¡MARAVILLOSA Semana!!!
La Maestría del Amor
V
La relación perfecta
Imagínate una relación perfecta. Siempre te sientes feliz con tu pareja porque vives con el hombre o con la mujer perfecta para ti. ¿Cómo describirías tu vida con esta persona?
Bien, la manera en que te relacionas con ella será, exactamente, la manera en que te relacionas con un perro. Un perro es un perro y hagas lo que hagas, seguirá siendo un perro. No puedes convertir un perro en un gato o en un caballo; es lo que es.
Aceptar este hecho en tus relaciones con otros seres humanos resulta fundamental.
No es posible cambiar a las personas, las amas tal como son o no las amas; las aceptas tal como son o no las aceptas. Intentar cambiarlas para que se ajusten a lo que tú quieres que sean es como intentar que un perro se convierta en un gato o que un gato se convierta en un caballo. Es un hecho: son lo que son y tú eres lo que eres. Bailas o no bailas. Es necesario que seas completamente sincero contigo mismo: decir lo que quieres y ver si estás dispuesto a bailar o no. Entiéndelo bien, porque es muy importante. Cuando realmente comprendas, probablemente serás capaz de ver lo que es verdad para los demás y no sólo lo que tú quieres ver.
Si tienes un perro o un gato, piensa en cómo te relacionas con él. Supongamos, por ejemplo, que es un perro. El animal sabe qué hacer para tener una relación perfecta contigo. Cuando tu perro hace algo mal ¿cómo reaccionas ante él? A un perro no le importa lo que tú hagas; sencillamente te ama. No tiene ninguna expectativa. ¿No es maravilloso? Pero ¿qué ocurre con tu novia, tu novio, tu marido o tu mujer? Tienen muchas expectativas y cambian continuamente.
El perro es responsable de la mitad de su relación contigo. Esa mitad de la relación, la del perro, es completamente normal. Cuando llegas a casa, te ladra, mueve la cola y jadea porque se siente muy feliz de verte. Hace su parte realmente bien y tú sabes que es el perro perfecto. Tu parte también es casi perfecta. Te ocupas de lo que es responsabilidad tuya; lo alimentas, cuidas de él, juegas con él. Le quieres incondicionalmente; harías casi cualquier cosa por tu perro. Desempeñas tu parte perfectamente y él la suya con la misma perfección.
La mayoría de la gente es capaz de imaginarse con facilidad este tipo de relación con su perro, pero no con una mujer o con un hombre. ¿Por qué? ¿Conoces a alguna mujer o a algún hombre que no sea perfecto? El perro es un perro y tú lo aceptas así.
No necesitas responsabilizarte de él para que sea un perro. El perro no intenta que tú seas un buen ser humano, un buen amo. Entonces, ¿por qué no somos capaces de permitir que una mujer sea una mujer y que un hombre sea un hombre y amar a ese ser humano tal como es sin intentar cambiarlo?
Quizás estés pensando: «Pero ¿y si no estoy con la mujer o con el hombre adecuado?». Sin duda, esta es una pregunta muy importante. Por supuesto, hay que escoger al hombre adecuado o a la mujer adecuada. ¿Y quién es el hombre adecuado o la mujer adecuada? Alguien que quiere ir en la misma dirección que tú, alguien que es compatible con tus opiniones y con tus valores emocionales, físicos, económicos y espirituales.
¿Cómo sabes si tu pareja es adecuada para ti? Imaginemos que eres un hombre y que vas a ser escogido por una mujer. Si hay cien mujeres que buscan a un hombre y cada una de ellas te considera a ti posible candidato, ¿para cuántas de esas mujeres serías el hombre adecuado? La respuesta es: no lo sabes. Esa es la razón por la que necesitas explorar y arriesgarte. Ahora bien, te puedo decir por adelantado, que la mujer adecuada para ti es la mujer que amas tal como es, la mujer que no tienes necesidad de cambiar en absoluto. Esa es la mujer adecuada para ti. Si encuentras a la mujer adecuada para ti, y a la vez, tú resultas ser el hombre adecuado para ella, serás una persona afortunada.
Tú serás el hombre adecuado para ella si ella te ama tal como eres y no quiere cambiarte. No siente la necesidad de responsabilizarse de ti; es capaz de confiar en que serás lo que afirmas ser, lo que proyectas ser. Puede ser totalmente sincera y proyectarte a ti lo que es. No se acercará a ti fingiendo ser algo que más tarde descubrirás que no es. La persona que te ama, te ama sencillamente tal como eres.
Porque, si alguien quiere cambiarte, significa que no eres lo que esa persona quiere.
Entonces ¿por qué está contigo?
Sabes, resulta fácil querer al perro porque él no opina acerca de ti. El perro te ama incondicionalmente. Esto es importante. Por lo tanto, si tu pareja te ama tal como eres, te ama del mismo modo que el perro. Puedes ser tú mismo con tu pareja; ser simplemente un hombre o una mujer, al igual que el perro puede ser un perro contigo.
Cuando conoces a una persona, inmediatamente después de saludarte y decirte «hola», empieza a enviarte información. A duras penas es capaz de esperar para compartir su sueño contigo. Se abre aunque ni tan siquiera sepa que lo está haciendo.
Resulta muy fácil ver a cada persona tal y como es. No es necesario que te mientas a ti mismo. Ves lo que estás comprando y bien lo quieres o no lo quieres. Pero no puedes culpar a la otra persona por ser un perro o un gato o un caballo. Si quieres un perro, entonces ¿por qué te compras un gato? Si quieres un gato, entonces ¿por qué comprarte un caballo o un pollo? ¿Sabes qué tipo de mujer o de hombre quieres? El que hace que tu corazón cante, el que se alinea a tu modo de ser, el que te ama sencillamente como eres. ¿Por qué engañarte con otra cosa? ¿Por qué no conseguir lo que quieres? ¿Por qué fingir que alguien se ajusta a lo que no es? No significa que no quieras a esa persona. Significa que haces una elección y dices sí o no porque también te amas a ti mismo. Haces una elección y eres responsable de tus elecciones. Después, si esas elecciones no funcionan bien, no te culpes a ti mismo. Sencillamente, haz una nueva elección.
Pero imaginemos que te compras un perro y adoras a los gatos. Quieres que tu perro se comporte como un gato e intentas cambiar al perro porque nunca dice:
«Miau». ¿Qué estás haciendo con un perro? ¡Búscate un gato! Esta es la única manera de empezar una relación maravillosa. En primer lugar tienes que saber lo que quieres, cómo lo quieres y cuándo lo quieres. Tienes que saber exactamente cuáles son las necesidades de tu cuerpo, cuáles son las necesidades de tu mente y qué se adapta bien a ti.
Existen millones de mujeres y de hombres y cada una de estas personas es única.
Pues bien, de entre todas ellas, alguna será una buena pareja para ti y otras no lo serán en absoluto. Es posible amar a cualquiera; pero para tratar con una persona a diario necesitarás a alguien cuya forma de entender la vida sea más próxima a la tuya. Esa persona no necesita ser exactamente como tú; bastará con que ambos seáis como una
llave en la cerradura: una unión que funciona.
Necesitas ser sincero contigo mismo y sincero con todas las personas. Proyecta lo que sientes que eres verdaderamente y no finjas ser lo que no eres. Es como si estuvieses en un mercado: te vas a vender a ti mismo y también vas a comprar. Para comprar quieres ver la calidad del género. Y por lo tanto, a la hora de vender, es necesario que les muestres a los demás lo que tú eres. No se trata de ser mejor o peor que otra persona; se trata de serlo que eres.
Si ves lo que quieres, ¿por qué no arriesgarte? Pero si ves que no es lo que quieres, ya sabes que vas a pagar por ello. Después no vayas por ahí llorando y diciendo: «Mi amante me trata mal» cuando tú mismo lo veías tan claro. No te mientas a ti mismo.
No inventes en la gente lo que no tiene. Este es el mensaje. Si sabes lo que quieres, descubrirás que es exactamente igual a la relación que tienes con tu perro, sólo que mejor.
Mira lo que tienes ante ti; no te ciegues ni finjas ver lo que no está ahí. No niegues lo que ves sólo para conseguir una mercancía cuando la mercancía no se adapta a tus necesidades. Cuando compras algo que no necesitas acaba en el trastero. Lo mismo ocurre con una relación. Evidentemente, puedes tardar años en aprender esta dolorosa lección, pero es un buen comienzo. Si eres capaz de empezar bien, el resto será más fácil porque podrás ser tú mismo.
Quizá ya hayas invertido una cantidad determinada de tiempo en una relación. Si decides continuar manteniéndola, te será posible volverla a iniciar aceptando y amando a tu pareja tal y como es. Ahora bien, lo primero que tendrás que hacer es dar un paso atrás. Tendrás que aceptarte y amarte a ti mismo tal y como eres. Sólo amándote y aceptándote a ti mismo, sencillamente como eres, te será posible ser y expresar lo que eres. Eres lo que eres y no hay más. No necesitas fingir que eres otra persona, porque cuando uno finge ser lo que no es, siempre acaba fracasando.
Una vez que te has aceptado a ti mismo sencillamente como eres, el siguiente paso consiste en aceptar a tu pareja. Si decides estar con una persona, no intentes cambiar nada de ella. Haz lo mismo que con tu perro o con tu gato, permítele que sea quien ella es. Tiene derecho a ser quien es; tiene derecho a ser libre. Cuando inhibes la libertad de tu pareja, inhibes la tuya propia porque tienes que estar ahí para ver lo que tu pareja hace o deja de hacer. Pero si de verdad te amas a ti mismo, nunca renunciarás a tu libertad personal.
¿Eres capaz de ver las posibilidades que ofrece una relación? Explóralas. Sé tú mismo. Encuentra a una persona que se adapte a ti. Arriésgate, pero sé sincero. Si funciona, sigue adelante. Si no funciona, entonces hazle un favor a tu pareja y a ti mismo: márchate; permite que se vaya. No seas egoísta. Ofrécele la oportunidad de descubrir lo que realmente quiere, y a la vez, ofrécetela a ti mismo. Si no va a funcionar, es mejor mirar en una dirección distinta. Si no eres capaz de amar a tu pareja tal como es, debes saber que hay alguien que sí lo hará. No pierdas tu tiempo y tampoco le hagas perder el suyo. Eso es respeto.
Si tú eres el suministrador y tu pareja es la adicta, y eso no es lo que tú quieres, quizá te sentirías más feliz con otra persona. Pero, si decides mantener esa relación, haz siempre lo máximo que puedas. Haz lo máximo que puedas porque tú serás quien recogerá la recompensa. Si amas a tu pareja tal como es, si eres capaz de abrirle completamente tu corazón, alcanzarás el cielo a través de ese amor.
Ahora bien, si tienes un gato y lo que quieres es un perro, ¿qué hacer? Empieza a practicar desde este punto. Apunta hacia un nuevo principio, cortando todas tus ataduras con el pasado y empezando de nuevo otra vez. No necesitas mantener vínculos con el pasado. Todos nosotros somos capaces de cambiar y este cambio puede ser para bien. Se trata de un nuevo principio para ti a fin de que perdones todo lo ocurrido entre tu pareja y tú. Libéralo porque sólo se trataba de una cuestión que tenía importancia para ti. Sólo se trataba de un malentendido. Sólo se trataba de alguien herido que intentaba desquitarse. No merece la pena desperdiciar la posibilidad de alcanzar el cielo en una relación por lo que fuera que ocurriese en el pasado. Ten el valor de esforzarte el ciento por ciento en conseguirlo, y si no, libéralo. Libera el pasado y empieza cada día con un nivel más alto de amor. Esto mantendrá el fuego encendido y hará que tu amor crezca todavía más.
Por supuesto, detente a reflexionar en lo que significa tener buenos y malos momentos. Si un mal momento significa ser maltratado emocional o físicamente, no sé si la pareja debería continuar. Pero si pasar un mal momento significa que uno de los dos ha perdido el trabajo o tiene problemas laborales o que ha sufrido un accidente, eso es otra cuestión. Ahora bien, si los malos momentos provienen del miedo, de la falta de respeto, de la humillación o del odio, evidentemente no sé cuántos malos momentos es capaz de sobrevivir una pareja.
En la relación con tu perro puedes tener un mal momento por la razón que sea: un accidente, un mal día en el trabajo o cualquier otra cosa. Llegas a casa y allí está el perro ladrándote, moviendo la cola y buscando tu atención. No tienes ganas de jugar con él, pero el perro sigue ahí. Si tú no quieres jugar, él no se sentirá herido porque no se lo toma como algo personal. Una vez que haya celebrado tu llegada y descubierto que no quieres jugar con él, se pondrá a jugar él solo. No seguirá insistiendo en que seas feliz.
Hay veces, incluso, en que te sientes más apoyado por tu perro que por la pareja que quiere hacerte feliz. Si no tienes ganas de sentirte feliz y sólo quieres permanecer tranquilo, no es nada que haya que tomarse como algo personal. No tiene nada que ver con tu pareja. Quizá tienes un problema y sólo necesitas estar tranquilo. Sin embargo, tu silencio puede llevar a que tu pareja haga muchas suposiciones: «¿Qué le he hecho ahora? Es por mi culpa». No tiene nada que ver con tu pareja; no es nada personal. Si se te deja en paz, la tensión se desvanecerá y volverás a recuperar la felicidad.
Esa es la razón por la que la llave tiene que encajar en la cerradura, para que en el momento en que uno de los dos atraviese una mala racha o una crisis emocional, salga a relucir vuestro acuerdo de permitiros mutuamente ser lo que sois. De este modo, la relación es algo distinto; tiene otras características y puede ser algo realmente bello en su totalidad.
La relación es un arte. Resulta más difícil dominar el sueño que crean dos personas que el que crea sólo una. Para que los dos seáis capaces de mantener la felicidad, será necesario que mantengas tu mitad en perfecto estado. Eres responsable de tu mitad, que contiene una determinada cantidad de basura. Tu basura es tu basura. Y quien tiene que hacerse cargo de ella eres tú, no tu pareja. Si tu pareja intenta limpiar tu basura acabará con la nariz rota. Tenemos que aprender a no meter la nariz donde no nos llaman.
Y lo mismo sucede con la mitad de tu pareja. Tu pareja tiene determinada cantidad de basura. Sabes que la tiene y le permites que sea ella quien se ocupe de limpiarla. Pero la querrás y aceptarás con toda su basura. Respetarás su basura. No mantienes una relación para limpiar la basura de tu pareja; que lo haga ella misma.
Aun en el caso de que tu pareja te pida ayuda, tienes la posibilidad de decirle que no. Decir no, no significa que no la ames o que no la aceptes; significa que no eres capaz o que no quieres jugar a ese juego. Por ejemplo, si tu pareja se enfada puedes decirle: «Tienes derecho a enfadarte, pero yo no tengo por qué estar enfadado porque tú lo estés. No he hecho nada para provocar tu enfado». No hay ningún motivo para aceptar el enfado de tu pareja, pero puedes permitirle que esté enfadada. No hay ninguna necesidad de discutir; sencillamente permite que sea quien es y que se cure sin intervenir. Y también es posible convenir que ella no interfiera en tu propio proceso de curación.
Digamos que eres un hombre, que eres feliz y que, por la razón que sea, tu pareja no es capaz de ser feliz. Tiene problemas personales; está ocupándose de su basura y se siente desgraciada. Como la amas, la apoyas, pero apoyarla no significa que tú tengas que ser infeliz sólo porque ella lo es. Ese no es apoyo de ninguna clase. Si ella es desgraciada y tú también empiezas a sentirte desgraciado, al final os hundiréis los dos.
Ahora bien, si tú te mantienes feliz, esta felicidad será capaz de devolverle a ella la suya.
De la misma manera, si tú te sientes deprimido y ella es feliz, esa felicidad que ella siente será tu apoyo. Por tu propio interés, permite que sea feliz; ni tan siquiera intentes rebajar esa felicidad. Ocurra lo que ocurra en tu trabajo, no llegues a casa y le eches encima tu veneno. Quédate callado y hazle saber que no se trata de nada personal; sencillamente estás ocupándote de ti mismo. Dile: «Sigue siendo feliz, continua jugando y yo me uniré a ti cuando sea capaz de disfrutar de tu felicidad. Ahora mismo necesito estar a solas».
Si comprendes el concepto de la mente herida, comprenderás la razón por la que las relaciones románticas resultan tan complicadas. El cuerpo emocional está enfermo.
Tiene heridas; tiene veneno. Cuando no somos conscientes de que estamos enfermos o de que nuestra pareja está enferma, nos volvemos egoístas. Las heridas duelen y tenemos que protegerlas incluso de la persona a la que amamos. Pero si somos conscientes de eso, podemos establecer unos acuerdos distintos. Cuando somos conscientes de que nuestra pareja tiene heridas emocionales y la amamos, indudablemente hacemos todo lo posible para no tocárselas. No la empujamos para que sane sus heridas y tampoco queremos que nos empuje a nosotros para que sanemos las nuestras.
Arriésgate y hazte responsable de establecer un nuevo acuerdo con tu pareja: no un acuerdo que hayas leído en un libro, sino un acuerdo que os funcione a vosotros. Si no va bien, sustitúyelo por otro nuevo. Utiliza tu imaginación para explorar nuevas posibilidades, para crear nuevos acuerdos que se basen en el respeto y el amor. La comunicación basada en el respeto y el amor es la clave para mantener vivo el amor y no aburrirse nunca en la relación. Se trata de encontrar tu voz y de nombrar tus necesidades. Se trata de confiar en ti mismo y en tu pareja.
Lo que vas a compartir con tu pareja no es la basura, sino el amor, la relación romántica, la comprensión. El objetivo que persigues para los dos es ser cada vez más felices, y para alcanzarlo es preciso tener cada vez más y más amor. Eres el hombre perfecto o la mujer perfecta, y tu pareja ese ser humano perfecto, del mismo modo que el perro es el perro perfecto. Si tratas a tu pareja con amor y con respeto, ¿quién saldrá beneficiado? Nadie más que tú.
Sana tu mitad y serás feliz. Si eres capaz de sanar esa parte de ti, entonces estarás listo para establecer una relación sin miedo, sin necesidad. Pero recuerda, sólo puedes curar tu mitad. Si mantienes una relación y trabajas en tu mitad y tu pareja trabaja en la suya, verás con qué rapidez se progresa. El amor es lo que te hace feliz, y si te conviertes en el sirviente del amor y tu pareja en la sirviente del amor, imagínate todas las posibilidades que se te abrirán. Llegará el día en que serás capaz de estar con ella sin sentir culpabilidad ni recriminaciones ni enfados ni tristeza. Ese día será maravilloso, te abrirás por completo sólo para compartir, para servir, sólo para dar tu amor.
Una vez que te decides a formar pareja estás ahí a fin de servir a la persona que amas, a la persona que eliges. Estás ahí para servir tu amor a tu amante, para serviros mutuamente. En cada beso, en cada caricia, sentís que ambos estáis ahí para satisfacer a la persona que amáis sin esperar nada a cambio. Más que de sexo, se trata de estar juntos. El sexo también se vuelve maravilloso, pero es completamente distinto. El sexo se convierte en una comunión; en una entrega absoluta, una danza, un arte, una suprema expresión de la belleza.
Puedes establecer un acuerdo que diga: «Me gustas; eres maravillosa y me haces sentir muy bien. Yo traeré las flores y tú la música suave. Bailaremos y ambos nos elevaremos hasta las nubes». Es precioso, es maravilloso, es romántico. Ha dejado de ser una guerra de control; ahora se trata de servirse. Ahora bien, sólo es posible hacer esto cuando el amor que te tienes a ti mismo es muy profundo.
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