Una de las razones por las que a la mayoría de nosotros nos resulta tan extraña la idea de poder manifestar es porque se nos ha hecho creer que, como individuos, nos encontramos separados de nuestro entorno. Creemos que nuestro papel consiste en dominar el entorno en que nos encontramos. Armados con esta clase de lógica, despreciamos nuestra capacidad para percibir nuestra conexión con el entorno.
Debido a nuestro sentido de la desconexión, creemos que no tenernos el poder para atraer de nuestro entorno todo aquello que deseamos. En consecuencia, cuando logramos manifestar algo creemos que es una simple cuestión de suerte o casualidad. Una vez que cambiamos esta idea sobre nosotros mismos, activamos nuestra capacidad para manifestar y la vemos como una función de nuestra divinidad, antes que como una imposibilidad o un producto de la suerte o la coincidencia.
Este tercer principio de la manifestación se inicia con la comprensión de que es absolutamente imposible describirnos a nosotros mismos como seres separados de nuestro entorno. Voy a acuñar una nueva palabra, un neologismo, con el propósito de articular este principio. Durante el resto de este capítulo considérate como un ambientorganismo. Esta palabra significa que no existe la menor diferencia entre tú y tu entorno. Tú eres tu entorno y, lo que es más importante para los propósitos de este libro, tu entorno eres tú.
NUESTRA NATURALEZA COMO AMBIENTORGANISMO
Trata de pensar en el mundo que te rodea, en tu entorno, como si se tratara de una extensión de tu cuerpo. Es decir, como si no estuvieras separado del mundo exterior que ves. En esta definición, resulta imposible describirse a uno mismo sin incluir todo aquello que le rodea. De hecho, ni siquiera es posible verse o escucharse a uno mismo como una entidad separada de su entorno.
Por ejemplo, imagínate caminando, tú solo. No puedes caminar sin describir también sobre qué caminas. Sin la tierra o el suelo, sólo estarían tus piernas moviéndose y, naturalmente, eso no es caminar. Tu experiencia de caminar también incluye el aire que respiras mientras caminas, la gravedad que te impide flotar en el espacio, los guijarros, o la alfombra, ola arena o el cemento sobre los que caminas, y la composición de estos elementos.
Examina también, por ejemplo, la página que estás leyendo en este momento. ¿Qué es lo que ves? Tinta negra formando letras que forman a su vez las palabras que lees. Prueba a imaginar esas palabras sin la presencia del fondo sobre el que están impresas. La página en blanco sobre la que se han impreso las palabras no es la que recibe tu atención y, sin embargo, esta página que sostienes como una unidad del libro es la que crea un significado, en combinación con las unidades individuales de impresión llamadas palabras. El entorno en el que se encuentran esas palabras se halla inextricablemente incluido en la página misma.
En esta analogía, tú eres las palabras y tu fondo es todo aquello sobre lo que tú estás impreso, por así decirlo. Es importante comprender este principio para poder convertirse en un manifestador. Del mismo modo que las estrellas del cielo serían imposibles de percibir sin el fondo de un cielo oscuro, tú tampoco podrías ver tu propio cuerpo, o el cuerpo de nadie, sin un fondo que estuviera en contraste con ese cuerpo, así te aplica este principio a ti.
No puedes pensar en ti mismo con independencia de tu entorno. Por eso te invito a que dejes de considerarte como un organismo independiente dentro de un entorno, y te veas más bien como una extensión de él. El resultado será que empezarás a ver que todo lo que hay a tu alrededor forma parte de ti mismo y viceversa. Tu entorno no es algo que controles o que pueda controlarte. Es una extensión de ti, al igual que tú eres una extensión de él.
Se trata de un concepto singular, un tanto difícil de asimilar. Es imperativo, sin embargo, para comprender la premisa de este libro. Eres un organismo diferenciado y a la vez inseparable de tu entorno.
SER, SIMULTÁNEAMENTE, UN INDIVIDUO Y UN ENTORNO
¿Ha visto alguna vez a una persona con frente pero sin espalda? ¿Ha visto alguna vez a una persona con un exterior pero sin un interior? Estas preguntas retóricas tienen la intención de estimularte a considerar cómo puedes ser diferenciado e indiferenciado al mismo tiempo y por qué esto es importante para aprender a manifestar tu vida tal y como tu decidas.
La naturaleza de este mundo físico es esencialmente la de las ondas. Cada onda de energía que constituye una masa física tiene una cresta o pico y un nadir o valle. Estos altos y bajos de la onda siempre son fáciles de identificar como separados y, no obstante, siempre están juntos. No se puede tomar un cubo de crestas y observarlas con independencia de sus correspondientes valles. Esta es la característica fundamental de la naturaleza. Los polos norte y sur de un imán siempre van juntos y, sin embargo, siempre son característicamente distintos. Tu frente tiene siempre una espalda, tu interior tiene siempre un exterior, y ahora debes extender también esta comprensión hacia aquello que se encuentra fuera de ti mismo.
Naturalmente, eres un individuo que funciona dentro de este entorno, y es posible describirte tanto a ti como tu entorno con una terminología identificativa separada que todos comprenderíamos. Pero también debes recordar que no puedes separarte de tu entorno. Eres característicamente distinto, del mismo modo que lo son las crestas de las ondas con respecto al fondo de las mismas, pero te hallas irrevocablemente conectado con el mundo exterior, del mismo modo que lo está el fondo de la onda con su cresta.
Una vez que empieces a comprender esta sencilla verdad, las experiencias místicas de la manifestación también se te abrirán como una posibilidad genuina. La mayoría de nosotros no hemos logrado comprender esta pequeña verdad, lo que ha hecho que nos dejemos guiar por la idea errónea de que, ya que somos organismos separados de nuestro entorno, debemos controlarlo. Al hacerlo así, claro está, no sólo mostramos una falta de respeto por nuestro entorno, sino también por nuestra propia naturaleza básica como ambientorganismos.
CONTROLAR LA NATURALEZA O VERLA COMO NOSOTROS MISMOS
Al pensar en nosotros mismos como característicamente distintos de nuestro entorno, adoptamos la postura de ejercer control sobre él. Esta forma de pensar nos conduce a un comportamiento destructivo, tanto en el nivel colectivo como en el personal.
Destruimos los bosques, las marismas, las montañas, los ríos, la flora y la fauna o cualquier otra cosa que impida o dificulte la obtención de beneficios y nuestra propia conveniencia, o algo que llamamos el «progreso» de la civilización. Defendemos todas estas actividades sin comprender que, con ellas, también nos destruimos a nosotros mismos. En último término, haremos que la tierra sea inhabitable si no nos damos cuenta de que con esta caprichosa falta de consideración hacia la naturaleza estamos matando una parte de nosotros mismos.
Es necesario que todos aprendamos a sentir que somos parte integrante de nuestro entorno. Tal vez entonces dejaremos de intentar someterlo. No acabamos de tratarlo con cariño, suavidad y respeto porque estamos convencidos de que aquello que procuramos dominar es algo distinto a nosotros mismos. Pero, como hemos visto, no podemos existir independientemente de nuestro entorno, del mismo modo que no podemos tener un exterior sin un interior.
La idea de considerarnos como un ambientorganismo nos exige respetar todo aquello que encontremos. Una vez que podamos respetar aquello que es externo a nosotros, empezaremos a vivir en armonía con nuestro entorno, en lugar de controlarlo.
A nivel personal, reconocer que la naturaleza forma parte de nosotros mismos, nos abrirá un sinfín de posibilidades de manifestación. Sentiremos que formamos parte de un mundo inteligente. Así, la inteligencia que está en mí, también está en mi entorno. Gracias a esta toma de conciencia, también podremos ver con mucha mayor claridad la conexión que existe entre todas las cosas. Sabremos entonces que si algo parece faltar en nuestras vidas, se debe a que nos enseñaron equivocadamente que aquello que nos falta debemos buscarlo fuera de nosotros mismos.
Como ambientorganismo, sé que la energía de lo que parece faltar en mi entorno personal y la energía de mi propio cuerpo (interior y exterior, frente y espalda) es la misma. Así pues, cuando veo que algo me falta, sé que es porque me veo a mí mismo alejado de aquello con lo que quiero estar conectado.
A partir de ahí, empezarás a tomar conciencia de que puedes conseguir cuanto desees, puesto que ya estás inextricablemente conectado a ello al nivel de la energía. La ilusión de que es algo inalcanzable irá desapareciendo, y sentirás la capacidad de manifestarte como un aspecto más de tu personalidad del que no eras consciente.
Y no te sentirás sólo como parte de tu entorno, sino como parte de todo y todos cuantos formen parte de él. Tu nueva fe ya no te permitirá ver nada como separado. La separación estará siempre ahí, como lo está la cresta de la ola con respecto a la base, pero seguirán siendo inseparables aunque estén separadas, serán diferentes aunque sean indiferenciadas al mismo tiempo. Habrás fusionado así la dicotomía que te impide utilizar esa energía conectiva. Empezarás a verte a ti mismo como una parte orgánica de este mundo, antes que como una entidad separada del mismo.
VERSE A UNO MISMO COMO UNA PARTE ORGÁNICA DE ESTE MUNDO
Existe una creencia popular según la cual «llegamos a este mundo». Así, asumimos continuamente la idea de que quiénes somos y de dónde venimos constituyen dos mundos diferentes. La esencia de este tercer principio espiritual para manifestar nuestro destino es que no existe separación, y que, más que llegar a este mundo como un proyecto de construcción, lo que realmente sucede es que brotamos de él.
Observa un ciruelo y examina cómo aparecen las ciruelas en nuestro mundo. Se planta una semilla y el árbol crece, hasta que termina por florecer y producir ciruelas. La inteligencia de la ciruela está en este mundo, y también está en la semilla, en la flor, en el tronco, en las ramas y raíces. Cada elemento del ciruelo tiene en sí inteligencia de ciruela. No decimos que las ciruelas proceden del mundo espiritual de la esencia de ciruela que luego se convierte en una fruta física en el plano terrenal. De hecho, al observar un ciruelo, podemos decir con toda ingenuidad que da ciruelas. Cada año, el árbol da ciruelas.
Del mismo modo que un ciruelo da ciruelas, tú también surges a partir de este mundo, con la misma energía que se encuentra en cada aspecto de tu ser. Si pudieras contemplar la tierra desde cierta distancia, observarías que tiene rocas, océanos, vegetación y que está habitada por personas. Tu persona es el resultado de lo que está haciendo el universo a un nivel consciente, del mismo modo que una ola es lo que hace el océano, y una ciruela es lo que hace el ciruelo. La inteligencia que hay en ti, por invisible que pueda ser, está en ti en cada una de las fases de tu creación y experiencia vital, y también es la misma en toda otra persona, así como en todas las cosas de nuestro mundo físico.
A la mayoría de nosotros se nos ha enseñado lo contrario. Generalmente, se piensa en la creación como algo dividido en el ámbito espiritual de lo invisible y en el mundo físico de la materia. También suele pensarse que somos el resultado de un acto de construcción, y que antes que tener nuestro origen a partir del mundo, hemos sido colocados en él. Esto, claro está, no hace sino reforzar la idea de impotencia, de que no tenemos nada que ver con el acto de la creación. Si quieres aprender a intervenir en la creación de los diferentes aspectos de tu vida, tendrás que dejar atrás estas viejas ideas, pero ten en cuenta que no es fácil. El proceso de condicionamiento forma parte de nosotros desde el principio mismo de nuestra existencia.
Una vez que aprendas a verte como alguien que tiene su origen a partir de este mundo, comprenderás que la inteligencia original que se encontraba en la semilla misma de tu procreación, es una energía que fluye a través de todo lo que existe en tu mundo. Tú y el entorno donde tiene lugar el proceso de tu crecimiento tenéis vuestras propias características, pero siempre estáis conectados. Sois tan inseparables como lo es tu respiración del aire que respiras, tu caminar del suelo sobre el que caminas, y tus pensamientos del organismo con el que piensas.
Observa que todos respiramos el mismo aire, caminamos sobre el mismo suelo y pensamos como un organismo, lo mismo que tú. Tú estás de hecho conectado con todos estos seres. No es ninguna casualidad que alguien que viva en un país distante, con diferentes características físicas exteriores y un idioma distinto, pueda morir y donarte su hígado, sus riñones o su córnea, y acomodar la fuerza vital que fluye en ti. Esta idea de tener nuestro origen a partir del mundo, o de ser el resultado de la población terrenal, del mismo modo que la ciruela es el resultado del ciruelo, tiene ventajas para el proceso de manifestar el propio destino. Te capacita con la sabiduría de la creación, en lugar de convertirte en un títere cuyas cuerdas se ven controladas por fuerzas exteriores.
Al creer que aquello que está situado fuera de mí no soy yo, y que no formamos parte del proceso de población de la tierra, cultivamos una actitud de extrañamiento y hostilidad. Esa mentalidad nos conduce a hablar de nuestra conquista del entorno, lo que significa que no podemos capitalizar la toma de conciencia de ser seres conectados. La necesidad de conquistar nos enajena del mundo.
Un dicho indígena americano, enormemente importante, dice: «Ningún árbol tiene ramas tan estúpidas como para luchar entre ellas». ¡Imagina cuál sería el resultado de tal comportamiento por parte del árbol! El árbol y todas sus partes morirían si hicieran algo tan absurdo. Y, sin embargo, eso es precisamente lo que hacemos cuando nos vemos como individuos separados con respecto a todas las demás personas que tienen su origen a partir de la misma inteligencia divina.
Crecemos a partir de nuestro mundo y somos el resultado de lo que está haciendo la inteligencia divina, y esa es una conexión que nunca podemos perder. Piensa que eres como un síntoma del universo, no un extraño.
Aquello que nosotros consideramos el espíritu que hay dentro de nosotros es en realidad esa inteligencia divina e invisible que nos permite existir y que hace que sigamos creciendo a partir de este mundo. También es separable de nuestra esencia física y nuestro entorno, y de todo y todos los demás que existen en el universo. Si piensas de otro modo, reforzarás tu incapacidad para influir sobre tu destino y para manifestar o atraer hacia ti cualquier cosa.
Al saber que creces a partir de este mundo del mismo modo que una manzana lo hace a partir del manzano, te identificas con la esencia espiritual. Y es la identificación con esta esencia interior lo que te permite establecer con todo lo demás una conexión que te ayudará a atraer tus deseos hacia tu mundo físico. Este poder de atracción será el tema del cuarto principio descrito en este libro.
Pero, por ahora, lo que quiero es que percibas claramente cómo creces a partir de este mundo. Deseo que percibas la diferencia entre este concepto y aquel otro que promulga nuestra llegada aquí desde un mundo separado, a través de un poder que está fuera de nosotros. No eres un destello momentáneo de conciencia personificada entre dos negruras eternas. Eres una esencia que crece eternamente en este mundo, un mundo en el que el espíritu y la manifestación del espíritu parecen diferentes para los sentidos, y en realidad lo son, pero también están conectados. Eres estas dos esencias al mismo tiempo.
Esta toma de conciencia es crucial a medida que sigas este camino de la manifestación. Es un poder, pero no te engañes porque, al contrario de lo que pueda decirte tu ego, no eres el propietario exclusivo de este poder.
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