¡MARAVILLOSA Semana!!!
El inconsciente colectivo, atravesando el miedo a las decadencias física y espiritual, ha creado chistes en los que, de forma sutil, se exalta a los viejos. He aquí seis de ellos, además de un cuento hindú y una historia sufí, en los que el personaje de edad muestra una sabiduría y una delicadeza ejemplares.
1. El hombre más viejo del mundo recibe la visita de un joven periodista, activo e impetuoso.
-Señor, usted que ha logrado vivir tan enorme cantidad de años, ¿tiene un método?
-Sí. Tengo un método.
-¿Y cuál es?
-Algo muy simple: nunca contradigo a nadie.
-¿Sólo eso? ¡No es posible!
-Sí, sí, no es posible.
2. El hombre más viejo del mundo siempre ha tenido éxito en todo lo que ha emprendido. Un joven periodista le pregunta:
-¿Cuál es su secreto?
-El secreto de mis éxitos es la paciencia con que hago lo que debo hacer.
-¿En verdad es eso? ¡No me dirá usted que puede, por ejemplo, transportar agua en un colador!
-Sí puedo, a condición de esperar pacientemente que el agua se hiele.
3. El hombre más viejo del mundo ha amasado una enorme fortuna. Un joven periodista le pregunta:
-¿Cómo la ha logrado?
-Me enriquecí vendiendo palomas mensajeras.
-¿Cuántas vendió?
-Una sola, que siempre regresó.
4.
Un viudo está en su hogar con toda su familia, hijos, nueras, nietos. El jefe de su hijo viene a tomar café. Le han preparado un gran pastel. Todos están muy nerviosos, sólo el viejo conserva la calma...
Con gran ceremonia, las mujeres traen el pastel. Lo cortan, pero olvidan dar un trozo al viejo. Mientras los otros comen, el anciano de pronto alza su plato y dice humildemente:
-Perdonad, ¿necesita alguien un plato limpio?
5. Un viejo está invitado a cenar en casa de una dama muy avara. Ella le sirve una taza de té y una tostada cubierta con una fina capa de miel. Viendo esto, el anciano le dice:
-¡Oh, señora, es usted muy generosa! ¡Tiene una sola abeja y me ha dado toda su miel!
6. Un viejo acude a buscar a su nieto al colegio. Una madre sale del lugar diciendo a su hijo:
-¡Niño descuidado, ve a lavarte las manos! ¡Es horrible tenerlas sucias!
El abuelo dice a su nieto:
- Muchachito, ve a lavarte las manos: es muy bello tener las manos limpias.
Cuento hindú:
La tradición de ese reino exige que los familiares lleven a los ancianos a una alta montaña,
donde mueren de frío. El consejero del rey, llegado ese cruel momento, ama tanto a su padre que lo oculta en el sótano de la casa. Viene a visitarlo el monarca y el consejero le ofrece una suntuosa cena.
De pronto aparece un demonio que dice al rey:
-Si no me contestas tres preguntas te llevaré conmigo a los infiernos. Ésta es la primera: ¿Cómo harías para pesar un elefante?
El rey no sabe qué responder porque no existe una balanza tan grande como para pesar a un paquidermo. El consejero baja al sótano y pide a su padre que le dé la respuesta. Regresa y dice al rey al oído:
-Pesar a un elefante, majestad, es muy simple. Colocad al animal en una barca. Debido a su peso, el navío se hundirá un tanto en el agua. Marque con un trazo, en el casco de la barca, el nivel del agua. Desembarque en seguida al elefante y reemplácelo por piedras hasta que el trazo se sitúe en ese mismo nivel del agua que se había dibujado. Pese en seguida las piedras.
El rey queda encantado con la respuesta y se la repite al demonio. Éste le plantea la segunda pregunta:
-Si tienes dos víboras, ¿cómo puedes saber cuál es macho y cuál es hembra?
El viejo también proporciona la respuesta:
-Las lanzo a un mullido tapiz. La que se mueve mucho es macho, la que se queda quieta es
hembra.
y la tercera pregunta fue:
-Tienes dos yeguas. Una es la madre y la otra, la hija. ¿Cómo saber cuál es la madre y cuál es la hija, si son idénticas?
El viejo aconsejó:
-Hay que ponerlas frente a un pequeño montón de paja. La madre es la que cede la paja a la otra.
El demonio se esfuma. El rey, encantado, agradece a su consejero las buenas respuestas que le ha dado. Éste le confiesa:
-No fui yo, sino mi anciano padre. Lo tengo escondido en el sótano.
El rey le contesta:
-Desde ahora queda abolida la ley que ordena matar a los ancianos, porque tienen la sabiduría.
Historia sufí:
Un obrero pierde su trabajo, cae en la miseria y junto con él toda su familia. Un día, en la calle, se encuentra con un viejo. Éste le dice:
-Soy un santo. Si me albergas en tu casa, ni a ti ni a los tuyos os faltará nunca de comer.
El obrero le cree y se lo lleva a su hogar. El viejo, con la desaprobación de la mujer y los hijos, se pone a devorar las provisiones de la familia.
Una mañana muy temprano, la esposa dice a su marido:
-Un nuevo día comienza y ya no tenemos nada que comer. Expulsa a ese viejo parásito.
El obrero despierta al anciano y le dice:
-Santo mentiroso: el gallo canta, un nuevo día comienza, tú estás aquí pero no tenemos nada que comer...
Responde, sonriente, el viejo:
-Te equivocas: aún queda un gallo.
En el chiste 1, el viejo nos enseña a ir a lo esencial sin malgastar nuestras energías en luchas y discusiones inútiles. Se dice la verdad a quien sabe escucharla.
El silencio es la mejor respuesta para los oídos sordos. El gran maestro de la ceremonia del té Sen no Rikyu, al que ya citamos antes, dice en uno de sus poemas:
Es necio quien juzga sin estudiar.
Al hombre que lo desea verdaderamente, con una profunda simpatía le enseño, sin ocultar, los secretos del té.
En el chiste 2, el viejo insinúa al joven que los principales ingredientes de toda realización son la paciencia y la perseverancia. Sin embargo, calla un valor que no ve en quien lo interroga: para insistir y perseverar hay que desarrollar una sólida confianza en uno mismo y en el valor de lo que se emprende. El amor a la obra sustituye el amor a los premios.
En el chiste 3, podemos interpretar «una enorme fortuna» como «un alto nivel de consciencia». El viejo nos enseña a lograr esto concentrando la atención, las fuerzas y la fe en una única finalidad. En lugar de cavar un centenar de pozos poco profundos, es mejor cavar uno solo hasta llegar al agua escondida.
En el chiste 4, el viejo nos enseña a pedir ofreciendo. La mejor manera de aprender algo es comenzar a enseñar. Si queremos curamos, comencemos a sanar a los otros. Si queremos tener, comencemos por dar.
En el chiste 5, el viejo nos enseña a no criticar despreciando al otro, pues de ese modo sólo conseguiríamos aumentarle las defensas. Es mejor revelarle su egoísmo interpretándolo como generosidad. No sintiéndose atacado, pero sí querido, el otro abrirá su corazón, conociendo el goce de dar...
En el chiste 6, el viejo nos enseña a progresar mirando hacia lo positivo que nos ofrece el futuro, en lugar de recular hacia la meta desprendiéndonos de lo negativo del pasado. La primera actitud, luminosa, nos causa placer; la segunda, sombría, nos angustia.
En el cuento hindú, el viejo nos enseña a transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos adquiridos. Sin egoísmo, aceptando el rechazo prejuicioso de la sociedad, discretamente el padre ayuda al hijo. El hijo ayuda al padre manteniéndolo, con la transmisión de sus enseñanzas, activo en el mundo. Esto quiere decir que el anciano ha sido un padre comprensivo, presente; ha sabido no decepcionar el amor de su hijo, se ha hecho merecedor de su confianza. En lugar de conflicto, hay don y absorción de los valores familiares.
En la historia sufí, el viejo nos enseña que si hay una posibilidad de triunfo, por mínima que sea, no podemos decir que la batalla esté perdida. Debemos seguir luchando hasta el final. Posiblemente el obrero encuentre en el vientre del gallo un gran diamante. Suceden cosas inesperadas, tanto positivas como negativas. En Texas, por ejemplo, un buen hombre salió a la calle y lo mató una vaca congelada que cayó desde un avión de carga. La realidad no obedece a esquemas petrificados, en cualquier momento podríamos encontrar un diamante en el vientre de un gallo o podría caernos una vaca congelada sobre la cabeza.
Cuando hemos alcanzado un alto nivel de consciencia, con la edad y la renuncia a la seducción, desanudamos las amarras que nos ligan al cuerpo, y sin negado, sabiendo que es el templo donde hemos habitado, respetuosos dejamos de considerarlo nuestra identidad. A pesar de habernos programado para vivir una larga vida, sabemos que estamos ya mucho más cerca del fin que en años precedentes.
Somos capaces de captar la hermosura del tiempo que pasa. Cada segundo de vida nos parece un regalo sublime.
Como los que sufren una enfermedad terminal, conscientes de que disponemos de un tiempo limitado, cesamos de atenernos a planes importantes: nos contentamos con lo que somos, no con lo que seremos; con lo que tenemos, no con lo que tendremos. Dejamos de apegamos a lo superfluo, permitimos que se esfumen las esperanzas, y al cesar las esperanzas cesa el miedo. Todo es un obsequio: las pequeñas satisfacciones, los sutiles mensajes de los sentidos, el cariño que nos baña como un bálsamo el corazón, los encuentros amables con otros seres humanos, la capacidad de servir de ayuda a los demás. Cada día es un buen día.
Envejecer no es ni decaer mentalmente ni convertirse en una ruina. Si nos hemos preocupado de mantener la salud de nuestro cuerpo evitando drogas y alimentos nocivos o tomados en exceso; si nos hemos preocupado de hacer cada día un poco de ejercicio, de meditar o contemplar, de seguir aprendiendo cosas nuevas, de desarrollar frente a la impermanencia una plácida humildad conservaremos hasta el último momento la lucidez juvenil; gracias al estado angélico que nos produce la disminución del deseo sexual, la vejez es una maravillosa etapa de nuestra vida.
Quizá la mejor... Libres de angustias, de ambiciones, de posesiones inútiles, de ilusiones irrealizables, del deseo de ser reconocidos; capaces de amar incluso a quienes nos detestan, de aceptar los ataques y las críticas con simpatía, de silenciar el intelecto, de abrimos en todas direcciones, de ayudar a los otros a liberarse del sufrimiento, aunque más presentes que nunca sabemos vivir como si ya hubiéramos desaparecido, gozar del supremo placer de crear artísticamente por amor a la obra y no por amor, al aplauso, de colaborar en la mutación de la sociedad, de trabajar por un mundo mejor y, sobre todo, de encauzar a los jóvenes hacia el despertar de la Consciencia.
Un discípulo suplica a su viejo Maestro:
-¡Por favor, ayúdeme a vencer los límites de mi Yo personal!
-¿Quieres que en verdad te ayude? ¡Entonces vete de aquí! ¡Fuera!
-¡Pero lo necesito, Maestro! ¿Por qué me grita con tanta crueldad?
-Observa con atención...
Un pájaro entra en el cuarto por un pequeño agujero que hay en un cristal roto. Enloquecido, vuela chocando contra las paredes, tratando de salir. El anciano espera a que el avecilla, extenuada, se pose cerca del pequeño agujero. De pronto lanza un fuerte grito y el pájaro se escapa por ahí.
-Este animal va a pensar siempre que el grito que le di era agresivo, malvado, feo, cruel. Sin embargo es ese grito el que le ha dado la libertad... Tú me pides que te libere cuando yo sé que eres tú mismo y sólo tú quien puede liberarse. Te irás, es posible que me detestes toda tu vida. Sin embargo te he enseñado que el primer acto para llegar a ti mismo es dejar de ser dependiente... Para que lo comprendas mejor te voy a contar una historia: «Un joven como tú decide burlarse del oráculo de Delfos.
Atrapa un pajarito y lo oculta bajo su toga. Se acerca al oráculo y dice: "El pájaro que llevo oculto ¿está muerto o vivo?", con la intención de matar al ave si el oráculo le dice "Está vivo", para demostrarle que se equivoca. El oráculo le responde: "¡Basta! ¡De ti depende que el pájaro esté muerto o vivo!"».
El Yo personal -que desea unir sus cuatro egos para, dejándose guiar por el Yo superior, avanzar hacia su realización- debe enfrentarse a cuatro ideales, cada uno correspondiente a un diferente centro... Antes que nada, en su juventud, cuando su energía física está en el nivel máximo, tiene la tentación de ser un campeón. ¡El mejor de todos! ¡Competir, ganar, sobrepasar límites materiales, batir récords, triunfar!
Aunque lo consiga, con el paso del tiempo perderá fuerzas, y si se aferra por narcisismo a su gloria, hará de su cuerpo una angustiante prisión. No faltará un joven que le arrebate el cetro... Si no llega a ser campeón e insiste en llamarse «un frustrado», perderá la facultad de amarse y, por eso mismo, de amar a los otros y al mundo. Será un sembrador de amargura... La solución es pasar al nivel siguiente:
convertirse en héroe. ¡Entregar la vida a una causa, a un ideal no sólo personal sino también colectivo; sacrificarse por el bien común; imponer, aun a riesgo de ser asesinado, ideas que parecen justas; sentir el miedo natural que todo ser viviente siente ante el peligro, pero nunca ceder a la cobardía! El héroe, por orgullo personal, arriesga convertirse en un guerrero sanguinario o bien transformarse en mártir de una causa fanática. Si lo vence el temor, vivirá avergonzado, despreciándose a sí mismo, insatisfecho con todo, negativo hasta la autodestrucción... No le quedará otra vía que desarrollar la mente, convertirse en genio. ¡Sobrepasar los prejuicios sociales, vivir adelantado a su tiempo, innovar en arte, ciencia, economía, política; inventar nuevas técnicas, descubrir otras formas de pensar! Si lo logra y es aceptado por la sociedad puede, por vanidad, quedar prisionero de su autovaloración, aceptando con indulgencia ciega el menor de sus propios caprichos, permitiéndose, en algunas ocasiones, la crueldad y hasta el crimen. Si la sociedad no lo acepta, quizá pierda la razón, se amargue, se envicie, se suicide. Si no es capaz de desarrollar su talento, puede pasarse la vida simulando ser un genio, como un travestido imita ser una mujer; o por envidia, sumido en una dolorosa mediocridad, transformar el asco hacia sí mismo en celos por cualquiera que se destaque, tratándolo de loco, degenerado, pernicioso, diabólico. Si por falta de carácter acepta ser un mediocre, se convertirá en un coleccionista infantil, sintiéndose creativo sólo porque admira con fanatismo. Si logra no caer en estas trampas, sobrepasando las tentaciones de poder, las decepciones, los obstáculos, puede con paciencia y perseverancia llegar al más alto nivel espiritual, convirtiéndose en santo. Esta cualidad es otorgada por el tiempo a quienes, gracias a una vida honesta y sana, la merecen. Todo anciano realizado es un santo.
Si para el hombre este camino es largo y difícil, para la mujer -en nuestra sociedad masculina- la tarea se hace inmensa. Si las cuatro cimas de la realización viril son el campeón (centro material), el héroe (centro libidinal), el genio (centro intelectual) y el santo (centro emocional), a las mujeres -con el beneplácito de las religiones- se las reduce a cuatro limitados roles: virgen (centro material), puta (centro libidinal), tonta (centro intelectual) y madre (centro emocional); es decir, señorita frustrada, pecadora despreciable, belleza hueca y esclava doméstica. Se cuenta que el primer Buda dijo a una monja «Espero que después de morir renazcas en un hombre, para que te puedas iluminar», y San Pablo escribió «Porque el varón... es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del varón» (1 Corintios n, 7). En los cuentos iniciáticos -producidos casi siempre por grupos religiosos masculinos- los maestros son viejos, pero no viejas. A la mujer de edad, nuestra sociedad no le concede la posibilidad de la sabiduría y la muestra siempre como si fuese fea, bruja, madre sacrificada o adefesio lujurioso, en fin, como un monstruo. La mujer puede y debe -aceptando la vejez como un don sagrado- recorrer el camino que lleva a la hermosa santidad.
Alejandro Jodorowsky
Cabaret Místico
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