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domingo, 22 de julio de 2018

Conéctate a la fuente divina con un amor incondicional (2/2)

MARAVILLOSA Semana!!!
Construye tu destino
Por Wayne W. Dyer

Sexto principio
Conéctate a la fuente divina con un amor incondicional (2/2)


EL AMOR INCONDICIONAL COMO PODER

De aquellos que parecen poseer el don de atraer a sus vidas toda clase de cosas buenas, se dice que tienen un poder un tanto misterioso. La habilidad para alcanzar un estado superior del ser, donde no parece existir casi ninguna dilación entre la creación de una forma de pensamiento y la «materialización» de esta, puede verse en términos de amor incondicional y de una ausencia de exigencia o juicio sobre el mundo.

Sé que ese es un poder que está al alcance de todos nosotros cuando empezamos a adoptar los principios básicos de la manifestación espiritual. Lo que sucede es que normalmente no reconocemos la magnitud de ese poder que tenemos en virtud de nuestra capacidad para crear pensamientos y atraer, a partir de ellos, la abundancia del universo. Al pensar racionalmente en él, pensamos inmediatamente en el conflicto entre tener libre albedrío y tener un destino, un conflicto que, a menudo, soslaya la necesidad de pensar y vivir en base al amor incondicional. Nuestro cerebro izquierdo racional nos dice: «Si ya está determinado, no tengo libre albedrío y, por tanto, cualquier cosa que piense ha sido predeterminada, de modo que estoy condenado».

Echemos un rápido vistazo a la cuestión del destino, puesto que se halla incluida en el título del libro, y situémosla en un contexto diferente. El destino no está predeterminado. Tu destino lo determinas tú enteramente. Cada momento de tu ahora existencial es el resultado de tu pensamiento previo. La idea de que todo ha sido ya dispuesto con antelación es una alucinación. Cada uno puede hacer y manifestar su propio destino.

Tu libre albedrío es el don del amor incondicional. Creas tu propio destino con ese libre albedrío, y cuando te aventuras fuera del camino del amor incondicional, vives simplemente en una ilusión. La idea de que estás separado de la voluntad de Dios te sitúa en una postura servil, de tal modo que Dios se convierte en algo contra lo que tienes que luchar o que debes temer. Evidentemente, si eso fuera cierto, Dios no podría ser al mismo tiempo todo amor.

Una vez que ha arraigado esa ilusión, te conviertes en una víctima de la vida, en lugar de participar activamente en su creación. Pierdes entonces tu capacidad para extender el amor incondicional que es la esencia de tu ser y, en lugar de eso, proyectas tu ego condicionado. En otras palabras, abandonas tu capacidad para estar en unión con la fuerza de Dios que te ha creado, y también pierdes el poder para manifestar o cocrear la vida que deseas. La vida está en conflicto con tu poder superior.

Empiezas a temer este poder superior y a actuar de forma servil. Te desencanta tu incapacidad para atraer cosas positivas y te sientes débil e impotente. Has perdido la alegría y el éxtasis que acompañan a una vida de amor incondicional.


CONOCER LA ALEGRÍA DEL AMOR INCONDICIONAL

Lo más importante es que al cultivar el amor incondicional te liberarás del odio y la violencia. Y sin esos pensamientos te será fácil descubrir en ti la presencia de la alegría y de la paz. Esta es una reacción automática al amor incondicional, porque estás en armonía con la fuente creativa.

Uno de los conceptos que seguramente tendrás que rectificar en tu camino hacia el amor incondicional es la equivocada creencia de que la alegría corresponde al ego, y el sufrimiento al espíritu. La verdad se encuentra precisamente en invertir esta suposición y alcanzar la fuente de la alegría espiritual. Dicho de una forma sencilla: desde el punto de vista del ego, experimentar alegría supone siempre conseguir lo que deseamos, mientras que la espiritualidad se asocia con la meditación, la generosidad y los buenos sentimientos por los demás. El camino que debes seguir para encontrar la verdadera alegría y bendición en tu vida consiste en afirmar el espíritu y en subordinar el ego.

Decirse a uno mismo que el ego es una ilusión proporciona una poderosa herramienta para la manifestación. El ego te identifica como un cuerpo fundamentalmente físico, separado de Dios, necesitado de constantes caricias que alimenten su egoísmo. Al decir simplemente que eso es una ilusión y que no existe en realidad, esas ideas se ven sustituidas por el amor incondicional; la alegría que experimentas entonces supone la negación de lo falso y la afirmación de la verdad de tu ser.

Eres absolutamente libre cuando no te consume tu engreimiento. Eres libre cuando ya no necesitas que todo aquel con el que te encuentres te halague, te mime y te dé su aprobación. Eres libre cuando ya no te sientes ofendido por las acciones de los demás. La libertad te permite extender tu mundo interior hacia el mundo exterior, y eso es amor.

Se experimenta una gran felicidad al sentirse libre. Piensa en aquellos momentos de tu vida en que te hayas sentido más libre, en aquellas ocasiones en que no te hayas sentido presionado, en que hayas podido caminar tranquilamente por la naturaleza, o en las que nadie te haya acosado con determinados plazos, ocasiones en las que te hayas encontrado solo y en comunión con Dios. Si has establecido la conexión con tu vida interior, esos serán sin duda los momentos más gozosos. Cuando uno experimenta esta especie de gozosa libertad, se siente inspirado y, naturalmente, eso significa que está «en espíritu».

En mi vida, los momentos de mayor creatividad se producen cuando me permito ser libre. Esta libertad produce una gran alegría dentro de mí, que se manifiesta en forma de nuevas ideas para expandir mi trabajo y ser más resuelto, para ser mejor escritor, profesor, padre y esposo, para compartir este amor que siento con todos aquellos que se molesten en conocerlo.

La alegría, la libertad y el amor incondicional son inseparables; fluyen cada uno a partir de la experiencia del otro. Sentir gozo supone no aferrarse a nada y no tener restricciones. Ese es también el sentimiento que produce la libertad, y es el resultado de abrazar el amor incondicional de la energía divina que está en el centro de tu ser.

La auténtica alegría no es, simplemente, el placer del momento. Esos placeres del ego son fugaces y transitorios. Siempre se necesita más para satisfacerlos, como en el caso de la droga, y esa satisfacción es en buena medida una ilusión. No pretendo decir con eso que todos los placeres del cuerpo sean perniciosos, sino simplemente temporales.

Esto no quiere decir que no podamos disfrutar de un masaje, de una deliciosa comida, de un acto de amor físico y de todos los placeres del cuerpo. Pero deberíamos saber que la verdadera alegría no está en el placer físico. Está en la mente, que procesa continuamente la información que recibe y te permite experimentar el placer; el cuerpo es simplemente neutral, como lo son todas las cosas. Es la mente la que lo hace real, y no a la inversa.

El cuerpo no nos hace ser más reales, del mismo modo que no puede curar la mente. El cuerpo, en y por sí mismo, no nos proporciona felicidad. Es en la mente donde se origina la curación del cuerpo, y es también en la mente donde se origina la felicidad. Tu propósito consiste en alinear tu mente con el amor incondicional que es la fuente divina de todas las cosas materiales, incluido tu propio cuerpo. Junto con ese amor, aparecerán en tu vida la felicidad y el poder.

Cuando una gota de agua se separa del océano se convierte en una pequeña partícula impotente, débil e incapaz de mantenerse por sí misma. Pero cuando se alinea con la fuente de la que se origina, el propio océano, es mucho más poderosa de lo que jamás podría ser una gota individual. Lo mismo sucede contigo. Por ti mismo, separado de tu fuente divina, eres un ego encerrado en una piel, que vive la ilusión de ser importante y poderoso. Pero realineado, puedes conocer la alegría que procede de esta asociación. Y aquello con lo que te alineas es amor puro e incondicional, y la aceptación de todo lo que es. Abandona tu temor.


EL AMOR INCONDICIONAL COMO UNA AUSENCIA DE TEMOR

Todos los temores proceden de la idea de que estamos solos y nos hallamos separados de la única fuente divina, a la que damos muchos nombres, incluido el de Dios o Espíritu Santo. Al adoptar una postura de amor incondicional, abandonas automáticamente todo temor. En ausencia de temor y en presencia del amor incondicional, encontrarás la solución al misterio de la manifestación. Una vez que sabes verdaderamente que no estás separado o solo, el temor se ve sustituido por el amor incondicional y obtienes así acceso al Espíritu Santo.

Los temores se originan en el ego, que envía mensajes constantes diciéndote que eres un ser incompleto y que necesitas más, que tienes que ganar para ser mejor en comparación con los demás. Con tu presión incesante, el ego te mantiene en un estado constante de turbación y angustia. Aquí es donde nacen y se alimentan todos los temores, dentro de ti mismo.

Para aceptar el amor incondicional como una premisa para tu vida, tendrás que convencer a tu ego que no hay necesidad de demostrar nada, y que lo único que deseas y esperas ya está ahí. El ego, además, necesita que se le enseñe que estás conectado con una fuente creativa que es mucho más poderosa que él mismo.

Puedes liberarte entonces de su continua necesidad de destacar, vayas adonde vayas, y puedes enviar hacia el exterior la energía del amor incondicional con tus pensamientos, confiando en que todo está en orden. No hay demandas, ni presiones, sino sólo un sencillo conocimiento, acompañado por una actitud incondicionalmente amorosa. Con esta clase de declaración, el temor queda eliminado de tu vida y se ve sustituido por el amor. Recuerda la cita bíblica: «El amor perfecto repudia todo temor».

El temor y el amor son incapaces de residir simultáneamente dentro de una misma persona. Si tienes miedo, has arrojado el amor lejos de ti. Si experimentas un amor perfecto, algo que está al alcance de tu libre albedrío, has arrojado fuera de ti todo temor.

El principio de amor incondicional es un requisito previo para la manifestación de tu propio destino, y es algo muy difícil de poner en práctica de modo permanente. Sin embargo, puedes iniciar este proceso trabajando en él paso a paso, empezando ahora mismo. A continuación se indican algunas sugerencias para vivir e irradiar amor incondicional.


ALGUNAS FORMAS DE PONER EN PRÁCTICA EL AMOR INCONDICIONAL

Ten muy en cuenta, sobre todo, que el amor transforma. Cada acto de amor libera energía bloqueada en tu cuerpo. El amor incondicional cura el cuerpo y la mente. Recuérdate esta verdad hasta que se convierta en tu propia realidad. El amor es una frecuencia con la que puedes sintonizarte, del mismo modo que sintonizas una frecuencia en la radio.

El polo opuesto del amor es el temor. El temor es una corriente de energía que recorre literalmente tu cuerpo y que se produce cuando te sientes desgajado de la fuente de amor incondicional. Cada vez que experimentes temor, pregúntate: «¿Qué está ocurriendo para que haya sustituido en este momento el amor por el temor?». Esta especie de monólogo contigo mismo te permitirá ser consciente de que vuelves a sentir miedo porque has perdido tu alineación con el amor.

En esos momentos de clarividencia, has de expulsar de tu cuerpo la energía del temor, abrazando el amor incondicional. Cuando sientes miedo, no te quepa la menor duda, la angustia por fracasar, por no recibir aprobación, por tu aspecto, tus titulaciones, o lo que sea, se deben a la ausencia de amor incondicional. Cuando experimentes temor, busca su fuente y verás cómo se disipa casi instantáneamente.

Recuerda que el amor se manifiesta en tus pensamientos yen tus actos de unicidad. Cuanto más unido te sientas a la fuente divina, tanto más actuarás de formas amorosas con respecto a los demás.

Adquiere el hábito íntimo y regular de meditar. Cada vez que inspires, siente cómo absorbes amor incondicional. Cada vez que espires, expulsa los pensamientos de temor. Este ejercicio individual puede ser la tabla de salvación te conduzca al amor incondicional y al mundo de la manifestación.

Cuando salgas a dar un paseo, utiliza tu respiración para absorber la esencia del amor y sentirla fluir por todo tu cuerpo. Utiliza la respiración como un medio de inhalar amor de la fuente divina, y de exhalar temor al expulsar el aire. Te sentirás relajado y experimentarás más alegría y libertad.

Elige un día para practicar este ejercicio con alguna otra persona. Poneros el objetivo de pensar, actuar e irradiar nada más que amor incondicional durante veinticuatro horas, incluidos los sueños. Para vosotros, cada momento de ese día sólo estará infundido de amor.

Esto significa que en cuanto aparezca un pensamiento moralizante o alguna clase de juicio, lo expulsarás inmediatamente de tu interior y lo sustituirás por otro de amor incondicional. Si esto funciona, intenta ver si puedes alargarlo uno o dos días más. Cuanto más dure el ejercicio, tanto más espectaculares serán los cambios.

Empezarás a observar entonces que surgen acontecimientos sincrónicos, y tendrás la sensación de que Dios se ocupa especialmente de ti. Observarás un aumento de energía, un cambio interesante en tus sueños, que se hacen más intensos y espirituales; te verás a ti mismo atrayendo cosas que antes parecían fuera de tu alcance; experimentarás con toda seguridad una mayor alegría, bienaventuranza y también una mayor riqueza en tu relación con los demás.

Toma la decisión de presentarle a Dios tus mayores desafíos en el ámbito del amor incondicional. Dirígelos simplemente hacia Dios, acompañándolos con una petición como: «No he podido aportar amor en mi vida en estos ámbitos, y solicito la guía divina para lograrlo. Sigo albergando rencor y odio hacia estas personas, y os pido que me mostréis el camino hacia el amor incondicional».

Al reconocer que te sientes impotente, admites que tus condicionamientos y las experiencias de tu vida no te han proporcionado las herramientas para irradiar amor en esos ámbitos. Pero también reconoces que existe una energía superior, y le pides a esa fuerza superior que te guíe. Al hacer esto, demuestras que confías en la fuerza de Dios, y admites que no puedes superar tu ego.

En los momentos de oración no tengas miedo de solicitar ayuda. Si quieres eliminar el temor y el odio y vivir con un espíritu de paz, se te proporcionará ayuda. No impongas ninguna clase de condición respecto al modo en que quieres recibir esa ayuda. Limítate a solicitarla con honestidad y, cuando aparezca, da las gracias.

Reconoce la relación entre manifestar el deseo de tu corazón y el amor incondicional. El amor incondicional es la energía del universo, es lo que Dios es y, en consecuencia, también lo que eres tú. Sin este amor, pierdes la conexión con los procesos creativos.

No puedes atraer hacia ti aquello con lo que ya estás conectado si has saboteado la conexión. La presencia del amor incondicional está en todas las cosas que deseas atraer, así como en ti mismo. Mantenla honestamente y conservarás la capacidad para «saber que eres un dios». Piérdela y habrás perdido tu divinidad. Así de simple.

Recuerda todo esto cuando te preguntes por qué no se materializan tus deseos en tu vida. Invariablemente, la respuesta tendrá que ver con la ausencia de amor incondicional en algún lugar de tu mundo interior.

No necesitas engañarte a ti mismo con el amor incondicional. Si no amas la personalidad de otra persona, sé honesto, puedes seguir amando la esencia, la verdad de todo aquel que vive en este planeta y más allá. Observa cómo se desdobla cada cual, incluso cuando su comportamiento entre conflicto con lo que tu sabes que es divino y santo. Ten la seguridad de que están dominados por sus egos, que han expulsado de sus comportamientos todo rastro de su esencia divina. A pesar de eso, debes enviar amor a la esencia que se encuentra tras sus acciones.

Cuanta mayor capacidad tengas para ver más allá de la personalidad y del comportamiento individual, tanta más luz aportarás al planeta. Tu mundo se va a ver transformado a través de un cambio en la conciencia, y en esa nueva conciencia el amor va a triunfar sobre las pasiones del ego. Envía amor aunque te desagrade lo que ves y es posible que cambie incluso delante de tus propios ojos.

¡Haz que tu palabra sea ley! Mantén la armonía dentro de ti mismo y experimentarás amor prácticamente en todas las situaciones. Cumple lo que digas con amor. Eso te proporcionará un equilibrio que brilla por su ausencia en aquellos que viven sumidos en los sentimientos de culpa y auto-reproche. Cuanto más practiques «Mi palabra es ley. Tengo que mantenerla», tanto más equilibrada será tu vida.

El universo funciona sobre un equilibrio y la energía que lo mantiene equilibrado es el amor. Al declararte a ti mismo como una persona que mantiene su palabra, te alineas con la esencia amorosa del mundo.

He sido testigo del amor incondicional en acción, en la historia de Kaye O'Bara, que ha cuidado de su hija comatosa durante veintisiete años. Conté esta historia, junto con mi esposa Marcelene, en un breve libro inspirador titulado Una promesa es una promesa, y te animo a familiarizarse con esta saga verdaderamente asombrosa de amor incondicional en acción. Sentirás la inspiración al leer esta notable historia, y sabrás que estás ayudándolas también, puesto que todos los derechos de autor de este libro les son entregados a estas dos almas divinas.

Concluye aquí el sexto principio de la manifestación. El amor incondicional es un elemento fundamental de tu proceso de formación de imágenes mentales. No permitas que ningún pensamiento negativo, impulsado por el ego, penetre en el reino interior del amor.

Si pones en práctica este principio abrirás tus ojos a una verdad que escapa a la mayoría de la gente. Es el amor incondicional lo que permite que entremos realmente en contacto con la energía divina que está en todas las cosas. En tu mano está seguir este camino. Se te ha dado la posibilidad de expresar tu libre albedrío. Ese es el don que te ha concedido Dios.

Al expresar amor, te alineas con el mismo amor que se te ha garantizado con el don de tu libre albedrío. Al expresar odio, cólera, envidia y violencia, te alías con tu ego, y te niegas la maravillosa posibilidad de participar en la creación de tu vida junto con la fuente divina de energía a la que llamamos Dios.

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