13 ~ Cómo afrontar la cólera y el
odio (1/2)
Si uno se encuentra con una persona
a la que le han disparado una flecha, no dedica el tiempo a
preguntarse de dónde ha venido la flecha, o la casta del individuo
que la disparó, o a analizar de qué tipo de madera está hecho el
astil o la manera en que está hecha la punta de la flecha, sino que
se centra en extraer inmediatamente ésta. (Shakiyamuni,
el Buda)
Dirigimos ahora nuestra atención a
algunas de las «flechas», los estados negativos de la mente que
pueden destruir la nuestra así como sus correspondientes antídotos. Todos los estados mentales negativos, actúan como obstáculos a
nuestra felicidad, pero empezaremos por la cólera, que parece
producir uno de los bloqueos grandes. El filósofo estoico Séneca la
describió como »la más horrible y frenética de todas las
emociones». Los efectos destructivos la cólera y el odio, han sido
bien documentados en recientes estudios científicos. Naturalmente,
no necesitamos pruebas científicas para darnos cuenta de cómo estas
emociones pueden nublar nuestro juicio, causar sentimientos de
extrema incomodidad o provocar estragos en nuestras relaciones
personales. Eso lo sabemos por experiencia personal. En los
últimos años, sin embargo, se han logrado grandes progresos en
la descripción de los efectos físicos nocivos de la cólera y la
hostilidad. Docenas de estudios han demostrado que estas emociones
son una causa significativa de enfermedad y muerte prematura.
Investigadores como el doctor Redford Williams, de la Universidad de
Duke, o el doctor Robert Sapolsky, de la Universidad de Stanford, han
realizado estudios que demuestran que la cólera, el enojo y la
hostilidad son particularmente nocivos para el sistema
cardiovascular. De hecho, se han acumulado tantas pruebas acerca de
los efectos nocivos de la hostilidad que se la considera ahora un
gran factor de riesgo en las enfermedades cardíacas, a la misma
altura o quizá mayor que otros factores tradicionalmente
reconocidos, como el colesterol o la presión sanguínea elevadas.
Una vez aceptamos los efectos nocivos
de la cólera y el odio, la siguiente pregunta es: ¿cómo
superarlos?
El primer día de mi trabajo como
asesor psiquiátrico de una clínica, un miembro del personal me
mostraba mi nueva consulta cuando escuché que por la sala
reverberaban unos gritos capaces de helarle la sangre a cualquiera.
-Estoy enfadada... -Más fuerte.
-¡Estoy enfadada!
-¡Mas fuerte! ¡Demuéstremelo! ¡Que
yo lo vea!
-¡Estoy enfadada! ¡¡Estoy
enfadada!! ¡Le
odio! ¡ ¡Le odio!! Fue
algo verdaderamente terrorífico. Le comenté al miembro del personal
que aquello parecía una crisis necesitada de tratamiento urgente.
-No se preocupe -me dijo, echándose a
reír-. En estos momentos tienen una sesión de terapia de grupo
en el vestíbulo. Ese método ayuda a la paciente a entrar en
contacto con su cólera.
Más tarde, ese mismo día, tuve
oportunidad de reunirme con la paciente en cuestión, en privado.
Parecía agotada.
-Me siento muy relajada -dijo-. Esa
sesión de terapia realmente ha funcionado. Tengo la sensación
de haberme desprendido de toda mi cólera.
En nuestra siguiente sesión, sin
embargo, la paciente me informó: -Bueno, Supongo que, después de
todo, no me desprendí de toda mi cólera. Ayer, justo después de
marcharme, cuando salía del aparcamiento, un imbécil estuvo a
punto de arrollarme... ¡Me puse furiosa! Y durante todo el
trayecto de regreso a casa no hice sino maldecir por lo bajo a aquel
imbécil. Supongo que aún necesito unas pocas sesiones más de
expresión de la cólera para quitármela del todo.
Al prepararse para conquistar la
cólera y el odio, el Dalai Lama empieza por investigar la naturaleza
de estas emociones destructivas. -En términos generales -explicó-,
hay muchas clases diferentes de emociones perversas o negativas,
como el engreimiento, la arrogancia, los celos, el deseo, la
lascivia, la estrechez de miras, etcétera.
Pero, de entre todas ellas, el odio y
la cólera se consideran los mayores males debido a que son los
principales obstáculos que impiden el desarrollo de la compasión y
el altruismo y porque destruyen la virtud y la serenidad mental.
»Hablo de cólera, pero puede haberla
de dos tipos. Uno de ellos puede ser positivo, dependiendo
principalmente de la propia motivación. Es posible que haya una
cólera motivada por la compasión o por el sentido de la
responsabilidad. En los casos en que la cólera está motivada por la
compasión, puede ser utilizada como un impulso o catalizador para
una acción positiva. Bajo tales circunstancias, Una emoción humana
como la cólera actúa como una fuerza capaz de provocar una acción
rápida. Se crea así una energía que permite al individuo actuar
con rapidez y decisión. Puede ser un potente factor motivador. De
modo que esa clase de cólera puede ser positiva a veces. Sucede
con demasiada frecuencia, sin embargo, que la energía también es
ciega, aunque esa clase de cólera actúe como una especie de
protector, de modo que no se puede estar seguro de que al final sea
constructiva o destructiva.
»De modo que, aunque bajo ciertas
circunstancias algunas clases de cólera pueden ser positivas, esta
pasión conduce, en términos generales, a sentimientos
negativos y al odio. Y, por lo que se refiere al odio, nunca es
positivo. No proporciona ningún beneficio. Siempre es totalmente
negativo.
»No podemos Superar la cólera y el
odio simplemente suprimiéndolos. Necesitamos cultivar
activamente los antídotos Contra ellos: la paciencia y la
tolerancia. Siguiendo el modelo del que hemos hablado antes, para
cultivar con éxito la paciencia y la tolerancia se necesita generar
entusiasmo, tener un intenso deseo de él. Cuanto más grande sea su
entusiasmo, tanto mayor será su posibilidad de resistir las
dificultades que encuentre en el proceso. Proponiéndose la
práctica de la paciencia y la tolerancia, lo que sucede en realidad
es que se participa en un combate Contra el odio y la cólera. Puesto
que se trata de un combate, lo que se busca es la victoria, pero
también se ha de estar preparado para una posible derrota. Así
pues, mientras se combate, no debería perderse de vista el hecho de
que a lo largo de él habrá que afrontar numerosos problemas. Se
debe tener habilidad para resistir esas dificultades. Alguien que
alcanza la victoria sobre el odio y la cólera a través de un
proceso tan arduo, es un verdadero héroe. »El intenso entusiasmo
del que hablamos se genera teniendo esto en cuenta. El entusiasmo es
el resultado de aprender y reflexionar sobre los efectos
beneficiosos de la tolerancia y la paciencia y sobre los efectos
destructivos y negativos de la cólera y el odio. Ese mismo acto, esa
misma realización creará por sí misma una inclinación hacia los
sentimientos de tolerancia y paciencia, hará que se sienta más
prudente y esté más atento a los pensamientos de cólera y
odio. Habitualmente, no nos preocupamos mucho por la cólera y
el odio, de modo que estas emociones simplemente aparecen. Pero una
vez que desarrollamos una actitud prudente frente a ellas, el mismo
cuidado puede actuar por sí mismo como una prevención.
»Los efectos destructivos del odio
son muy visibles, muy evidentes e inmediatos. Por ejemplo: en su
interior surge un pensamiento de odio muy fuerte o enérgico; en ese
mismo instante le abruma por completo y destruye su paz mental,
su presencia de ánimo desaparece completamente. Cuando surge una
cólera y un odio tan intensos, se obnubila la mejor parte de su
cerebro, la capacidad para juzgar lo que es correcto y lo equivocado,
así como la visión de las consecuencias a largo y a corto plazo de
sus acciones. Su capacidad de juicio se atasca, ya no es capaz
de funcionar. Es casi como si se hubiera vuelto loco. Así pues, esta
cólera y este odio tienden a producir un estado de confusión
que no sirve sino para empeorar sus problemas y dificultades.
»Incluso a nivel físico, el odio
produce una transformación del individuo muy antipática y
desagradable. En el instante mismo en que surgen fuertes sentimientos
de cólera u odio, el rostro de la persona se contorsiona y afea, por
mucho que ésta intente fingir o adoptar una actitud digna. La
expresión se hace muy desagradable y la persona transmite una
vibración hostil. Otras personas pueden percibirlo. Es casi como si
pudieran notar vapor brotando del cuerpo de esa persona, hasta
el punto de que ya no son únicamente los seres humanos los capaces
de percibirlo, sino hasta los animales de compañía, que tratarán
de evitar a la persona. Cuando alguien abriga pensamientos de odio,
éstos tienden a acumularse en su interior, lo cual puede provocar
incluso pérdida del apetito o sueño, o hacer que la persona se
sienta más tensa y alterada.
»Por estas razones, la cólera ha
sido comparada a un enemigo. Un enemigo interno que no tiene otra
función que causarnos daño. Es nuestro verdadero enemigo, nuestro
enemigo más definitivo. No tiene otra función que la de
destruirnos, tanto en términos inmediatos como a largo plazo.
»El odio actúa de un modo muy
distinto a un enemigo corriente, porque éste, es decir, una persona
a la que consideremos enemiga nuestra, puede maniobrar para
perjudicamos, pero también se ve obligada a hacer otras cosas: tiene
que comer, tiene que dormir y, por lo tanto, no puede dedicar
las veinticuatro horas del día, es decir, toda su existencia, a su
propósito de hacernos daño. Por otro lado, el odio no tiene ninguna
otra función, ningún otro propósito que destruirnos. Si fuéramos
consciente de ello, deberíamos resolver que nunca daremos a este
enemigo la oportunidad de surgir dentro de nosotros.
-Al afrontar la cólera, ¿qué le
parecen algunos de los métodos de la psicoterapia occidental que
animan a su expresión?
-Creo que tenemos que comprender que
pueden darse situaciones diferentes -explicó el Dalai Lama-. En
algunos casos, la gente abriga fuertes sentimientos de cólera y
dolor basados en algo que se les hizo en el pasado, un maltrato o lo
que fuera, y ese sentimiento se mantiene reprimido. Según una
expresión tibetana, si existe algún mal en la concha de un caracol
puedes eliminarlo soplando. En otras palabras, si algo bloquea la
concha, sólo hay que soplar y ésta quedará despejada. De modo
similar, cabe concebir una situación en la que, debido a la
dificultad de reprimir ciertas emociones o sentimientos de cólera,
sea mejor dejarse arrastrar y expresarlos.
»No obstante, creo que, en términos
generales, la cólera y el odio son el tipo de emociones que, si no
se las controla y vigila, tienden a agravarse, paulatinamente se
intensifican. Si uno se acostumbra a dejarlas aflorar y a
expresarlas, el resultado suele ser su aumento, no su reducción.
Tengo por tanto la impresión de que lo mejor es adoptar una actitud
prudente y tratar de reducir activamente su intensidad.
-Si tiene la impresión de que
expresar o liberar la cólera no es la respuesta, ¿cuál será ésta?
-le pregunté.
-En primer lugar, los sentimientos de
cólera y odio surgen de una mente torturada por la insatisfacción y
el descontento. Uno puede prepararse con antelación trabajando
sistemáticamente para crear satisfacción interior y para
cultivar la amabilidad y la compasión. Eso produce una tranquilidad
de espíritu que por sí misma contribuye a impedir que surja la
cólera. Cuando aparezca una situación que le enoje, debe afrontarse
directamente la cólera y analizarla, ver si es una respuesta
apropiada y si es constructiva o destructiva. Se hace entonces
un esfuerzo por ejercer una cierta disciplina y contención interna,
combatiéndola activamente mediante la aplicación de antídotos
que contrarresten estas emociones negativas, como pensamientos de
paciencia y tolerancia.
El Dalai Lama hizo una pausa, antes de
añadir, con su acostumbrado pragmatismo:
-Naturalmente, cuando se trabaja para
superar la cólera y el odio es posible que en la fase inicial se
sigan experimentando estas emociones negativas. Pero hay niveles
diferentes de cólera; cuando son ligeros, se puede intentar
afrontarla y combatirla en el mismo momento. No obstante, si se
desarrolla una emoción negativa muy fuerte, será muy difícil
afrontarla inmediatamente. En tal caso, quizá sea mejor tratar
de olvidarla momentáneamente. Pensar en alguna otra cosa. Una vez
que la mente se haya calmado un poco, se puede analizar y razonar.
En otras palabras, estaba diciendo:
«Cuenta hasta diez antes de explotar». Siguió diciendo:
-Para tratar de eliminar la cólera y
el odio es indispensable el cultivo deliberado de la paciencia y
la tolerancia. El valor y la importancia de tales virtudes
podrían concebirse en los siguientes términos: por lo que se
refiere a los efectos destructivos de los pensamientos coléricos
y de odio, la riqueza no puede protegernos contra ellos. Aunque uno
sea millonario, sigue estando sujeto a efectos destructivos. La
educación por sí sola tampoco nos garantiza que estemos
protegidos contra ellos. Asimismo, la ley tampoco nos
proporciona dicha garantía o protección. Son como las armas
nucleares: por muy sutiles que sean los sistemas de defensa, no
pueden ofrecemos protección o defensa contra ellas...
El Dalai Lama hizo una pausa para
tomar impulso, antes de concluir con un tono de voz claro y
firme: -Lo único que puede proporcionarnos refugio o protección
contra los efectos destructivos de la cólera y el odio es la
práctica de la tolerancia y la paciencia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario