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"Te advierto, quien quieras que fueres, ¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los Dioses." ORACULO DE DELFOS

martes, 2 de enero de 2018

Niveles de vida (3ra parte ~ final)

(Capítulo sólo para mutantes)
¡MARAVILLOSA Semana!!!


5. Adoración


La araña-mosca, pudiendo ahora volar, asciende hacia el sol, fuente de su luz interior.  En un estado de arrobamiento entramos, hasta donde es humanamente posible, en posesión de nosotros mismos. Ha cesado la tiranía del cuerpo; ni las ideas ni los sentimientos ni los deseos ni las necesidades se contradicen entre ellos. Han cesado las transformaciones, hemos perdido el interés por afirmar nuestra superioridad, nos colma un amor apasionado por la existencia. En ese estado de éxtasis, de supremo desprendimiento, nuestra mente es por entero absorbida en el Espíritu, percibimos la energía divina en cada cosa, en cada ser, no hay separación entre interior y exterior, la creación entera brilla en toda su gloria natural. Si danzamos en este estado, lo hacemos sin angustia, sin temor a la muerte, sin considerar la carne como una cárcel sino como una creación divina. Si pintamos, lo hacemos sumergidos en la Consciencia total, adorando lo que somos, recibiendo las formas y colores como un estallido del goce universal. El artista, en estado de mediumnidad, deja hablar a su Dios interior y no crea sino que recibe. La obra recibida, que es arte sagrado, sobrepasa los límites de la persona. Hemos atravesado las tinieblas del inconsciente y llegado a su centro de luz, a la fuente de donde surge la vida que es Felicidad pura. Nuestra fortaleza espiritual, defensiva, se ha convertido en templo, abierto a la luz de la Consciencia. Sintiéndonos así, nos damos cuenta de que el mundo también es un templo. Se respeta igual un pedrusco que una catedral. Las crisis mundanas nos parecen nubes oscuras ocultando en su vientre soluciones benditas. A quienes se angustian porque son mortales, porque la vida es tan corta y darían todo lo que poseen por continuar viviendo, les decimos «Sufres por lo que más amas y ya tienes: la vida. Y porque vas a perderla (esto afirmas al menos, aunque en realidad desconoces lo que hay más allá), no estás gozando de la existencia. ¡Basta, deja a un lado el futuro y ponte a vivir ahora! Cualquier acto será perfecto si lo haces en estado de adoración. Deja de competir, de envidiar y criticar a los demás para sentirte superior. Haz de la realización y la alegría de los otros tu alegría. En la mitología de todos los pueblos, un ángel nunca está solo. Hay miriadas de ángeles cantando loas al Ser Divino. Cada ángel es diferente y sin embargo acepta participar de una colectividad en éxtasis. Aprende a negarte a colaborar en obras destructivas, acepta sólo trabajos que sean útiles para ti y los demás. Comienza a ver en cada ser tus propios valores, comunícate con la luz que emana de sus centros. Si así lo haces, los otros, comenzarán a darte tanto como tú les das. A coro, en un estado de agradecimiento constante, adoraréis ese milagro que es estar vivos y juntos».

Una historia iniciática que encontramos tanto en la tradición islámica como en la hebrea disfraza bajo el nombre de «Maestro» al Dios interior.

Un discípulo golpea la puerta del Maestro.
-¡Maestro, ábrame!
-¿Quién está ahí?
-¡Yo!
-¡No hay sitio para ti aquí!
El discípulo se va y al cabo de un tiempo regresa. -¡Maestro, ábrame!
-¿Quién está ahí?
-¡Pues yo!
-¡Vete!
Mucho tiempo después, el discípulo insiste. -¡Maestro, ábra...!
-¿Quién está ahí?
-Tú.
-Entra.

El Yo superior se abre como una flor de pétalos impersonales y conoce la adoración de la existencia. La palabra «adoración» procede del latín adorare, derivado a su vez de orare,. «orar». Orar es, principalmente, rendir culto a Dios, luego a cosas o personas santas, pero en esencia orar es «hablar con la divinidad» .

Un mahometano que agoniza, reza e implora una y otra vez: -Alá, Alá, Alá...
Su crítico estado dura toda la noche. El enfermo no cesa de repetir el nombre de su Dios.
Entonces el demonio se acerca a Alá y le dice:
-No comprendo, Majestad. Este hombre reza y ruega por vuestra presencia sin cesar, pero vos nunca vais hacia él.
-Te equivocas. Estoy en su plegaria. Su ruego es mi presencia.

En un momento determinado, cuando llegamos al centro vital, cesando de pedir y tan sólo agradeciendo, el Dios interior se hace eco de nuestras palabras y nos las devuelve, iguales pero colmadas de una energía sublime. Este nivel es alcanzado por muy pocos seres humanos porque requiere años de paciente perseverancia. La mayor parte de las familias, la sociedad y la cultura insisten en crear hábitos de vida que nos mantienen en la persistencia. Ante cualquier manifestación de desarrollo de la Consciencia, las instituciones -enraizadas en la tradición- de inmediato intentan refrenada. El buscador de la Verdad tiene la sensación de ser un pez que nada contra la corriente. Es por esto por lo que la magia, a sus tres primeras acciones «osar y poder» ), agrega una cuarta: «callar». En su Evangelio (cap. 6, 6), san Mateo dice: «Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto...». Si interpretamos «aposento» como «corazón», y «Padre» como «Dios interior», podemos, aunque sea por un instante, crear en nosotros este  estado de adoración.


El primer paso es «cerrar la puerta». Aislamos. Sentados o acostados inmovilizar el cuerpo, ir descontrayendo cada músculo desde los pies hasta la cabeza, vaciar la mente lo más posible de palabras (si nos resulta muy difícil, basta con repetir incesantemente una sólo, la que se prefiera, preferible si es de nuestro idioma materno) y entregamos a un agradable reposo, suspirar, dejar de lado los deseos, no pensar en ninguna persona y, respecto al dolor, la angustia o el sufrimiento, damos una especie de recreo. Podemos decirnos:  En estos momentos nada me puede pasar, no necesito nada de nadie, dejo para más tarde mis miedos y mis rencores, me presento ante mí con lo único que tengo: la convicción de estar vivo. Yo, así, desnudo, vacío, sin compararme, sin juzgarme, sin que mi personalidad aparente me haga desear el reconocimiento de los otros antes de reconocerme a mí mismo, voy a sentir los latidos de mi corazón ahora. Él no es mi enemigo, no cuenta los minutos que me quedan por vivir, no me amenaza con paralizarse y matarme, es un centro de vida, late con la fuerza de la eternidad, transmite el amor infinito, la manifestación en mi cuerpo y en mi mente de la vida universal. El corazón es mi Maestro. Me entrego a él... Mi Espíritu, limpio de palabras, es energía pura. La siento. Dejo que se disuelva lentamente en mi corazón. Los latidos se hacen más conscientes... Mi fuerza sexual, cuando no se dirige a un objeto exterior, tiene la belleza y la potencia de la virginidad. También la vierto en mi corazón... Poco a poco percibo mis huesos, mi carne, mi piel, mis vísceras. En mi percepción, mi cuerpo no es materia sino sensaciones, diferentes gamas de energía. Una por una las sumerjo en mi corazón. En él he disuelto mis
pensamientos, mis sentimientos, mis deseos. Todo mi ser está en mi corazón, es mi palacio, mi templo, me dejo sostener por él, rodearme. Soy un niño dorado encerrado en un vientre infinito. Soy una Consciencia que late con un ritmo abisal... Y conmigo late la tierra, el planeta, el sistema solar, las galaxias, el universo y la energía que lo sostiene. Me convierto en el centro vital del cosmos. Vienen a sumergirse en mis latidos los astros, las entidades invisibles, los seres vivientes, las plantas, los minerales, las moléculas, los átomos. Y el palpitar de mi corazón repite una y otra vez: YO-SOY-DE TI. y con él, la creación entera (cada átomo, cada grano de arena, cada roca, cada hoja, cada flor, cada animal, cada hombre, cada mujer) clama: YO-SOY-DE TI. Ya esa oración se agregan los que fueron, las legiones de muertos y las legiones de seres y astros que nacerán: YO-SOY-DE TI... YO-CONFÍO-EN TI.

Me entrego a tus designios con una confianza total. El universo entero confía en ti. Somos uno. No hay devorador ni devorado: es un intercambio continuo de vida. Tengo confianza porque sin ti no existiría, me estás dando lo que me pertenece. Nada te pido, te lo agradezco todo, cada latido de mi corazón resuena en la eternidad. Y mi voz y tu voz, al mismo tiempo, dicen: YO SOY DE TI. YO CONFÍO EN TI... ERES MI FELICIDAD.

En el momento en que comprendemos que ese YO SOY está en nosotros mismos, hemos llegado a la curación interior. En un momento dado, a fuerza de repetirlo, cuando decimos YO SOY, es el Dios interior quien habla. La enfermedad espiritual viene del hecho de que no dejamos de pensar YO NO SOY Vivimos como muertos, formas rígidas sin interior. Cuando decimos YO SOY lo decimos a coro con el universo entero. Ya no hacemos las cosas. Las cosas se hacen en nosotros. Dejamos de buscar porque estamos continuamente encontrando.

Cuando nos encerramos a orar, ¿por qué soledad andamos? Por la maravillosa soledad de la fiesta cósmica. YO SOY la to-talidad exterior e interior, YO SOY el acompañamiento absoluto. La soledad dolorosa es no saber estar con nosotros mismos. Y si la duda nos aqueja, pensamos: «El pozo puede secarse, el agua es inagotable. Incluso si somos ciegos, una luz infinita mora en nosotros».

-Dios, para que pueda tenerte es necesario que vengas a mí. ¿Cómo puedes hacerlo?
-Para que yo vaya a ti, es preciso que tú mismo vayas a ti.
Nicolas de Cues

6. Regresar



Como en el primer nivel, la araña espera a la mosca, pero ahora no se oculta sino que se muestra sin voracidad. La mosca, llegado su momento final, vuela directamente hacia la telaraña.


La transformación, la transmutación y la adoración han dado a la realidad un baño de felicidad. La caza se ha convertido en una danza donde la muerte continua es acompañada del nacimiento continuo. Cuando alcanzamos la impersonalidad del Yo esencial, de golpe volvemos al individuo que habitaba en un mundo persistente.



Parecemos ser otra vez un humano común con su Yo personal, sumergido en la vida cotidiana. Sin embargo, hay una gran diferencia: todo vuelve a ser igual, pero sin angustia. Aceptamos agradecidos ser lo que somos. Nada que eliminar, nada que agregar. Podemos discernir qué es auténtico y qué es falso, y con una certeza indestructible sabemos que lo engañoso, si nos negamos a darle importancia, siempre termina por esfumarse, como una pesadilla. El mal que llega, condenado tarde o temprano a derrumbarse, es la simiente del bien que vendrá. Vivimos, a pesar de los golpes de la vida, en un estado de alegría perpetua. Hemos aprendido a amar el instante sabiendo que, en ese vórtice del torbellino del tiempo, los incontables contrarios paraíso e infierno, antes y después, Dios y Diablo, bien y mal, bello y feo danzan bañados en el éxtasis de la unidad. Todo cuanto hacíamos antes en la sombra lo hacemos ahora a la luz de la verdad. El competir se ha detenido. Somos capaces de reflejar al otro, su realización es la nuestra, su talento nos engrandece, su satisfacción nos colma de agrado. Los pequeños valores humanos nos parecen tan valiosos como joyas. No tenemos necesidad de exhibir diplomas ni premios, ni collares, ni medallas, ni insignias, ni fotografías de homenajes. Entre el desorden del mundo, hacemos de la simpleza nuestro amparo y de la sencillez nuestra finalidad.



-Maestro, ¿qué es el zen?
-Es la vida cotidiana.
-¿Cuál es su filosofía?
-Cuando como, como. Cuando duermo, duermo.

Para los cabalistas, la palabras hebreas Tohu va vohu ( «caos» ) significan «el huevo del orden».

La Tierra Santa es invadida por Roma. Se exige a ese pequeño territorio que envíe un regalo al emperador. Los habitantes, temerosos de represalias, entregan monedas de oro hasta llenar un respetable cofre. En seguida buscan un mensajero honrado y valiente, capaz de llevar ese tesoro al tirano. Eligen al hombre más sabio del país, un anciano que cree firmemente que todo lo que sucede, por venir de la voluntad de Dios, es para bien. Tiene un joven discípulo que lo sigue por todas partes y que no cesa de dudar. Ambos se embarcan, rumbo a Roma. De pronto estalla una terrible tempestad. El capitán dice a sus pasajeros:
-Vamos a naufragar. Preparaos para morir.
El discípulo exclama:
-¡Es imposible: en este barco viaja un hombre santo! ¡Dios no, puede ahogarlo porque le ha encomendado una misión sagrada!
Los pasajeros le piden que vaya a buscar a su maestro. El discípulo baja a los camarotes y encuentra al viejo leyendo su Biblia, tranquilamente. Éste le pregunta sonriendo:
-¿Por qué tienes tanto miedo?
-Pero Maestro... estamos en medio de un huracán.
-No te preocupes, muchacho. Todo es para bien.
-De acuerdo... De acuerdo... Pero venga a rezar con nosotros, los pobres marinos y pasajeros lo necesitan.
-De acuerdo, iré...
El sabio sube al puente, alza las manos hacia el cielo y exclama: -¡Dios nuestro, cúmplase tu voluntad!
Inmediatamente, la tempestad se calma. Un pasajero se acerca al anciano.
-Gracias por habernos salvado la vida. Soy primo del emperador. Si tuviesen necesidad de mí cuando estén en Roma, no duden en llamarme.
A pesar de que el mar ha vuelto a estar calmo, el sabio padece un fuerte mareo. Al llegar al puerto, sus molestias continúan. El discípulo se inquieta. Pero el anciano le responde:
-No te preocupes. Todo es para bien.
Van a una posada. Dejando el cofre en la bodega, el sabio, enfermo, se dispone a dormir. El joven, para acompañar a su maestro, hace lo mismo.
El posadero y su mujer entran en la bodega y abren el cofre. Al ver las monedas de oro, se apoderan de ellas y colocan en su lugar tierra que extraen del jardín.
Al día siguiente, el sabio se siente mejor. Decide llevar el tesoro al emperador. Va con el discípulo a la bodega. Cuando levantan el cofre, el muchacho exclama:
-¡No tiene el mismo peso! ¡Tenemos que abrirlo, Maestro!
-De acuerdo.
Abren el cofre y descubren que está lleno de tierra. El discípulo se angustia. Con toda calma, el sabio le dice:
-Son los propietarios de la posada quienes han robado el oro, pero van a negarlo. Nunca sabremos dónde lo escondieron. Si Dios quiere que sea así, así será. Como somos extranjeros no creerán que perdimos un tesoro. Llevémosle entonces este cofre lleno de tierra como ofrenda al emperador. No te preocupes. Todo es para bien.
El emperador los recibe amablemente. Seducido por la belleza del cofre, lo abre y descubre, estupefacto, su contenido. Se encoleriza.
-¿Cómo? ¡Sólo me traéis tierra como ofrenda? ¡Infames! ¡Esta noche dormiréis en la cárcel! ¡Mañana, al alba, os cortarán la cabeza!
Se los llevan presos. Mientras el discípulo se lamenta, el sabio le dice, como de costumbre:
-No te lamentes. Si Dios lo quiere así, así será. Todo es para bien.
Mientras están en la cárcel, el primo del emperador visita a éste y le dice:
-Primo mío, no cometas un error. Conozco a ese anciano. Hemos viajado juntos en el mismo barco. Es un gran mago. Con una sola plegaria hizo que el furioso océano se calmara. Me salvó la vida.
No lo decapites. Espera. ¡Quizá esta tierra que trae de su país tenga poder!
El emperador le responde:
-Precisamente hay un enorme ejército de bárbaros atacando los muros de la ciudad. No tenemos bastantes soldados como para rechazarlos. Mañana, quizá, estemos todos muertos. Vamos a utilizar esta tierra contra ellos. Veremos qué sucede.
Se abren las puertas de la ciudad. Sale un cortejo acompañando al emperador. No llevan armas. Avanzan hacia los bárbaros... Éstos, curiosos por saber por qué el emperador osa mostrarse sin ninguna defensa, permiten que se acerque. Ven entonces al soberano abrir un cofre, tomar puñados de tierra y lanzados hacia ellos. Los feroces guerreros, aterrorizados por ese polvo misterioso, escapan en tremendo desorden.
El emperador regresa a su palacio, cargando el cofre.
-¡Es una tierra asombrosa! ¡Sembró el pánico entre los bárbaros!
¡Esos dos extranjeros, en verdad, son magos! ¡Traédmelos!
Cuando el sabio y su discípulo llegan ante él, los cubre de joyas y les devuelve la libertad.
Mientras van en el barco, de regreso a su país, el sabio dice: -¿Viste? Todo fue para bien.
El discípulo refunfuña, sintiéndose culpable:
-No fue todo para bien. Nos convertimos en estafadores. El emperador nos dio joyas, pero nosotros no le dimos a cambio nada de valor. Sólo un poco de tierra.
-Dios sabe lo que hace. No va a ser una estafa. Ya lo verás...
Tiempo después se enteran de que el posadero y su mujer, habiendo oído que la tierra de su jardín hacía milagros, habían ido a ver al emperador cargados con un saco lleno.
-Majestad, nuestro jardín contiene toneladas de esa tierra mágica. Se la venderemos a buen precio. Aquella que le ofrecieron en el cofre, nosotros la pusimos a cambio de estas monedas de oro.
Vea...
Y vaciaron el tesoro ante los pies del soberano. Al ver esto, el emperador exclamó, iracundo:
-¡Ladrones! ¡Cortadles de inmediato la cabeza!

Esta historia procede de la tradición hebrea. Y el mismo tema lo trata la islámica de esta forma:

De pronto, en una pequeña aldea, mueren todas las gallinas. Los habitantes van a ver al sabio del poblado y le piden su opinión. Responde:
-En cierta manera, eso es bueno.
-¿Cómo? ¿Es bueno que se mueran nuestras gallinas?
-Es bueno, eso es todo lo que os puedo decir.
Algunas horas más tarde, los perros caen al suelo, paralizados.
Los aldeanos vuelven a ver al sabio.
-¿Es bueno que los perros parezcan de piedra? 
-Sí, es bueno.
Los habitantes regresan a sus hogares dudando cada vez más de la claridad mental del viejo. Al anochecer, cuando están preparando la comida, los fuegos de las cocinas se apagan. Corren a ver al sabio.
-Si todos los fuegos se apagan, no nos digas que es bueno. ¡Es una maldición!
-Insisto, es bueno.
-¡Viejo loco, has perdido la cabeza! ¡Ya no te respetamos!
En ese momento se escucha el ruido atronador de un tropel de caballos. Una banda de asesinos pasa por ahí. Se detienen en el centro de la aldea. Su jefe observa:
-No hay una sola gallina, ningún perro, no sale humo de las chimeneas. Esta aldea no está habitada. Vámonos.
Y es así como los aldeanos se salvan de ser masacrados.

Alejandro Jodorowsky
Cabaret Místico

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