MARAVILLOSA Semana!!!
Construye tu destino
Por Wayne W. Dyer
Sexto principio
Conéctate a la fuente divina con un amor incondicional (1/2)
No hay, ni en la tierra ni en el cielo, mayor poder que del amor puro e incondicional. Este es el núcleo del sexto principio de la manifestación.
La naturaleza de la fuerza de Dios, esa inteligencia invisible que hay en todas las cosas, y que es el origen del mundo material y el centro del plano tanto espiritual como físico, podría definirse como amor puro e incondicional. Es aquello que hace que las cosas materiales ocupen su lugar y que impide que se colapsen en innumerables partículas. Esta fuerza de Dios es como un alma superior a la que siempre estamos conectados porque somos extensiones localizadas de ella.
Quizá te sientas infinitamente merecedor de atraer a tu vida la prosperidad material y espiritual, pero si no vives de acuerdo con el amor incondicional estarás interfiriendo en tu capacidad para manifestar en tu vida. Para estar divinamente alineado con esta energía infinita y universal, tienes que convertirte en amor incondicional.
Aunque parece fácil e incluso apropiado anunciar «Yo practico el amor incondicional», eso dista mucho de la realidad en el caso de la mayoría de los que estamos sobre este plano físico. El amor incondicional se nos escapa a la mayoría de nosotros, debido en buena medida a que tendemos a identificarlo con el afecto o sentimiento.
Mira Bai sabe que para encontrar al Uno Divino lo único indispensable es el amor.
LA ENERGÍA DEL AMOR DISUELVE LAS LIMITACIONES
Al decir que el amor emana del alma y de la divina conciencia de Dios, me refiero a algo que el yo inferior o el ego no pueden percibir. No hablo de tener «buenos sentimientos» hacia los demás, del amor romántico, de mostrar afecto y consideración por todo el mundo. Este amor incondicional sobre el que escribo aquí es una experiencia de la armonía de la vida. Es algo demasiado profundo para que podamos despertarlo con nuestros sentidos o nuestra mente.
La energía de amor incondicional es el poder que está detrás de la creación. Guía todas nuestras leyes naturales. Podemos imaginar este amor como una vibración que transmite las formas de pensamiento a una expresión material. En su naturaleza más elevada, el amor es la fuerza que reconocemos como la voluntad de Dios. Es la alquimia que asumimos para encontrarle sentido a la forma en que se materializan las cosas desde el mundo del espíritu.
Se trata de palabras muy importantes, y es esencial que las conozcas si quieres dejar de ser alguien que toma lo que la vida le presenta y participar en el acto de la creación junto con la energía universal del amor incondicional.
Te sugiero que te embarques en el experimento de practicar únicamente el amor incondicional durante varios días, quizá incluso durante una semana. Conviértelo en tu actividad principal, pero prométete a ti mismo que sólo permitirás que de tu conciencia emanen pensamientos amorosos incondicionales. Proclama tu compromiso de vivir el amor incondicional durante el período de tiempo que hayas decidido.
Durante ese período de tiempo niégate a abrigar pensamientos críticos o juicios. En los momentos de tranquilidad, piensa sólo en paz y amor. Piensa y actúa en todas tus relaciones exclusivamente de forma amorosa. Extiende los pensamientos y la energía amorosa cada vez que te encuentres con alguien o con algo. Conviértete en amor incondicional.
Esta práctica de convertirse en amor incondicional es un requisito indispensable para el proceso de la manifestación. Al verter amor en tu entorno inmediato y practicar la afabilidad en todos tus pensamientos, palabras y acciones, tu círculo inmediato de amigos empezará a responder de una forma completamente nueva. Además, este acto se hace muy rápidamente expansivo y puedes llegar a irradiar este amor hacia tu comunidad y a las personas sobre las que lees en los periódicos, incluidas aquellas que han sido clasificadas como terroristas, asesinos, artistas fraudulentos y similares.
De la palabra incondicional, destaca el «in». Te desvinculas de todo y lo amas todo. No amas el acto hostil, sino el espíritu que se halla bloqueado en aquellos que causan daño y no son amorosos. Si puedes vivir de este modo y rechazar todos los pensamientos y acciones que no sean de naturaleza incondicionalmente amorosa, experimentarás la esencia de tu espíritu y sabrás cómo superar las limitaciones en tu propia vida.
Se trata de una tarea que tus condicionamientos no estimulará fácilmente. Pero puedes perseverar durante unos pocos días para saber cómo es el espíritu divino universal. Ese espíritu no juzga nada ni a nadie, no moraliza, no demuestra favoritismo, sino que simplemente existe como amor incondicional que irradia armonía y permite que todo y todos se desplieguen. Cada día se abren millones de flores y luego se cierran con la única ayuda del amor incondicional que fluye en todo y que se encuentra en el núcleo de la energía universal, infinita y eterna. Con este ejercicio estarás cultivando este aspecto de ti mismo.
Al practicar el amor incondicional, contempla y medita sobre el amor incondicional sagrado que también es el núcleo de ti mismo. Imagina un átomo de amor incondicional que se encuentre en el centro mismo de tu propia existencia. Siente su presencia en tu corazón y percibe cómo se abre e irradia hacia fuera. Este sentimiento impersonal, que no depende de nadie ni de nada, ni tan siquiera de un sistema de creencias, se transformará pronto en la sensación de que estás conectado con la energía infinita del amor incondicional que es Dios.
Con esta transformación, entrarás en el camino de la manifestación. Te conectarás, desembarazándote de todo juicio, cólera, moralización, prédica, odio, rencor y todas las demás herramientas del ego.
¿Qué cabe esperar por el hecho de practicar durante unos pocos días un amor total e incondicional? Si dedicas todas tus meditaciones al amor y pones amor en cada situación concreta y en cada persona con la que te encuentres y, más aún, si extiendes ese amor hacia todas las personas que habitan el planeta y a la infinitud del universo, sentirás que te conviertes en una persona diferente. Dormirás más profundamente. Te sentirás en paz casi en todo momento. Tus relaciones serán más profundamente espirituales. Y, lo que es más importante, empezarás a reconocer las «coincidencias» de tu vida con mayor regularidad. Tu amor incondicional empezará a producir entonces lo que deseas, sin que te des siquiera cuenta. Tus sueños serán más intensos y la conciencia de lo que buscas se hará más clara.
Lo que sugiero es que puedes amar más e incondicionalmente, sin esperar nada a cambio; como resultado de ello, desaparecerán las limitaciones que experimentas. Inténtalo al menos. Hay un fragmento muy citado del Nuevo Testamento que parece apropiado citar aquí. Creo que es uno de los pasajes más profundos que se hayan escrito jamás. Pertenece a Corintios 13, sobre el «amor».
Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha. El amor es paciente, es servicial; no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso, no busca tu interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.
El amor nunca falla. Desaparecerán las profecías, cesarán las lenguas, desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño. Ahora no vemos sino un pobre reflejo en un espejo. Luego veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré plenamente, del mismo modo que soy plenamente conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es el amor.
En efecto, la mayor de todas es el amor. Hará que desaparezca lo imperfecto y te permitirá alcanzar la plenitud espiritual de participar en la creación de tu vida, basándote en el modelo del amor incondicional.
Soy consciente de lo difícil que es que nos dejemos guiar en todo momento por el amor incondicional. Imagino que tu ego protestará, diciendo que esta idea es absurda porque eres humano, y los humanos tenemos deficiencias. A pesar de todo, te pido que realices este ejercicio durante unos pocos días o una semana. Sé que se convertirá en algo habitual en cuanto percibas la riqueza de vivir con esta nueva conciencia.
El amor incondicional es el misterio último que se esconde en la vida. Puede parecer sencillo, pero es tan poderoso que te liberará de la dominación de tu ego si le concedes aunque sólo sea un breve período de prueba en tu vida. Mientras no aprendamos a trascender el ego, seguiremos contribuyendo a la locura a la que asistimos en el mundo. Despegarse y convertirse en un observador incondicionalmente amoroso es la mejor forma de cultivar una relación sana y equilibrada entre el ego y el espíritu.
EL PROCESO DE LA OBSERVACIÓN DESVINCULADA
Uno de los grandes ejercicios de meditación que aprendí hace muchos años supone imaginar que uno se eleva fuera de su propio cuerpo y flota en el espacio hasta llegar tan lejos que puede observar todo el planeta. Si lo haces, trata de imaginar cómo es la tierra sin tu presencia en ella. Será una tarea difícil para tu ego. A continuación, empieza a observar el planeta sin emitir ningún juicio, negándote a calificar nada de bueno o malo, correcto o incorrecto. Proponte simplemente observar, permitir y enviar amor incondicional. Probablemente, te resultará más fácil enviar amor incondicional cuando no estés ahí para interferir. Es decir, puedes amar incondicionalmente cuando consigas apartar a tu ego del camino. Esta técnica te ayudará a proyectar amor incondicional.
Si todo tú te conviertes en amor incondicional, no participarás en las preocupaciones del ego. Al funcionar desde esta perspectiva, practicas la desvinculación en un estado de afabilidad, lo que te convierte en un testigo compasivo hacia todos y todo aquello con lo que entres en contacto. Es algo mágico poder irradiar esta clase de amor fuera de tu persona. En eso consiste la resolución de ese gran misterio que es cómo conectarse y conocer a Dios. Es decir, no de saber lo que es Dios, sino de conocer a Dios.
El proceso de convertirse en un observador desvinculado se produce en el silencio de la contemplación o la meditación. Busca tiempo para estar a solas, rodeado de serenidad y entra en este lugar interior de amor. Es en el silencio donde conocerás verdaderamente la energía divina del amor incondicional.
La mayoría de los occidentales tenemos grandes dificultades para soportar prolongados períodos de silencio. Se suelen llenar esos momentos con música, conversación, radio, televisión y cualquier otra cosa que se pueda utilizar para evitar el silencio. La nuestra es una cultura ruidosa.
Al intentar meditar y limitarme a observar el silencio, escucho aspiradoras, cortadoras de césped, podadoras, teléfonos portátiles, sierras y las numerosas máquinas que remueven la tierra y la arena, que abren zanjas, limpian, etcétera. Todas esas ruidosas máquinas tienen fuentes de potencia que contaminan el mundo con su ruido atroz. Se necesita práctica para aprender a trascender esos sonidos, abstraerse y dejar fuera toda esa contaminación sonora. El ruidoso mundo seguirá filtrándose hasta tus momentos de tranquilidad, a menos que puedas alejarte lo suficiente de él para entrar en contacto con la naturaleza y evitarlo.
Nuestra preocupación por el sonido satisface la necesidad del ego de escapar de la serenidad y el amor incondicional de la inteligencia divina que es Dios. Pero puedes convertirte en un observador desvinculado si decides limitarte a olvidar tu ego y dejar que tu yo superior se haga cargo de todo. Conviértete en un observador incondicionalmente amoroso, no te limites a ser alguien que se deja guiar siempre por su ego.
Despréndete de tu inclinación a juzgar y moralizar, y tómate personalmente todo aquello que observes. Conviértete, simplemente, en alguien que observa. Te encontrarás entonces alineado con Dios, permitiendo que todo se solace en tu bienaventurado amor, en lugar de permitir que el ego insista frenéticamente en que existe una forma superior. Ser piadoso significa expresar el amor que hay en uno mismo. Es mucho más que estar simplemente cerca de él. Tienes que formar una unidad con el ser universal de Dios.
QUÉ SIGNIFICA ESTAR EN LA UNICIDAD
Lo que hemos dado en llamar «la voluntad de Dios» no es más que una invención del hombre para conseguir control sobre los demás. Si estás convencido de que existe una voluntad de Dios separada de la tuya, te verás controlado y dominado por quienes afirman conocer la voluntad de Dios. Si adoptas este sistema de creencias caerás en la trampa de «tu voluntad contra mi voluntad». Querrás hacer ciertas cosas, pero «la voluntad de Dios» te dictará otras.
Expresar amor incondicional y participar en la creación de la propia vida sólo es posible cuando se sabe que Dios no está separado de ti. Tú y Dios sois uno. En el Nuevo Testamento, Jesús les dice a las multitudes: «Yo he dicho: dioses sois», y más tarde: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel queme ha enviado» (Juan, 10, 34; 12, 44).
Estar en un estado de unicidad significa saber que el amor incondicional que tiene Dios por toda la creación es también el amor incondicional que puede haber en ti si así lo decides. Tu libre albedrío es la libertad para abrazar cualquier pensamiento que desees. Ese libre albedrío es el don que te ha dado Dios. Utilízalo con un espíritu de amor sobre el que no se imponga ninguna condición.
El amor que tiene Dios por ti es incondicional. En ese amor que te concede el creador divino no hay restricción o censura alguna. Dispones de la más completa libertad para hacer lo que quieras, pues tu voluntad y la voluntad de Dios son una misma cosa. Tienes libertad para elegir tus pensamientos dentro de este gran esquema de amor incondicional.
Si tú y el amor de Dios por ti sois una misma cosa, formas parte de una unidad incondicional. Si impones restricciones a ese amor, o si lo basas en tus juicios y aversiones, lo conviertes en un amor condicionado y te alejas de la posibilidad de participar en el acto de la creación con Dios. Entras entonces en conflicto con la esencia divina que es Dios, debido a la imposición de condiciones sobre tu capacidad para amar.
Supongamos que Dios decidiera retirar su amor incondicional, tanto por ti como por el mundo e impusiera en vez de eso ciertas condiciones. En esa clase de mundo, la gente tendría que funcionar sin la libertad de pensamiento y de expresión. Todo el cosmos se colapsaría en un instante.
La vida fluye con la libertad del amor incondicional. Esa es la esencia misma de la vida. Ninguna divinidad exige que uno piense de una determinada manera si no quiere verse maldecido o destruido. En nuestro mundo, tenemos libertad incondicional para que nuestros pensamientos sean lo que queramos que sean. Esa es la manera que tiene Dios de expresar su amor por ti, es el don que te ha concedido el creador, expresado a través de tu individualidad. Elimina esa libertad y dejarás de ser humano. Se pierde la propia humanidad cuando se pierde el amor incondicional que nos permite pensar lo que queramos.
Supongamos que puedes funcionar de la misma forma incondicionalmente amorosa, mediante el simple procedimiento de no emitir juicios. ¿Qué ocurre si no tienes odio y sólo extiendes hacia los demás la libertad para elegir? Experimentarás lo que se denomina «unicidad». Tu voluntad y la voluntad de Dios no entrarán en conflicto.
Los conflictos que experimentas proceden del ego. Tu ego es la idea que tienes de ti mismo como separado de Dios y de todas las creaciones de Dios. El ego necesita que le recuerden su superioridad sobre los demás. Así es como se crea el conflicto. Pero no tienes por qué participar en esta estupidez. Tu yo superior sólo desea paz y es amor incondicional.
Utiliza este amor para el propósito de la cocreación. Cada momento que creas al irradiar pensamientos incondicionalmente amorosos es un reflejo del mismo amor que fue el responsable de tu creación. Crear (o manifestar) es el acto de extraer amor incondicional desde dentro de uno mismo, para darle una forma que llamamos el mundo de lo concreto. En este sentido, pues, el amor incondicional puede concebirse como el poder para participar en el acto de la cocreación.
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