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viernes, 1 de junio de 2018

13 ~ Cómo afrontar la cólera y el odio (1/2)

Cuarta parte
Superar los obstáculos

13 ~ Cómo afrontar la cólera y el odio (1/2)


Si uno se encuentra con una persona a la que le han dispa­rado una flecha, no dedica el tiempo a preguntarse de dónde ha venido la flecha, o la casta del individuo que la disparó, o a analizar de qué tipo de madera está hecho el astil o la manera en que está hecha la punta de la flecha, sino que se centra en extraer inmediatamente ésta.  (Shakiyamuni, el Buda)

Dirigimos ahora nuestra atención a algunas de las «flechas», los estados negativos de la mente que pueden destruir la nuestra así como sus correspondientes antídotos. Todos los estados mentales negativos, actúan como obstáculos a nuestra felicidad, pero empezaremos por la cólera, que parece producir uno de los bloqueos grandes. El filósofo estoico Séneca la describió como »la más horrible y frenética de todas las emociones». Los efectos destructivos la cólera y el odio, han sido bien documentados en recientes estudios científicos. Naturalmente, no necesitamos pruebas científicas para darnos cuenta de cómo estas emociones pueden nublar nuestro juicio, causar sentimientos de extrema incomodidad o provocar estragos en nuestras relaciones personales. Eso lo sabemos por experiencia per­sonal. En los últimos años, sin embargo, se han logrado grandes pro­gresos en la descripción de los efectos físicos nocivos de la cólera y la hostilidad. Docenas de estudios han demostrado que estas emociones son una causa significativa de enfermedad y muerte prematura. Investigadores como el doctor Redford Williams, de la Universidad de Duke, o el doctor Robert Sapolsky, de la Universidad de Stanford, han realizado estudios que demuestran que la cólera, el enojo y la hostilidad son particularmente nocivos para el sistema cardiovascular. De hecho, se han acumulado tantas pruebas acerca de los efectos nocivos de la hostilidad que se la considera ahora un gran factor de riesgo en las enfermedades cardíacas, a la misma altura o quizá mayor que otros factores tradicionalmente reconocidos, como el colesterol o la presión sanguínea elevadas.
Una vez aceptamos los efectos nocivos de la cólera y el odio, la siguiente pregunta es: ¿cómo superarlos?
El primer día de mi trabajo como asesor psiquiátrico de una clínica, un miembro del personal me mostraba mi nueva consulta cuando escuché que por la sala reverberaban unos gritos capaces de helarle la sangre a cualquiera.
-Estoy enfadada... -Más fuerte.
-¡Estoy enfadada!
-¡Mas fuerte! ¡Demuéstremelo! ¡Que yo lo vea!
-¡Estoy enfadada! ¡¡Estoy enfadada!! ¡Le odio! ¡ ¡Le odio!! Fue algo verdaderamente terrorífico. Le comenté al miembro del personal que aquello parecía una crisis necesitada de tratamiento ur­gente.
-No se preocupe -me dijo, echándose a reír-. En estos momen­tos tienen una sesión de terapia de grupo en el vestíbulo. Ese método ayuda a la paciente a entrar en contacto con su cólera.
Más tarde, ese mismo día, tuve oportunidad de reunirme con la paciente en cuestión, en privado. Parecía agotada.
-Me siento muy relajada -dijo-. Esa sesión de terapia realmen­te ha funcionado. Tengo la sensación de haberme desprendido de toda mi cólera.
En nuestra siguiente sesión, sin embargo, la paciente me informó: -Bueno, Supongo que, después de todo, no me desprendí de toda mi cólera. Ayer, justo después de marcharme, cuando salía del apar­camiento, un imbécil estuvo a punto de arrollarme... ¡Me puse furio­sa! Y durante todo el trayecto de regreso a casa no hice sino maldecir por lo bajo a aquel imbécil. Supongo que aún necesito unas pocas se­siones más de expresión de la cólera para quitármela del todo.


Al prepararse para conquistar la cólera y el odio, el Dalai Lama empieza por investigar la naturaleza de estas emociones destructivas. -En términos generales -explicó-, hay muchas clases diferen­tes de emociones perversas o negativas, como el engreimiento, la arro­gancia, los celos, el deseo, la lascivia, la estrechez de miras, etcétera.
Pero, de entre todas ellas, el odio y la cólera se consideran los mayo­res males debido a que son los principales obstáculos que impiden el desarrollo de la compasión y el altruismo y porque destruyen la vir­tud y la serenidad mental.
»Hablo de cólera, pero puede haberla de dos tipos. Uno de ellos puede ser positivo, dependiendo principalmente de la propia motiva­ción. Es posible que haya una cólera motivada por la compasión o por el sentido de la responsabilidad. En los casos en que la cólera está motivada por la compasión, puede ser utilizada como un impulso o catalizador para una acción positiva. Bajo tales circunstancias, Una emoción humana como la cólera actúa como una fuerza capaz de provocar una acción rápida. Se crea así una energía que permite al individuo actuar con rapidez y decisión. Puede ser un potente factor motivador. De modo que esa clase de cólera puede ser positiva a ve­ces. Sucede con demasiada frecuencia, sin embargo, que la energía también es ciega, aunque esa clase de cólera actúe como una especie de protector, de modo que no se puede estar seguro de que al final sea constructiva o destructiva.
»De modo que, aunque bajo ciertas circunstancias algunas clases de cólera pueden ser positivas, esta pasión conduce, en términos ge­nerales, a sentimientos negativos y al odio. Y, por lo que se refiere al odio, nunca es positivo. No proporciona ningún beneficio. Siempre es totalmente negativo.
»No podemos Superar la cólera y el odio simplemente suprimién­dolos. Necesitamos cultivar activamente los antídotos Contra ellos: la paciencia y la tolerancia. Siguiendo el modelo del que hemos hablado antes, para cultivar con éxito la paciencia y la tolerancia se necesita generar entusiasmo, tener un intenso deseo de él. Cuanto más grande sea su entusiasmo, tanto mayor será su posibilidad de resistir las difi­cultades que encuentre en el proceso. Proponiéndose la práctica de la paciencia y la tolerancia, lo que sucede en realidad es que se participa en un combate Contra el odio y la cólera. Puesto que se trata de un combate, lo que se busca es la victoria, pero también se ha de estar preparado para una posible derrota. Así pues, mientras se combate, no debería perderse de vista el hecho de que a lo largo de él habrá que afrontar numerosos problemas. Se debe tener habilidad para resistir esas dificultades. Alguien que alcanza la victoria sobre el odio y la có­lera a través de un proceso tan arduo, es un verdadero héroe. »El intenso entusiasmo del que hablamos se genera teniendo esto en cuenta. El entusiasmo es el resultado de aprender y reflexionar so­bre los efectos beneficiosos de la tolerancia y la paciencia y sobre los efectos destructivos y negativos de la cólera y el odio. Ese mismo acto, esa misma realización creará por sí misma una inclinación hacia los sentimientos de tolerancia y paciencia, hará que se sienta más pruden­te y esté más atento a los pensamientos de cólera y odio. Habitual­mente, no nos preocupamos mucho por la cólera y el odio, de modo que estas emociones simplemente aparecen. Pero una vez que desarrollamos una actitud prudente frente a ellas, el mismo cuidado pue­de actuar por sí mismo como una prevención.
»Los efectos destructivos del odio son muy visibles, muy evidentes e inmediatos. Por ejemplo: en su interior surge un pensamiento de odio muy fuerte o enérgico; en ese mismo instante le abruma por com­pleto y destruye su paz mental, su presencia de ánimo desaparece completamente. Cuando surge una cólera y un odio tan intensos, se obnubila la mejor parte de su cerebro, la capacidad para juzgar lo que es correcto y lo equivocado, así como la visión de las consecuencias a largo y a corto plazo de sus acciones. Su capacidad de juicio se atas­ca, ya no es capaz de funcionar. Es casi como si se hubiera vuelto loco. Así pues, esta cólera y este odio tienden a producir un esta­do de confusión que no sirve sino para empeorar sus problemas y di­ficultades.
»Incluso a nivel físico, el odio produce una transformación del in­dividuo muy antipática y desagradable. En el instante mismo en que surgen fuertes sentimientos de cólera u odio, el rostro de la persona se contorsiona y afea, por mucho que ésta intente fingir o adoptar una actitud digna. La expresión se hace muy desagradable y la persona transmite una vibración hostil. Otras personas pueden percibirlo. Es casi como si pudieran notar vapor brotando del cuerpo de esa perso­na, hasta el punto de que ya no son únicamente los seres humanos los capaces de percibirlo, sino hasta los animales de compañía, que tra­tarán de evitar a la persona. Cuando alguien abriga pensamientos de odio, éstos tienden a acumularse en su interior, lo cual puede provo­car incluso pérdida del apetito o sueño, o hacer que la persona se sien­ta más tensa y alterada.
»Por estas razones, la cólera ha sido comparada a un enemigo. Un enemigo interno que no tiene otra función que causarnos daño. Es nuestro verdadero enemigo, nuestro enemigo más definitivo. No tie­ne otra función que la de destruirnos, tanto en términos inmediatos como a largo plazo.
»El odio actúa de un modo muy distinto a un enemigo corriente, porque éste, es decir, una persona a la que consideremos enemiga nues­tra, puede maniobrar para perjudicamos, pero también se ve obligada a hacer otras cosas: tiene que comer, tiene que dormir y, por lo tan­to, no puede dedicar las veinticuatro horas del día, es decir, toda su existencia, a su propósito de hacernos daño. Por otro lado, el odio no tiene ninguna otra función, ningún otro propósito que destruirnos. Si fuéramos consciente de ello, deberíamos resolver que nunca daremos a este enemigo la oportunidad de surgir dentro de nosotros.
-Al afrontar la cólera, ¿qué le parecen algunos de los métodos de la psicoterapia occidental que animan a su expresión?
-Creo que tenemos que comprender que pueden darse situacio­nes diferentes -explicó el Dalai Lama-. En algunos casos, la gente abriga fuertes sentimientos de cólera y dolor basados en algo que se les hizo en el pasado, un maltrato o lo que fuera, y ese sentimiento se man­tiene reprimido. Según una expresión tibetana, si existe algún mal en la concha de un caracol puedes eliminarlo soplando. En otras palabras, si algo bloquea la concha, sólo hay que soplar y ésta quedará despeja­da. De modo similar, cabe concebir una situación en la que, debido a la dificultad de reprimir ciertas emociones o sentimientos de cólera, sea mejor dejarse arrastrar y expresarlos.
»No obstante, creo que, en términos generales, la cólera y el odio son el tipo de emociones que, si no se las controla y vigila, tienden a agravarse, paulatinamente se intensifican. Si uno se acostumbra a dejarlas aflorar y a expresarlas, el resultado suele ser su aumento, no su reducción. Tengo por tanto la impresión de que lo mejor es adoptar una actitud prudente y tratar de reducir activamente su in­tensidad.
-Si tiene la impresión de que expresar o liberar la cólera no es la respuesta, ¿cuál será ésta? -le pregunté.
-En primer lugar, los sentimientos de cólera y odio surgen de una mente torturada por la insatisfacción y el descontento. Uno puede prepararse con antelación trabajando sistemáticamente para crear sa­tisfacción interior y para cultivar la amabilidad y la compasión. Eso produce una tranquilidad de espíritu que por sí misma contribuye a impedir que surja la cólera. Cuando aparezca una situación que le enoje, debe afrontarse directamente la cólera y analizarla, ver si es una respuesta apropiada y si es constructiva o destructiva. Se hace en­tonces un esfuerzo por ejercer una cierta disciplina y contención in­terna, combatiéndola activamente mediante la aplicación de antído­tos que contrarresten estas emociones negativas, como pensamientos de paciencia y tolerancia.
El Dalai Lama hizo una pausa, antes de añadir, con su acostum­brado pragmatismo:
-Naturalmente, cuando se trabaja para superar la cólera y el odio es posible que en la fase inicial se sigan experimentando estas emo­ciones negativas. Pero hay niveles diferentes de cólera; cuando son li­geros, se puede intentar afrontarla y combatirla en el mismo momen­to. No obstante, si se desarrolla una emoción negativa muy fuerte, será muy difícil afrontarla inmediatamente. En tal caso, quizá sea me­jor tratar de olvidarla momentáneamente. Pensar en alguna otra cosa. Una vez que la mente se haya calmado un poco, se puede analizar y razonar.
En otras palabras, estaba diciendo: «Cuenta hasta diez antes de explotar». Siguió diciendo:
-Para tratar de eliminar la cólera y el odio es indispensable el cul­tivo deliberado de la paciencia y la tolerancia. El valor y la importan­cia de tales virtudes podrían concebirse en los siguientes términos: por lo que se refiere a los efectos destructivos de los pensamientos coléri­cos y de odio, la riqueza no puede protegernos contra ellos. Aunque uno sea millonario, sigue estando sujeto a efectos destructivos. La edu­cación por sí sola tampoco nos garantiza que estemos protegidos con­tra ellos. Asimismo, la ley tampoco nos proporciona dicha garantía o protección. Son como las armas nucleares: por muy sutiles que sean los sistemas de defensa, no pueden ofrecemos protección o defensa contra ellas...
El Dalai Lama hizo una pausa para tomar impulso, antes de con­cluir con un tono de voz claro y firme: -Lo único que puede proporcionarnos refugio o protección con­tra los efectos destructivos de la cólera y el odio es la práctica de la tolerancia y la paciencia.


Dalai Lama con Howard C. Cutler, M. D.
EL ARTE DE LA FELICIDAD

Traducción de José Manuel Pomares

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