente hacia el exterior. Percibirás automáticamente tus relaciones como dones para ponerlos al servicio de otros.
Al contemplar el propósito de tu vida en el plano material, descubrirás que lo único que puedes hacer con esta vida es entregarla. No puedes aferrarte a nada en un universo que cambia constantemente. No puedes establecer derechos sobre nada. Todo es transitorio. La única parte de ti mismo que es permanente, aquella que no cambia, es la esencia espiritual que reside en una dimensión invisible. Encontrarás un propósito y fortaleza cuando veas que estás relacionado con todos los otros seres vivos, y tendrás un propósito y te sentirás en paz contigo mismo cuando sirvas a los demás en alguna medida.
El propósito mismo de la manifestación es el de servir más plenamente y dejar atrás el engreimiento dominado por el ego. Tu bienestar, que es el propósito de la práctica de la manifestación, se halla genuina e inextricablemente conectado con las vidas y el bienestar de otros. Esencialmente, tus intereses son inseparables de los intereses de los demás.
Es este reconocimiento de nuestra interconexión fundamental lo que nos permite darnos cuenta de que todos estamos en una constante situación de servicio los unos con los otros. Es esta conciencia la que queremos mantener como la más importante en nuestra mente, a medida que generamos este principio de la manifestación espiritual.
El servicio es la opción que tenemos cada uno de nosotros de mostrar una actitud útil y curativa a otros, así como a nosotros mismos. Una de las consecuencias naturales de sentirse agradecido por las manifestaciones de nuestra vida cotidiana es la de experimentar la inclinación a ser generoso. La gratitud, la generosidad y una actitud servicial, tomados como nuestro propósito, constituyen los valores fundamentales de este último principio.
Al asumir el servicio a los demás como uno de los propósitos de tu vida y dejar atrás el engreimiento, descubres la ironía de la manifestación. Cuanto más decidas ponerte al servicio de los demás, tanto más profundamente experimentarás amor incondicional y tantas más cosas verás materializarse en tu vida.
El servicio debe verse como un centro de atención en tu vida, no como algo que se ve limitado a ciertas clases de actividades de dar y compartir. El servicio es un estado de la mente que expresa amor, antes que temor, y confianza antes que desconfianza. Y que hace que veamos a los demás como iguales con los que compartimos una identidad espiritual. Esta actitud interior de amor se manifiesta en tus actos.
Al aceptar un compromiso para dar una conferencia, deseo ser amor y compartir generosamente lo que se me ha dado. He descubierto que, cuando me dispongo a dirigirme a un público numeroso, la mejor forma de salir de mi ego, que está centrado en sus propias recompensas, como el aplauso, el ganar dinero y el recibir premios, consiste en meditar durante una hora antes de la conferencia. El mantra que repito durante mis meditaciones es: «¿Cómo puedo ayudar a los demás?». Me repito una y otra vez estas palabras hasta que se funden para formar una pacífica actitud interior. Luego, cuando me dispongo a pronunciar la conferencia, centro toda mi atención en servir y no me veo atrapado por mi ego. En este estado mental, disfruto de una guía amorosa que me ayuda a servir a todos aquellos que forman parte del público.
Que sirvas a los demás no significa que tengas que convertirte en una madre Teresa. Servirás a los demás dejando el ego en suspenso y extendiendo el amor que ahora Llena ese espacio. Puede adoptar un millón de formas diferentes, pero cuando se practica con autenticidad, desde el corazón, hace que merezca la pena todo lo que se ha manifestado en tu vida.
Sólo encontrarás dificultades para adoptar esta actitud de servir a los demás en tu vida si lo haces sin amor. En el momento en que impongas una condición a tu servicio, o que pidas algo a cambio, o que esperes que tu ofrecimiento sirva para que te lo devuelvan, acompañado por la apropiada respuesta de agradecimiento, introduces un elemento condicional, antes que un amor incondicional. La imposición de una condición hace entonces que el servicio esté vacío.
Si vas a servir a otro, pregúntate si puedes amar al ser humano al que quieres servir. Si no puedes, no entregues nada sin amor y limítate a pasar y a enviarle una bendición silenciosa. Si tienes la sensación de que alguien pide limosna inducido simplemente por la pereza o el deseo de evitar el trabajo, y sientes eso en el fondo de tu corazón, no le des nada. El servicio sin amor es obligación, y lleva consigo culpabilidad, cólera y resentimiento. Trabaja para alcanzar un estado de amor incondicional en tus esfuerzos por ser útil a los demás, y si no percibieras auténtico amor, reconócelo también así.
Con esto concluye el noveno principio de la manifestación espiritual. Muéstrate dispuesto a tomar todo lo que hayas atraído hacia ti como resultado de tu práctica de los principios de la manifestación, y devuélvelo después con un espíritu de gratitud y generosidad, entregándote a un acto de servicio. Cuanto más practiques de este modo, tanto más verás cómo se materializan con regularidad los objetos de tu deseo. No tiene por qué haber ningún conflicto entre tu conciencia espiritual de querer servir a los demás y la presencia de deseos propios. Tal y como observó Rumi hace ya casi un milenio: «La gente que renuncia a los deseos se convierte a menudo, de repente, en hipócrita».
Tienes deseos, tanto a nivel material como en términos de ser más espiritualmente amoroso y generoso al servicio de los demás. Ambas cosas no tienen por qué entrar en conflicto.
Quisiera acabar este último principio con otra observación de Rumi, titulada «El sirviente que amaba tus oraciones». Sintetiza todo lo que he escrito, no sólo aquí, en este último principio sobre la gratitud, la generosidad y el servicio, sino en todo el libro. Lee cuidadosamente las palabras y, al cerrar el libro y ponerte a trabajar en tu propio programa de manifestación espiritual, vuelve a leer de vez en cuando este pasaje de Jalal od-Din Rumi,* que nació en el año 1207 en el Imperio persa, en lo que actualmente se conoce como Afganistán. Te recordará el papel que juegas en todo esto, un papel que sólo se ve limitado por las restricciones que tú mismo impones sobre tu conciencia espiritual.
EL SIRVIENTE QUE AMABA SUS ORACIONES
Al amanecer, un cierto hombre rico quiso ir a los baños de vapor. Despertó a su sirviente, Sunqur, y le dijo: «¡Eh! ¡Despierta! Toma la jofaina y las toallas y la arcilla para el lavado y vámonos a los baños».
Las criaturas terrestres se mueven sobre el suelo. Ninguna inteligencia puede cambiar esto. Sólo hay uno que puede abrir la cerradura de estas cuestiones. Te deseo que nades siempre en el océano de la abundancia, al mismo tiempo que manifiestas tu propio y divino destino. Escucha a tu amigo. Olvida tus imaginaciones. Olvídate de ti mismo. Escucha a tu Amigo. Cuando seas totalmente obediente a ese, serás libre.
Inmediatamente, Sunqur reunió lo que se necesitaba, y se pusieron en camino, uno junto al otro.
Al pasar ante la mezquita, sonó la llamada a la oración. Sunqur amaba orar cinco veces al día. «Os lo ruego, amo, descansad en este banco durante un rato, para que pueda recitar la azora 98, que empieza diciendo: "Tú, que tratas a tu esclavo con afabilidad"».
El amo se sentó en el banco, mientras Sunqur entraba en la mezquita. Una vez terminadas las oraciones, cuando el sacerdote y todos los fieles se habían marchado, Sunqur seguía en el interior. El amo esperó y esperó. Finalmente, gritó hacia la mezquita: «Sunqur, ¿por qué no sales?».
«No puedo. Este inteligente no me deja. Tened un poco más de paciencia. Os escucho ahí fuera.»
El amo esperó hasta siete veces, y luego gritó. La respuesta de Sunqur fue siempre la misma, «Todavía no. Aún no me deja salir».
«Pero si ahí dentro no hay nadie, excepto tú. Todos se han marchado. ¿Quién te hace permanecer sentado tanto tiempo?»
«El que me mantiene aquí dentro es el que os mantiene a vos ahí fuera. El mismo que no os permite entrar, no me permite a mí salir.»
El océano no ofrece sus peces por sí mismo. Tampoco permite que los animales terrestres entren donde se mueve el pez delicado y sutil.
Resumen
Quisiera que vieras los nueve principios juntos, de modo que puedas consultarlos con frecuencia y ver cómo configuran un programa paso a paso para poner en práctica la conciencia de la manifestación espiritual en tu vida. Cada principio fluye hacia el siguiente, y si los aplicas de este modo secuencial, te puedo garantizar que empezarás a verte a ti mismo como un milagro absoluto, como un individuo conectado con el espíritu universal que todo lo impregna, de una manera tan firme que te darás cuenta de que eres el cocreador de tu propia vida y de todo lo que atraes hacia ella.
LOS NUEVE PRINCIPIOS
UNO
Sé consciente de tu ser superior Esta toma de conciencia te ayuda a verte a ti mismo como algo más que simplemente una creación física, lo que conduce a...
DOS
Confiar en uno mismo es confiar en la sabiduría que lo creó Este principio te establece como una unidad con la fuerza universal de Dios, lo que conduce a...
TRES
No eres un organismo en un entorno, sino un ambientorganismo Este principio establece que no hay separación entre tú y nada que exista fuera de ti en el mundo material, lo que conduce a...
CUATRO
Puedes atraer aquello que deseas Este principio establece tu poder para atraer aquello con lo que ya estás conectado, lo que conduce a...
CINCO
Respeta tu mérito para recibir Este principio afirma que eres merecedor de todo lo que has atraído a tu vida, lo que conduce a...
SEIS
Conéctate a la fuente divina con un amor incondicional Este principio te hace ser consciente de la importancia de aceptar tus manifestaciones con absoluto amor, lo que conduce a...
SIETE
Medita al sonido de la creación
Este principio te proporciona las herramientas para vibrar según los mismos sonidos que hay en el mundo de la creación. Estas son las herramientas para atraer y manifestar, lo que conduce a...
OCHO
Desvincúlate pacientemente del resultado Este principio resalta la necesidad de eliminar las exigencias y ser infinitamente paciente, lo que conduce a...
NUEVE
Abraza tus manifestaciones con gratitud y generosidad Este principio enseña el valor de domesticar el ego, sentirte agradecido y ponerte al servicio de los demás con tus manifestaciones.
Contraportada
¿Cuántas veces, en un momento de desesperanza o de desconsuelo, te has dicho: «Necesitaría cambiar, pero soy así y no puedo hacerlo»? Todas esas veces te has engañado respecto a tu capacidad de actuar sobre tu destino. Porque dentro de ti tienes el poder para conseguir todo aquello que puedas desear. Para hacerlo, no tienes más que volcarte en tu interior. Esta obra te enseñará qué tienes que buscar en él: son sólo nueve principios, nueve pistas que no te convertirán en alguien nuevo, pero sí que te permitirán aflorar lo mejor que, dormido, tienes en tu interior. Principios tan sencillos como confiar en ti mismo, reconocerte en lo que eres y mereces, ser generoso y agradecido, aceptarte como parte de un todo, lo que hará que tú también seas ese todo.
Construye tu destino no te cambiará la vida. Pero será la indispensable herramienta para que tú la cambies.
Wayne W. Dyer
Ha sido profesor de Psicología del Asesoramiento en la St. John's University de Nueva York y es uno de los autores de libros de autoayuda más carismáticos. Entre sus obras publicadas por esta editorial destacan Evite ser utilizado, Tus zonas sagradas, Tus zonas mágicas, La fuerza de creer y La sabiduría de todos los tiempos, además de Tus zonas erróneas, el libro de autoayuda más influyente hasta la fecha.
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