¡MARAVILLOSA Semana!!!
En México, los adultos tienen la buena costumbre de contar chistes a los niños. Estas modestas historias, superficiales, inocentes, pueden ocultar un contenido profundo.
-¿Es verdad que tu papá está en la cárcel?
-Sí, pero no sé por qué, pues es muy bueno: todo cuanto roba se lo lleva a mi mamá.
Lo que es bueno para uno tiene que ser también bueno para todos.
Dos campesinos van por la llanura cuando, de pronto, se les echa casi encima un toro bravo. Uno de ellos se sube rápidamente a un árbol.
-¡Baja de ese árbol, cobarde¡ Ven y ayúdame con este toro.
-No, porque si bajo, ¿quién te aplaude?
Ser admirador de alguien y aplaudirlo no significa tener valores creativos. Para realizar algo hay que arriesgarse, enfrentando las derrotas y las críticas.
A la hora de servir, el camarero tropieza y la sopa cae sobre el cliente...
-¡Torpe, mire lo que me hizo, me ha echado toda la sopa sobre el traje!
-Toda no, señor, tengo más en la cocina.
Mientras un individuo no sepa ponerse en el lugar del otro, su agresión no tendrá límites. La manera más útil de vencerlo no es increpándolo (como el cliente hace) sino proporcionándole los medios para que desarrolle su Consciencia.
Llega un niño corriendo ante su padre y le dice:
-¡Papá, ven! La abuelita y yo estábamos jugando a ver quién sacaba más el cuerpo por la ventana y...
-¿Y qué pasó?
-¡Ganó la abuelita!
Hay quienes creen que su autodestrucción es un triunfo.
-Oye, amigo, ¿cómo pudo casarse tu hermana con este señor tan feo, jorobado, tuerto y cojo?
-Puedes hablar en voz alta porque, además, es sordo.
Uno no está obligado a justificarse, puede tener tantos «defectos» como quiera.
Más importante que lo que los otros piensen de uno es lo que uno piense de sí mismo.
Un joven llega muy triste a la oficina diciendo:
-Acabo de ver a mi novia con otro, ¡qué duro fue!
-Debes de haber sufrido mucho, ¿verdad?
-¡Muchísimo! Estuve siguiéndolos a lo largo de diez calles y me aprietan los zapatos.
Cuando se siente dolor, por grande que éste sea, tarde o temprano hay que soltarlo, no podemos aferramos a él toda la vida. Quienes durante años siguen llorando a un muerto continúan matándolo.
Después de examinar a un anciano, el médico le informa: -Pues debo decirle, señor, que usted vivirá hasta los ochenta años.
-¿Hasta los ochenta? Pero si los cumplo hoy, doctor...
-Ya lo sé, por eso se lo digo.
Alegrémonos por el tiempo que el difunto vivió con nosotros. No suframos por el tiempo en que no estará con nosotros.
Un hombre acostumbraba comer plátanos pero jamás les quitaba la piel. Un día le preguntaron:
-¿Por qué no quitas la piel al plátano?
-Porque ya sé cómo es por dentro.
A veces, durante una terapia, cuando a alguno se le revela el origen traumático de sus pesares, responde para restar importancia a tal descubrimiento: «Eso ya lo sabía yo. No me dices nada nuevo». El temor a enfrentar el dolor emocional le hace refugiarse en su intelecto.
Entra el esposo en el vestidor y grita a su mujer:
-¡Mira qué bonito, mujer malvada! ¡Yo buscando mi cinturón y tú tan contenta ahorcándote con él!
El mayor egoísmo: no ponernos en el lugar del otro. Como su dolor nos molesta -porque nos revela el nuestro-, consideramos que nos ofende. En una pareja, la carencia de un sano nivel de consciencia de uno es nefasta para el otro.
Cuando los padres cometen faltas, imitamos sus defectos, para así tenerlos dentro de nosotros. En el momento en que la madre alcohólica muere, la hija, que es abstemia, puede que comience a beber.
Una hermosa joven se dirige hacia el conductor de un autobús y le dice acercándole una
alcancía:
-Señor, ¿quiere colaborar con la Cruz Roja?
-¿Otra vez? Pero si ya he atropellado a dos...
Muchos seres humanos creen que colaboran cuando unen sus fuerzas en la fabricación de objetos destructivos. Trabajar juntos en la construcción de una bomba no es colaborar. Sólo se puede hablar de «colaboración» cuando la obra resultante ayude a elevar el nivel de Consciencia.
Un tipo que tiene fama de ser muy vanidoso se encuentra con su vecino y le
dice:
-¡Ayer capturé una víbora de 50 metros!
-No seas mentiroso, no hay víboras de 50 metros de largo... -No, si yo digo de ancho.
Las personas con mala fe logran fácilmente tener la razón: mintiendo. Luego se convencen, aplicando sobre sí mismas la mala fe, de que dicen la verdad. Si se las critica, se sienten víctimas de una injusticia y convencen al otro de que es culpable.
El juez ordena molesto:
-¡Silencio en la sala! Les advierto que al próximo que vuelva a gritar «¡Abajo el juez!» ordeno que lo expulsen.
-¡Abajo el juez!
-La advertencia no es para el acusado, necio.
Lo que es castigo para unos es premio para otros. Muchas veces, lo que llamamos «fracaso» hace que abandonemos una actividad que no nos corresponde por otra más acorde con nuestra verdad.
Un hombre está siendo juzgado por robo y llaman a uno de los testigos para que declare:
-Póngase de pie el testigo y diga a los señores del jurado lo que sepa.
-Pues, señor juez, sé conducir, algo de matemáticas y un poco de mecánica.
En lugar de ver a los otros, algunos sólo se ven a sí mismos. Ingenuamente creen que son el corazón de la realidad. A veces se atribuyen las virtudes colectivas como si fueran de mérito propio; otras, se refieren a los vicios del mundo como si esas imperfecciones fueran el resultado de un error personal. Allí donde van quieren ser los protagonistas y convertir a los otros en su público. Al final terminan en la más estéril soledad.
El dueño de un circo se dirige molesto al domador:
-¡Eres un sinvergüenza! Cuando trajiste este perro me dijiste que sabía leer...
-y así es, señor: sabe leer.
-¡Mentiroso! Quiero escuchado leyendo algo...
-No, señor, yo le dije que sabía leer, jamás le dije que supiera hablar.
El secreto es indecible. Las palabras son el vehículo, pero no la meta. La Verdad no es algo que se dice sino algo que se vive, más allá de cualquier concepto.
Las palabras permiten que el hombre se convierta en un sabio. Pero en el momento en que es sabio, sus palabras se esfuman.
-¡Arriba las manos! Dame todo lo que lleves.
-¡Uf, no llevo encima ni un céntimo!, estoy en la miseria.
-Yo también, te estoy apuntando con mi dedo.
El que domina y el que es dominado están en la misma precaria situación: un bajo nivel de Consciencia. Los que no abandonan su continuo monólogo interior, actuando al mismo tiempo que se ven actuar, hablando sólo para escucharse, encerrados en una estrecha parcela de su mente, sordos y ciegos ante la infinita extensión de su Yo esencial y creyendo que sólo son lo que piensan, viven en la miseria espiritual.
Dos niños comentan sobre sus padres.
-Mi papá sólo cuenta hasta 10 y ya no puede seguir...
-¡Uf, qué vergüenza que sólo cuente hasta 10!
-Y gana mucho dinero contando sólo hasta 10.
-¿A qué se dedica?
-Es árbitro de boxeo.
Es recomendable no opinar ni actuar contra alguien sin antes conocer todos los datos.
Un señor que necesitaba dinero para comer acepta pelear contra un boxeador profesional. Al subir al cuadrilátero, el árbitro le entrega cien mil euros y le dice:
-Toma, aquí tienes los cien mil euros que te ofrecieron por pelear contra el campeón...
-Me va a pegar mucho, ¿verdad?
-¡Hasta que devuelvas los cien mil euros!
Como un burro al que le ponen delante una zanahoria para que avance, a veces un Maestro nos ofrece una ilusión que tiempo después, gracias a una expansión de nuestra Consciencia, se esfuma... Aceptando que después de la muerte, si nos hemos creado una Consciencia esencial, nos espera otra forma de vida, aprendemos a morir en paz.
-Tengo un perrito extraordinario: cuando quiere canta como Frank Sinatra.
-¿En serio?
-Sí, lo malo es que nunca quiere.
Un valor que no se prueba en la acción, es falso. Algunas personas creen que tienen un gran talento y se proponen producir una obra perfecta. Pero, por miedo a no estar a la altura del proyecto, se paralizan, todo queda en la intención y acaban rehuyendo su realización. Pero si cambiaran el concepto «perfección» por el de «excelente», podrían salir del estancamiento. Una obra perfecta no admite un error por mínimo que éste sea, lo cual para el ser humano es imposible. Proponerse lo excelente es hacer lo que se debe hacer lo mejor posible.
Un niño llega de la calle con una bolsa llena de caramelos, se encierra en su habitación y los engulle. Su hermanita entra y le dice:
-Egoísta, te has comido todos los caramelos y ni siquiera pensaste en mí.
-Claro que pensé en ti, por eso me los comí tan rápido.
Por miedo a ofrecer, como si se tratase de un sacrificio sagrado, nuestro Yo personal a la Consciencia universal, consumimos nuestra vida rápidamente. Para no salir de la cárcel individual, nos intoxicamos con drogas, alcohol, tabaco, trabajo, sexo, basura televisiva, modas, notoriedad o sórdida vida social. En el arcano XII (El Colgado) del Tarot de Marsella, se representa a un andrógino colgado de un pie entre dos árboles y que simboliza el don de sí mismo, un estado de meditación en el que cesa toda petición. En algunas versiones, de sus bolsillos caen monedas de oro, porque al dejar de apropiarse de sus múltiples egos (como el niño de sus caramelos), se hace canal de riquezas cósmicas. No piensa, es pensado. No ama, transmite el amor. No desea, obedece los designios universales. Recibe sin cesar el don, lo agradece y lo transmite. Nada hay para él que no sea también para los otros. Pero lo que da, se lo da también a sí mismo. Si no nos amamos, no podemos amar a nadie y en vez de dar, reclamamos.
En cierta ocasión una cebolla se topó con un sauce llorón. Horrorizada, le dijo:
-¡Oh! ¡Espero no haber tenido yo la culpa!
Muchas veces creemos haber provocado un acontecimiento, a pesar de que éste no tenga nada que ver con nosotros. Nos decimos: «Es por mi culpa lo que está sucediendo» o «Yo tuve la culpa de que esta persona fracasara, o muriera».
Todo acontecimiento tiene infinitas causas. Nadie, ni el peor de los criminales, es la única causa de un efecto. Cometemos un error al transformar lo colectivo, lo de los otros, en algo personal. Nos echamos sobre los hombros tanto las debilidades y los vicios sociales -creyendo ser culpables de ellos- como las virtudes colectivas, pensando que son un mérito propio. Todo sentimiento de grandeza o de inferioridad, es ilusorio. Quien lo padece busca un público que lo alabe o lo juzgue. El ser plenamente consciente no se compara. Rehuyendo imponerse en la sociedad para lograr prestigio, queriendo desarrollar su Consciencia esencial, guarda en su jardín secreto los valores adquiridos. Rechazando que lo definan -«Eres esto o aquello»-, acepta ser conocido solamente por sus obras y actos.
Al exterior esconde su importancia suprema; pero en el interior se llena de la substancia de lo verdadero. Sin finalidad, todos los caminos son su camino. Volviendo a lo simple penetra en lo abstracto y su fuerza viva puede cortar en seco el espacio inmenso. Hace caer los muros, se evade de las formas, fluye hacia todas las direcciones, traspasa la periferia del mundo, quedándose siempre en el centro de la esfera. Parece de piedra pero cuando quieren tocado sólo encuentran una corriente de aire. De más en menos se ha hecho invisible, y ya que ha venido, aquí está lo ilimitado.
A. j., No basta decir
Si una hija me dijera «Gracias papá, contándome chistes me has enseñado a reír, enséñame ahora a pensar», lo haría así:
-Ven, mi niña, entremos en una floristería. Esta flor ¿cómo se llama?
-Rosa.
-Bien. ¿Qué sabes sobre esta rosa?
-Es una flor que puede tener varios colores, un agradable perfume, muchos pétalos, etc.
-¿Sabes cómo se cultiva, cuál es la duración de su vida o su clima preferido?
-No, papá...
-La primera cosa para aprender a pensar, mi pequeña, es reconocer que no puedes saberlo todo sobre esta flor. Lo que dices de ella sólo está en función de lo que conoces, de la experiencia que tienes.
Por ejemplo, hay personas que con un microscopio pueden conocer su estructura atómica. Otros saben cómo se reproducen las rosas, otros distinguen diferentes matices en su perfume... Nadie puede saberlo todo. Entonces, según lo que tú sabes, esta flor es una rosa con muchos pétalos y agradable perfume, pero hay muchas cosas de ella que no conoces. ¿Aceptas esta idea? .
-Si, papá, la acepto. Según lo que yo sé, ésta es una flor muy bella. -Si la comparas con flores más feas que ella puede resultar bella, pero comparada con otras mejores que ella, puede resultar fea.
Digamos entonces que es bella hasta cierto punto. No se puede encerrar las cosas en conceptos absolutos, hija mía. Las cosas son bellas o feas en comparación con otras o según el gusto de quien las juzga...
Toma tres cubos, en uno pon agua muy fría, en otro agua templada y en el tercero agua muy caliente. Si metes una mano en el agua muy fría y la otra en el agua templada, esta última te parecerá caliente. Si metes una mano en el agua muy caliente y la otra en la templada, ésta te parecerá muy fría.
Todos los conceptos que usamos son por comparación: si decimos pequeño, lo relacionamos con algo que nos parece grande. Los tamaños dependen de quien los mira: un enano, para una hormiga es un gigante. Igual sucede con las otras comparaciones: para un anciano de noventa años, un hombre de setenta es aún joven... ¿Qué te parece más interesante en esta rosa: su forma, su color, su perfume u otra cosa?
-Su perfume.
-Entonces, para ti, la parte invisible de esta flor es lo que la define. En cambio para mí, lo más importante es su forma... Podemos decir que tú das más importancia al espíritu de las cosas y yo a la parte material. ¿Te das cuenta? Todas las cosas se definen por un «para mí...". Tú puedes decir: Mi padre es bueno... para mí. Uno de mis alumnos puede decir que yo soy un tirano... para él. Si compramos esta rosa, para mí, que llevo dinero en el bolsillo, será barata. Para una persona pobre, resultará muy cara... Ahora observa bien este ramo: ¿cuántas rosas lo conforman?
-Doce.
-¿Son todas iguales?
-Sí.
-Obsérvalas bien: ésta tiene las espinas más largas, esta otra es de un rojo casi imperceptiblemente más claro que las otras... Huele ésta...
-¡Puf! ¡Qué desagradable!
-Un insecto quedó atrapado entre sus pétalos y se ha podrido...
¿Te das cuenta? Son flores parecidas, pero no idénticas. Te ayudará mucho en la vida saber que ninguna cosa ni ningún ser es por completo igual a otro. Pensar que lo que se parece es igual y actúa de la misma forma que los otros, es cometer un error de generalización. Una persona inteligente se esmera en captar la diferencia esencial de cada individuo. Aprenderás que no puedes ser sabia si hablas de «los hombres», «las mujeres», «los negros», «los malos», «la pintura», «la política», «la medicina»...
Ninguna generalización es válida: un político puede ser honesto, heroico, sagaz; otro político puede ser un ladrón, cruel, mentiroso... ¡Ten cuidado, pequeña, porque los que hablan siempre en nombre de conceptos generales son seres que buscan afirmar su poder! ¡Sigamos! ¿Crees que esta rosa es igual a sí misma?
-No te entiendo... Esta rosa es esta rosa, no es otra cosa.
-Te equivocas, muchachita. Esta rosa ahora es así... Mañana o pasado comenzará a marchitarse, cambiará. Antes de ahora fue un capullo. Tú ahora eres una niña, pronto serás una adulta, luego una anciana. Después tu materia pasará por una transformación, te convertirás en otra cosa. ¿En qué? No lo sabemos. Si tenemos fe pensaremos que seremos inmateriales, llenos de felicidad. Fuimos algo antes de «nacer», seremos algo después de «morir». De cada cosa o ser que veas, piensa: «Hoy es así, mañana cambiará, negativa o positivamente... Y si no cambia se estancará, como ese insecto prisionero entre los pétalos». Para que comprendas bien esto, te voy a contar un último chiste:
Es medianoche. El teléfono despierta a un médico. -¡Doctor! ¡Doctor! ¡Venga corriendo!
-¿Qué le sucede? ¡Estoy durmiendo!
-Mi mujer se siente muy mal. Creo que tiene un ataque de apendicitis.
-¿Cómo se llama usted?
-Soy Carlos Manzano, doctor.
-Ah, bueno, lo conozco muy bien... Pasaré a verla mañana a mediodía. Dé a su mujer una aspirina. No es nada grave.
-Disculpe que le insista: ¡es un ataque de apendicitis!
-Basta de delirios, señor Manzano. Hace dos años operé a su mujer y le extirpé el apéndice...
-Sí, es cierto. Pero yo me he divorciado y me he casado de nuevo.
»¿Comprendes mejor ahora? Hay que tener la mente en el presente. Hoy alguien es una cosa, mañana puede ser otra. Igual sucede con las relaciones de las parejas. Van cambiando. Un psicoanalista inglés dijo que «La pareja es una crisis continua». Yo sustituiría la deprimente palabra «crisis» por «cambio», un cambio continuo. Un día llueve, otro sale el sol. Nada es para siempre. Nadie es idéntico a sí mismo. No somos, estamos siendo... Y para terminar te pregunto otra vez:
»-¿Esta flor es bella?
-Sí, esta flor es bella, para mí.
-Bien. Dime ahora: ¿dónde es bella?
-Pues... aquí.
-Exacto, aquí es bella: el florista la exhibe cortada y condenada a una muerte rápida. ¿No
piensas que en un jardín, sin ser separada de la planta, conservando sus raíces, es más bella?
-Sí, papá, con sus raíces es más bella.
-Bien, he hecho que la imagines creciendo en un jardín. Ahora imagínala creciendo entre rocas, en un terreno reseco.
-Sería menos bella, para mí...
-Así es. Volvamos a la rosa cortada: si la colocas en un lugar, luminoso es una rosa, si la colocas en un lugar oscuro, es otra. Es importante saber dónde estás cuando piensas, porque si lo haces en un territorio negativo, lo que dices, por muy bello que sea, no valdrá gran cosa, nadie le dará importancia.
Las semillas que siembras en una tierra fértil se hacen estériles cuando las siembras en la arena.
-Ahora comprendo, papá, no debo sembrar en la arena...
-No te apresures en sacar conclusiones: no se trata de no sembrar sino de sembrar de otra
manera... En vez de enterrarlas, puedes desparramarlas sobre una superficie rocosa. Quizá algún pájaro
se las trague y, sin poderlas digerir, las excrete en un terreno fértil.
Cabaret Místico
Alejandro JORODOWSKY
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